Situados en un escenario de crisis climática, aumento de episodios de lluvias extremas, periodos prolongados de sequía y creciente presión sobre los recursos hídricos, la regeneración urbana no puede entenderse, hoy día, sin integrar el ciclo del agua como eje estratégico. Frente a un modelo tradicional basado en la canalización y rápida evacuación de aguas, las ciudades actuales apuestan por un enfoque circular, naturalizado y resiliente, donde el agua deja de ser un residuo para convertirse en un recurso.
Para situarla en su contexto, podríamos decir que la regeneración urbana, como así se consideró en el Task Force del Observatorio 2030 del CSCAE, es el conjunto de actuaciones integrales dirigidas a mejorar barrios, tejidos urbanos o espacios degradados, no solo desde una perspectiva física, sino también social, económica y ambiental. Supone intervenir sobre la ciudad existente para hacerla más sostenible, inclusiva y habitable.
Dentro de un amplio abanico de acciones entre las que se encuentran la rehabilitación y renovación de edificios, mejora del espacio público, renaturalización urbana (más verde, más sombra, más biodiversidad), renovación de infraestructuras urbanas, revitalización de barrios vulnerables y mantenimiento de la población residente, movilidad sostenible, impulso al comercio local, al empleo y a los servicios comunitarios, y la reducción de emisiones y eficiencia energética, se sitúa la gestión de los recursos y, concretamente en este caso, del agua.
En un contexto urbano, el ciclo del agua incluiría captación de recursos hídricos; potabilización y abastecimiento a la población; uso en viviendas, servicios y actividad económica; recogida de aguas residuales y pluviales; depuración, regeneración, reutilización y retorno al medio natural.
Ocupa un lugar predominante en los procesos de renaturalización urbana, tanto en parques, como corredores verdes, formando parte del sistema de infraestructuras verdes y azules. La combinación de agua y vegetación mejora el microclima urbano, aportando sombra y confort térmico, y aumenta la biodiversidad.
Ampliando la idea de regeneración, reutilización y retorno al medio natural, que cerraría el ciclo del agua, han adquirido gran importancia las actuaciones regeneradoras que permiten redirigir, filtrar, retener y reutilizar el agua para reducir riesgos y mejorar la autosuficiencia hídrica, como son los SUDS (Sistemas Urbanos de Drenaje Sostenible). Los SUDS permiten gestionar el agua de lluvia allí donde cae, imitando el funcionamiento natural del suelo. Incluyen tanto cunetas verdes y zanjas drenantes como parques inundables y lagunas de retención, jardines de lluvia y pavimentos permeables. Sus beneficios son notables, reduciendo caudales punta, filtrando contaminantes o recargando acuíferos. Consiguiendo, con ello, la mejora del paisaje y de los ecosistemas urbanos.
Otro aspecto de la cuestión, y no menos importante a considerar, es el de la reducción del riesgo de inundación, para lo cual es preciso incorporar también una perspectiva urbanística que desarrolle las líneas estratégicas clave consideradas fundamentales para una gestión verdaderamente integral y eficaz del riesgo.
La relevancia de este enfoque complementario se acentúa ante la creciente frecuencia e intensidad de fenómenos meteorológicos extremos, como la devastadora Depresión Aislada en Niveles Altos (DANA) de 2024. Estos eventos ponen de manifiesto las limitaciones de los enfoques sectoriales tradicionales y la urgente necesidad de integrar la gestión del riesgo de inundación de manera transversal en la planificación territorial y urbana.
Medidas como la elaboración de normas técnicas de adaptación para edificaciones en zonas inundables, el impulso del diseño urbano sensible al agua a través de soluciones basadas en la naturaleza o la incorporación de herramientas urbanísticas para intervenir en zonas afectadas de forma más ágil y eficaz, son cada vez mas necesarias en el paisaje de incertidumbre que contemplamos en la actualidad.
Por último, no debemos olvidar la importancia del ciclo del agua y su conexión con los procesos de renaturalización urbana, en relación con uno de los pilares del urbanismo actual: la salud colectiva, considerándola, como hace la Organización Mundial de la Salud, no solo como la ausencia de enfermedad sino como un estado completo de bienestar del ser humano, en sus dimensiones física, mental y social.
Según esta organización, una parte importante de los factores que influyen en nuestro estado de salud dependen del entorno en que vivimos. Por tanto, serán determinantes tanto los factores ambientales del barrio y los recorridos saludables, como una movilidad sostenible y, en definitiva, un modelo de ciudad mediterránea basada en la Agenda Urbana Española: compacta en su morfología, compleja en su organización, eficiente energéticamente y cohesionada socialmente.
Esta tribuna es parte de la colaboración entre Corresponsables y el Observatorio 2030 del CSCAE para dar a conocer las líneas de trabajo de su Comisión de Visión y Estrategia.

