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Desde que en 2006 asumió el desafío de establecer la red chilena del Pacto Global de Naciones Unidas, Margarita Ducci ha sido una figura clave en la evolución de la sostenibilidad empresarial en el país. Con una visión clara y perseverancia ante múltiples desafíos iniciales, “no teníamos oficina, ni personal, ni siquiera un presupuesto”, logró movilizar a decenas de empresas que hoy son referentes en sostenibilidad. En conversación con Corresponsables, y en el marco de su 20º aniversario, repasa su recorrido, los avances del ecosistema corporativo chileno y el rol estratégico que ha cobrado la sostenibilidad en el corazón de la gestión empresarial.
“Muchas empresas nos decían: ‘No tenemos nada que ofrecer en Responsabilidad Social’, pero ya tenían políticas de equidad de género, reciclaje, conciliación laboral… y ni siquiera se daban cuenta de que eso era sostenibilidad”, recuerda. Hoy, más de 200 empresas socias del Pacto Global en Chile trabajan activamente en áreas críticas como el cambio climático, la igualdad de género y la lucha contra la corrupción, integrando la sostenibilidad como eje estratégico.
Ducci destaca cómo “la sostenibilidad ha dejado de ser vista como una obligación para convertirse en un signo de liderazgo y visión empresarial”. También reconoce el rol de medios especializados como Corresponsables, que durante dos décadas han visibilizado y fortalecido el compromiso de empresas e instituciones con la sostenibilidad: “Medios como Corresponsables han sido clave para consolidar esta agenda, visibilizar buenas prácticas y generar conciencia colectiva”.
Margarita, ¿cuándo comenzaste a involucrarte en el ámbito de la Responsabilidad Social y la Sostenibilidad?
Todo comenzó en el año 2006, de la mano del abogado Guillermo Carey (Q.E.P.D.), un referente indiscutido en el ámbito empresarial chileno. Guillermo, quien integraba el directorio mundial del Pacto Global, fue designado para establecer una red formal en Chile y, sin perder tiempo, evaluó diversas alternativas, entre las cuales decidió contactarme. Yo había trabajado previamente con él durante la etapa de privatización de LAN Chile (hoy Latam), en mi calidad de vicepresidenta de Asuntos Corporativos, por lo que ya existía un conocimiento mutuo sólido. Me explicó en detalle la visión del Global Compact a nivel mundial y cómo las Naciones Unidas habían creado esta iniciativa con el fin de promover la entonces denominada Responsabilidad Social Empresarial (RSE), la cual ha evolucionado hoy hacia el concepto más amplio y estratégico de sostenibilidad en las empresas. Esta propuesta me cautivó de inmediato.
«Hemos logrado impulsar la sostenibilidad en Chile de una manera que jamás imaginé»
Sin embargo, el desafío no era menor, ya que no contábamos con una oficina, ni con personal, ni siquiera con un presupuesto asignado. Únicamente teníamos la misión de promover esta visión entre las empresas chilenas, lo que requería, en una primera etapa, sensibilizar y motivar a los distintos actores.
Dado que no había interesados en asumir esta tarea debido a la falta de recursos, mi primera iniciativa fue acercarme al rector de la Universidad Andrés Bello, donde entonces me desempeñaba como Vicerrectora de Comunicaciones. Para mi grata sorpresa, demostró un enorme interés en acoger esta iniciativa, ofreciéndonos un espacio dentro de la universidad. Así fue como comenzó todo. Con el paso del tiempo, más empresas se fueron sumando y el trabajo fue creciendo sostenidamente. Hoy contamos con más de 200 empresas socias que están profundamente comprometidas con los principios del Pacto Global y con su contribución activa a las metas planteadas por los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Este crecimiento no solo ha sido cuantitativo, sino también cualitativo, en términos de impacto real: las empresas no solo adoptan medidas internas, sino que se han convertido en verdaderos agentes de cambio social en áreas críticas como el cambio climático, la igualdad de género y la lucha contra la corrupción. Este compromiso se traduce en una multiplicidad de programas, eventos internacionales, talleres, estudios y diversas actividades. Ha sido un camino apasionante y desafiante, pero profundamente enriquecedor. Hemos logrado impulsar la sostenibilidad en Chile de una forma que jamás imaginé.
