Hace unos 4.500 millones de años, en un rincón remoto del universo, se formó un planeta aparentemente común. Con el paso del tiempo, la Tierra se fue moldeando: océanos, atmósferas, formas de vida. Entre todas ellas, una especie desarrolló una conciencia capaz de mirar hacia el cielo y preguntarse por su lugar en el mundo. Esa misma especie, la nuestra, ha transformado profundamente el planeta. Y con esa capacidad, también ha venido una responsabilidad: cuidarlo.
Hoy, frente a crisis ecológicas, sociales y económicas que se entrelazan, muchas organizaciones están empezando a actuar cambiando la manera de producir, distribuir, consumir o invertir. Todo esto, implica decisiones difíciles, equilibrar objetivos y comprender impactos que, muchas veces, son invisibles a simple vista.
Ahí es donde los datos tienen un papel fundamental. Porque hablar de sostenibilidad no es solo una cuestión de principios: es también una cuestión de información. ¿Qué impactos estamos generando? ¿Qué riesgos estamos asumiendo? ¿Dónde están las oportunidades reales de mejora?
La experiencia demuestra que, cuando una empresa empieza a medir con precisión, a menudo descubre aspectos inesperados. Medir el Alcance 3, por ejemplo, puede revelar que buena parte de las emisiones no están en las oficinas ni en el transporte, sino en la cadena de suministro, o en el uso del producto por parte del cliente. Solo a partir de esa claridad es posible trazar estrategias eficaces y sostenibles en el tiempo.
El reto, por tanto, no es solo reducir impactos: es tomar mejores decisiones. Y para eso, los datos no son un complemento, sino una brújula. Permiten priorizar, justificar inversiones, dialogar con las partes interesadas y, sobre todo, actuar con responsabilidad.
En un momento en el que cada tonelada de CO₂ evitada cuenta, y cada punto porcentual de mejora puede marcar la diferencia, el conocimiento riguroso se convierte en el motor del cambio. Medir bien no garantiza un futuro sostenible. Pero no medirlo, casi seguro, lo impide.
Tal vez lo más importante que podemos hacer como especie (en esta breve ventana que se nos ha concedido sobre la faz de la Tierra) es cuidar con inteligencia aquello que nos cuida. Y en eso, los datos son una herramienta, sí. Pero también, una forma de respeto.
Este artículo forma parte del Dosier Corresponsables: Día Mundial del Medioambiente.