Sin embargo, esa no ha sido la tónica habitual de las políticas de RSC en el ámbito empresarial. Reconocidas como un aspecto estratégico en los proyectos de desarrollo empresarial de principios de siglo XXI, las políticas de RSC han crecido por la convicción de que ayudan a configurar la imagen de marca de una empresa en la sociedad, para asociarla a conceptos y valores positivos como la solidaridad, la cooperación, la sostenibilidad medioambiental o la salud. Lejos de realizar aportes desinteresados a distintas causas sociales, lejos de aquel principio de "hacer el bien sin mirar a quién", las políticas de RSC se han convertido en una estrategia más para mejorar los resultados empresariales.
En esa línea, todo lo que se hace dentro de determinada estrategia empresarial tiene un objetivo: mejorar los resultados económicos de la empresa. No es extraño entonces que la mayoría de las acciones desarrolladas en este campo estén focalizadas en satisfacer los anhelos, aspiraciones u opiniones de los ‘clientes externos’ de las empresas, olvidando que son los propios trabajadores los primeros ‘clientes’. Invertir en esos trabajadores, y particularmente en su salud, no parece ser una estrategia rentable para buena parte de los responsables de las políticas de RSC en las empresas.