“Una vez, un empresario muy conocido nos despidió diciendo que no tenían nada que mostrar, y hoy su empresa es un referente en sostenibilidad”
Actualmente, muchas empresas chilenas participan en iniciativas globales de gran alcance, como el programa Forward Faster, que tiene por objetivo ayudar a las organizaciones a establecer metas ambiciosas en cinco áreas prioritarias: clima, agua, equidad de género, salario digno y finanzas sostenibles, comprometiéndose en cada una de ellas con objetivos medibles y verificables.
En los últimos años, hemos sido testigos de un cambio tangible en la manera en que las empresas desarrollan una convicción profunda e integran la sostenibilidad en el corazón de su estrategia corporativa.
¿Tienes alguna anécdota curiosa de tus primeros pasos en este tema?
Al principio, cuando nos acercábamos a grandes empresas para proponerles sumarse al Pacto Global, algunas nos respondían: “No tenemos nada que ofrecer en Responsabilidad Social”. Sin embargo, al comenzar a indagar sobre sus políticas internas y su relación con los distintos grupos de interés, descubríamos que ya venían avanzando en múltiples aspectos, tales como programas de equidad de género, conciliación entre la vida laboral y personal, políticas de no discriminación e inclusión, cuidado del medio ambiente, reciclaje… ¡y ni siquiera se daban cuenta de que todo eso formaba parte del concepto de sostenibilidad!
Recuerdo especialmente una ocasión en la que un empresario muy conocido nos despidió asegurando que no tenían nada que mostrar. Hoy, esa misma empresa se ha convertido en un verdadero referente en sostenibilidad. Ese tipo de situaciones siempre me han llenado de energía.
¿Cuál fue el primer proyecto o iniciativa de RSE en el que trabajaste? ¿Cómo lo recuerdas?
El primer gran proyecto fue el estudio que denominamos Sistema de Integración de los Principios de Pacto Global (SIPP). Desde sus inicios, Pacto Global estableció como requisito para sus empresas socias la presentación de reportes de sostenibilidad. Vimos en ello una oportunidad extraordinaria para analizar y desglosar esa información con el fin de contar con un diagnóstico que permitiera identificar áreas de mejora. Así, desarrollamos una herramienta que nos permitió analizar los reportes, identificar tendencias, detectar brechas y reconocer aquellas iniciativas empresariales que generaban un impacto positivo y realmente marcaban la diferencia.
“La clave fue la convicción de los directorios y alta gerencia, para impulsar el compromiso de las empresas con este tema”
Se trató de un proyecto pionero, que nos brindó un valioso aprendizaje y, al mismo tiempo, nos permitió visibilizar buenas prácticas, con el objetivo de movilizar al resto de las empresas. Fue clave para detectar zonas poco desarrolladas. Hoy, ese enfoque analítico sigue plenamente vigente, aunque hemos ampliado considerablemente su alcance. La casa matriz ha desarrollado un sistema de reporte en línea, denominado CoP (Comunicación de Progreso), que permite centralizar la información proveniente de las más de 23.000 empresas asociadas a nivel mundial, posibilitando así la generación de un benchmarking tanto global como regional, nacional y por sectores industriales.
¿Cómo era el panorama de la RSE cuando comenzaste y cómo lo ves ahora?
En los primeros años, la Responsabilidad Social Empresarial (RSE) era percibida más como una obligación que como una oportunidad estratégica. Algunas empresas llevaban a cabo actividades filantrópicas básicas, pero el concepto de co-creación con las comunidades no estaba aún plenamente instalado. Hoy, el panorama ha cambiado de manera radical. Las empresas comprenden que, para ser verdaderamente sostenibles, no basta con operar de forma responsable; es imprescindible colaborar activamente con sus comunidades y trabajar en conjunto para abordar los desafíos sociales y ambientales.
