Cada 5 de junio de 2025, el mundo se une para conmemorar el Día Mundial del Medio Ambiente, una fecha establecida por las Naciones Unidas para sensibilizar sobre los desafíos ambientales que enfrenta nuestro planeta. Este año, el tema central será «Sin Contaminación por Plásticos», un llamado urgente a la acción colectiva para enfrentar uno de los problemas más persistentes y dañinos para la biodiversidad global.
La contaminación por plásticos ha alcanzado niveles alarmantes. Cada año, se estima que 11 millones de toneladas de plástico terminan en los océanos, afectando a miles de especies marinas y alterando ecosistemas enteros. Desde las profundidades del mar hasta las cumbres más altas, los plásticos han llegado a todos los rincones del planeta, incluso en forma de microplásticos que penetran en la cadena alimentaria humana. Esta realidad muestra que los problemas ambientales no pueden entenderse de forma aislada, sino como parte de un entramado complejo que afecta múltiples dimensiones del planeta.
Vivimos un momento crítico. La degradación ambiental amenaza la estabilidad de los ecosistemas y, por ende, la calidad de vida humana. El cambio climático, la contaminación, la pérdida acelerada de biodiversidad y el agotamiento de los recursos naturales forman un conjunto de desafíos entrelazados que requieren soluciones integrales y coordinadas. Así, el Día Mundial del Medio Ambiente 2025 nos invita a reflexionar no solo sobre las consecuencias de nuestras acciones, sino también sobre las herramientas que tenemos a disposición para impulsar un cambio efectivo y duradero.
La Organización Meteorológica Mundial (OMM) ha informado que entre 2025 y 2029, las temperaturas globales anuales estarán entre 1,2 y 1,9 °C por encima de los niveles preindustriales, con una probabilidad del 80 % de que al menos uno de esos años supere el récord actual de 2024 (1,55 °C). Este calentamiento continuo pone en grave riesgo los objetivos del Acuerdo de París y evidencia la urgencia de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.
Ante esta crisis, la comunidad internacional ha redoblado sus esfuerzos para combatir la contaminación por plásticos. En noviembre de 2024, en la República de Corea, se celebró la quinta sesión de negociaciones para desarrollar un tratado global vinculante que reduzca el impacto de los plásticos sobre los ecosistemas y la salud humana. Este proceso internacional refleja la importancia de la cooperación global para enfrentar un problema que trasciende fronteras.
Además, la innovación tecnológica se presenta como una esperanza tangible para la conservación y restauración ambiental. Desde sensores inteligentes que monitorean la calidad del aire y agua en tiempo real, hasta la inteligencia artificial que predice patrones climáticos y optimiza la gestión de recursos, la tecnología está revolucionando la protección del planeta. Por ejemplo, drones equipados con cámaras y sensores avanzados permiten mapear áreas remotas y detectar deforestación ilegal con rapidez y precisión, facilitando intervenciones oportunas. Estas mismas herramientas se emplean para rehabilitar hábitats degradados mediante la siembra automatizada de árboles, acelerando procesos que antes eran lentos y costosos.
La ONU ha declarado 2025 como el Año Internacional de la Conservación de los Glaciares, destacando la necesidad de proteger estos ecosistemas vitales para la regulación climática y el abastecimiento de agua. También se ha proclamado el Decenio de las Naciones Unidas para la Restauración de los Ecosistemas, un esfuerzo global para prevenir, detener y revertir la degradación ambiental en todos los continentes.
Uniendo esfuerzos: Innovación, políticas y acción local contra la contaminación plástica
Aunque la contaminación por plásticos sigue siendo uno de los mayores desafíos ambientales del planeta, se vislumbran avances gracias a la convergencia de esfuerzos internacionales, la innovación tecnológica y el compromiso social. Actualmente, entre 75 y 199 millones de toneladas de residuos plásticos invaden los océanos, pero solo un 9 % de este material se recicla. Aun así, las acciones coordinadas empiezan a dar resultados concretos.
En noviembre de 2024, las negociaciones para un tratado mundial vinculante sobre la contaminación por plásticos dieron un paso decisivo. Este acuerdo busca limitar la producción y consumo irresponsable de plásticos, especialmente los de un solo uso y los envases alimentarios, que representan el 44 % del consumo total. Además de imponer regulaciones estrictas, el tratado promoverá la innovación en materiales biodegradables y sistemas de reciclaje más eficientes.
En paralelo, la acción comunitaria demuestra su fuerza a nivel local. Ciudades como Zaragoza han liderado limpiezas públicas y programas de educación ambiental, fomentando cambios en los hábitos de consumo y gestión de residuos. Este enfoque de abajo hacia arriba se replica en distintas regiones, evidenciando que la participación ciudadana es esencial para cerrar el ciclo del plástico y mitigar su impacto.
La tecnología amplifica estos esfuerzos con soluciones inteligentes. En 2025, se ha incrementado el uso de sensores para monitorear la contaminación marina en tiempo real, drones que detectan vertidos ilegales y técnicas avanzadas de reciclaje químico capaces de descomponer plásticos complejos y reincorporarlos a la cadena productiva con calidad equivalente a la materia prima virgen.
Este entramado global-local-tecnológico conforma una estrategia integral que busca enfrentar la contaminación plástica desde múltiples frentes, reconociendo que ninguna solución aislada será suficiente.
Biodiversidad, aire y vida humana: la interconexión que debemos preservar
No solo los plásticos amenazan el equilibrio natural. La acción humana ha modificado profundamente el 75 % del medio ambiente terrestre y el 66 % del marino, poniendo en riesgo a un millón de especies y comprometiendo el cumplimiento del 80 % de las metas de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Este panorama ha impulsado una respuesta global renovada. El Decenio de las Naciones Unidas para la Restauración de Ecosistemas promueve proyectos de reforestación, rehabilitación de humedales y conservación de hábitats críticos. En México, por ejemplo, ya se han reforestado 100.000 hectáreas de bosques y 80.000 de manglares, recuperando ecosistemas vitales y fortaleciendo la seguridad hídrica y alimentaria de comunidades vulnerables.
Por otra parte, la contaminación del aire es una amenaza directa para la salud humana, responsable de cerca de 7 millones de muertes anuales. Este problema ha movilizado a más de 47 millones de profesionales de la salud, quienes firmaron un llamamiento urgente a la acción.
En respuesta, numerosos países han adoptado medidas para mejorar la calidad del aire, implementando regulaciones estrictas sobre emisiones industriales, promoviendo energías limpias y ampliando el transporte público sostenible. Ciudades como Copenhague y Bogotá evidencian resultados positivos con zonas de bajas emisiones y fomento del uso de vehículos eléctricos y bicicletas.
Estas acciones subrayan la urgencia de entender la crisis ambiental como un todo interrelacionado, donde el equilibrio de la biodiversidad, la calidad del aire y la salud humana están indisolublemente conectados.
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