Dow es un actor relevante en España. Según datos de finales de 2024, contamos con más de 750 empleados, ubicados en su mayoría en el Complejo Industrial de Tarragona, donde se concentran nuestras plantas. Estamos muy orgullosos de lo que hacemos: materias primas que, transformadas, encontramos en los estantes de los supermercados, en los quirófanos, en nuestros coches, en móviles, paneles solares o en las tiendas de ropa. Dicho de otro modo: somos esenciales para nuestra sociedad del bienestar.
La sostenibilidad es uno de los pilares globales de la compañía y una de nuestras brújulas más claras en España. El uso de agua regenerada, juntamente con las otras empresas del clúster químico a través de AITASA, es un claro ejemplo de eficiencia y de ahorro de recursos naturales. La reciente consecución de la certificación Operation Clean Sweep® (OCS), que acredita nuestros esfuerzos para prevenir la pérdida de pellets fuera de nuestras fábricas, va en la misma línea. Las mejoras tecnológicas introducidas en nuestro cracker durante la parada de 2021 supusieron una reducción de emisiones de CO2 del 8%. Y ya estamos trabajando para que la parada de 2029 permita incrementar esa cifra de manera notable. En paralelo, trabajamos sin descanso con las comunidades cercanas a nuestras plantas para asegurar su conocimiento y desarrollo, de modo que entiendan y valoren lo que hacemos.
Nuestro futuro, como el del conjunto del sector de la química básica, se presenta tan incierto como apasionante. Estamos en medio de dos de las transformaciones más importantes en la historia de este ámbito industrial: dejar de emitir CO2 a la atmósfera y que nuestros productos incorporen más materiales reciclados y, al mismo tiempo, sean más fácilmente reciclables. En otras palabras: descarbonización, circularidad y competitividad.
El desafío es grande, pero lo afrontamos con determinación. En cuanto a la descarbonización, tenemos una hoja de ruta sólida. Trabajamos para que nuestro cracker, una planta importante no solo para Dow, sino para la autonomía estratégica del país, continúe avanzando a la neutralidad de emisiones. En España solo hay tres crackers, de modo que cuando hablamos de autonomía estratégica nos referimos a garantizar la capacidad de producción de moléculas esenciales, reduciendo la dependencia de otros actores externos. Realizar las grandes inversiones necesarias para descarbonizar nuestras plantas permitiría reducir las emisiones de CO2 al exterior y, al mismo tiempo, dar un impulso para fortalecer nuestra capacidad de producción.
En cuanto a la circularidad, tenemos claro que si usamos nuestros residuos como materias primas garantizamos un futuro mejor para la sociedad. Si se analiza fríamente, es algo magnífico, casi mágico: convertir un residuo que ha agotado su vida útil en materia prima para disponer de nuevos productos.
Ya tenemos experiencias positivas en este sentido (¿sabíais que los zapatos Crocs están fabricados con bioplásticos producidos en nuestras plantas en España?), pero somos mucho más ambiciosos: en nuestro centro de innovación y desarrollo Pack Studios, también en Tarragona, ya trabajamos con nuestros clientes para preparar muchos más productos que utilizaremos más pronto de lo que pensamos. Y sabemos que estos nuevos plásticos, como mínimo, reunirán estas tres cualidades: permitirán producir productos reciclables; serán circulares, ya que se producirán partiendo de materias primas recicladas y biobasados; y serán competitivos, ya que el mercado los demandará.
El futuro a corto y medio plazo es, por lo tanto, estimulante, pero el presente ofrece muchas dudas. Como dije anteriormente, otros de nuestros objetivos es crecer. Porque para descarbonizarnos y ser circulares, primero tenemos que poder crecer siendo competitivos. Es difícil competir en un mercado global cuando dos de los factores más relevantes en el precio final de un producto, como los costes de la materia prima y de la energía, son sistemáticamente más elevados aquí que en otras partes del mundo, como Estados Unidos o China. Y que conste que cuando hago referencia a “aquí” no me refiero solamente a España, sino que me atrevo a hablar de una desventaja en toda Europa. Como sostienen desde Plastics Europe, la caída en la producción de plásticos y plásticos circulares en Europa amenaza nuestra capacidad para liderar la transición hacia un modelo circular y sostenible.
Queremos ser sostenibles, sin duda; pero solo podremos serlo si al mismo tiempo somos competitivos. Tenemos el talento y la ambición para lograrlo, pero necesitamos que todos los actores implicados se comprometan con hechos tangibles para establecer un marco legal, energético y económico adecuado que nos ayude.
Este artículo forma parte del Dosier Corresponsables: Día Mundial del Medioambiente.