Plantaciones de café ligadas a tráfico de personas, fábricas donde los protocolos de seguridad ni existen ni se les espera, tripulantes embarcados durante años sin poder contactar con amigos y familiares o extracciones mineras asociadas a trabajo infantil. Derechos humanos comprometidos hoy por los márgenes y la rentabilidad.
Aunque existe un amplio consenso sobre la condena de estas prácticas, las buenas intenciones se enfrentan a la complejidad de asegurar la debida diligencia en cadenas de suministro complejas y globales, a las voces que quieren limitar la responsabilidad de la empresa y a la indiferencia del consumidor.
Los impactos asociados a un producto no se generan exclusivamente donde la empresa opera directamente, sino que incluyen todas las etapas asociadas a su diseño, fabricación y consumo. A nivel medioambiental no hay dudas de esto, pero a nivel social la unanimidad se quiebra. Sin embargo, la selección de proveedores, los plazos establecidos, los precios, los volúmenes de compra o las materias primas que se utilizan son decisiones que acaban construyendo una cadena de suministro determinada y no otra, y por tanto llevan asociados unos impactos y no otros. La generación de esos impactos, por tanto, está directamente ligada al producto o servicio concreto y se materializa en una responsabilidad específica.
La tan ampliamente discutida directiva de debida diligencia fue aprobada para que las empresas asumiesen esa responsabilidad. Veremos qué ocurre finalmente, pero si realmente queremos garantizar un mercado libre de prácticas que vulneren los derechos humanos y el medioambiente no queda otra que hacer responsable a cada empresa de lo que hacen sus proveedores directos e indirectos. Las empresas tienen la obligación ética y moral (y esperemos que legal) de asumir que tienen un poder de decisión y por tanto de prevención y acción en su propia cadena de suministro.
Hace unos días me preguntaba un alumno de un máster del que soy docente cómo impacta en la cuenta de resultados de una empresa el control de su cadena de suministro. Le respondí que no deberíamos asumir que esto es un coste extraordinario igual que no asumimos que los controles y las auditorías de calidad que se hacen a los proveedores de materias primas o fabricantes de productos son un coste externo a la elaboración del propio producto. Forma parte del proceso de elaboración de ese producto asegurar que se cumplen los estándares de calidad, e igualmente deberíamos asumir que hay que garantizar que lo que estamos fabricando o vendiendo está asociado a unas determinadas prácticas sociales y medioambientales.
En Nauterra implantamos un sistema de compras responsable en 2017 y desde entonces monitorizamos de cerca a nuestros proveedores sin que esto haya comprometido la cuenta de resultados, más bien lo contrario. Ahora tenemos una cadena de suministro más fiable, más controlada y más robusta.
Además, existen muchas iniciativas conjuntas, como amfori, de la que somos miembros desde 2016, que ayudan a construir esas cadenas de suministro más confiables. La unión hace la fuerza, el poder de negociación se multiplica y es capaz de transformar sectores completos.
Recientemente tuvimos la oportunidad de celebrar en la AEC una jornada que titulamos más allá de la directiva de debida diligencia y que iba dirigida a PYMES con el objetivo de transmitir que haya o no una obligación legal de control de proveedores existen ventajas asociadas a monitorizar las cadenas de suministro. Las empresas, estén o no obligadas por una norma, prefieren minimizar riesgos y contratar proveedores responsables que no solo controlen sus operaciones sino las de su propia cadena de suministro. Este efecto cascada es lo que acaba transformando sectores completos.
Y al otro lado de esa cadena está un consumidor, en una mayoría abrumadora, indiferente a lo que ocurre para que ese producto llegue hasta él.
La sociedad de consumo actual nos empuja a consumir de manera compulsiva sin dejarnos tiempo a reflexionar sobre nada, ni sobre lo más básico que es si necesitamos realmente eso que vamos a consumir. Tenemos que empezar a hacer compras informadas y reflexionadas si queremos provocar un cambio y asegurar cadenas de suministro responsables. Debemos ser más conscientes de la trascendencia que tienen nuestras acciones de compra, pues son una manifestación más de lo que queremos que sea el mundo.