En aquellos inicios, la RSE se concebía como una suerte de “licencia para operar”. Algunas compañías prestaban apoyo a las comunidades cercanas a sus operaciones, pero de una manera bastante limitada, generalmente a través de donaciones de productos o servicios. Actualmente, la relación entre las empresas y sus comunidades ha experimentado una transformación profunda. Se reconoce la necesidad de establecer un diálogo continuo y significativo, así como de conocer de forma genuina las necesidades de la comunidad, con el propósito de construir soluciones conjuntas. Este cambio de mentalidad ha sido fundamental, y hemos tenido el privilegio de participar activamente en dicho proceso.
“La sostenibilidad no era solo un área nueva a desarrollar, sino una forma de mejorar su competitividad y relevancia y crecer en reputación”
Recuerdo que, al principio, cuando nos acercábamos a algunas empresas para invitarlas a integrarse al Pacto Global, muchas afirmaban que no tenían nada que aportar en materia de RSE. Sin embargo, al profundizar en su funcionamiento, descubríamos que ya contaban con programas de equidad de género, iniciativas de reciclaje o políticas de conciliación laboral, pero no los reconocían como parte del marco de sostenibilidad. En la actualidad, las empresas son mucho más conscientes del impacto que pueden generar y trabajan activamente para perfeccionar sus políticas, programas y acciones.
Por ejemplo, temáticas como la igualdad de género y la lucha contra la corrupción se han convertido en prioridades para numerosas compañías que, en el pasado, las consideraban secundarias.
“Las empresas entienden que para ser sostenibles no solo deben operar de manera responsable”
Otro ejemplo relevante de este cambio es el nuevo enfoque en la acción climática. Muchas empresas han desarrollado planes de adaptación y mitigación, y se han comprometido con la implementación de objetivos basados en la ciencia (Science-Based Targets, SBT) para reducir sus emisiones. Ante los devastadores impactos del cambio climático, este ya no es solo un desafío, sino una necesidad urgente que numerosas compañías están asumiendo con la seriedad que amerita.
¿Cuáles fueron los mayores desafíos que enfrentaste al implementar prácticas de RSE en las primeras etapas?
Uno de los mayores desafíos fue convencer a las empresas locales de la importancia de presentar reportes de sostenibilidad. En un comienzo, muchas de ellas percibían estos reportes como un obstáculo más que como una herramienta de gestión, pero esa visión ha cambiado significativamente. Hoy en día, la profesionalización en la gestión ha avanzado considerablemente, y reportar de manera transparente no solo se entiende como una obligación, sino como una señal clara de liderazgo empresarial.
“El concepto de co-creación con las comunidades no estaba tan presente”
Mientras que las empresas multinacionales, especialmente las europeas, ya estaban sensibilizadas con estos temas y seguían directrices globales, para muchas compañías chilenas este era un proceso completamente nuevo. No obstante, con el paso del tiempo, las empresas locales comenzaron a adoptar estas prácticas y, actualmente, muchas de ellas se han convertido en verdaderos referentes en sostenibilidad. La clave de esta evolución estuvo en la convicción de los directorios y de la alta gerencia, quienes jugaron un rol fundamental al impulsar el compromiso corporativo con esta temática.
Otro de los grandes desafíos consistió en hacer comprender a las empresas que la sostenibilidad no era simplemente un área emergente por desarrollar, sino una vía concreta para mejorar su competitividad, fortalecer su relevancia y crecer en reputación, con los consiguientes resultados positivos para el negocio.
Hoy, desafíos como el desarrollo sostenible en contextos locales y la imperiosa necesidad de enfrentar el cambio climático son abordados de manera estratégica. Las empresas comprenden que deben asumir un rol protagónico como agentes de cambio.
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