Tenemos el reto de controlar las plagas de forma eficiente, cuidando el medioambiente y la biodiversidad, por ello es necesario avanzar hacia un control responsable de plagas basado en el conocimiento de la biología de las especies, que actúe específicamente sobre la plaga diana, evitando el uso de rodenticidas anticoagulantes.
Desde la década de 1990 han ido surgiendo múltiples estudios que ponen de manifiesto el importante impacto que tiene el uso de rodenticidas anticoagulantes en la fauna silvestre y la biodiversidad. Estos estudios muestran el daño sobre depredadores, aunque los efectos de los rodenticidas incluso se han observado en poblaciones de caracoles, babosas o de peces. Estos rodenticidas están compuestos por sustancias persistentes, bioacumulativas y tóxicas, que pueden tener una presencia contrastada en los animales de más de 300 días.
Las especies más afectadas por intoxicación secundaria son las que se alimentan de micromamíferos e invertebrados que han consumido rodenticida anticoagulante. En este sentido, una de las especies más afectadas es el erizo común, como consecuencia de consumir caracoles intoxicados.
Además, otra de las problemáticas asociadas al uso de rodenticidas es la aparición de resistencias genéticas en poblaciones de roedores que aparecen en zonas con aplicación intensiva de rodenticidas. Esto agrava la situación puesto que los roedores no mueren cuando consumen el rodenticida y lo acumulan en su cuerpo. De esta manera, la intoxicación es mayor cuando los depredadores consumen estos roedores. Aunque las ciudades pueden parecer inhóspitas para la vida animal, en realidad albergan una gran variedad de especies con un papel importante en los ecosistemas urbanos.
Según las proyecciones de la ONU, se estima que en el año 2050 el 68% de la población mundial vivirá en zonas urbanas. Por tanto, es fundamental planificar la gestión de las ciudades, teniendo en cuenta que combatir las plagas y proteger la biodiversidad, es esencial para cuidar la salud de las personas.
Impulsar la gestión de control de plagas sostenible en los espacios verdes, promoviendo el equilibrio ecológico es bueno para todos, por ello, es necesario apostar por una gestión de parques y jardines urbanos que prime la preservación y el fomento de la biodiversidad. En este sentido, debemos partir de un buen diagnóstico, para ver qué especie estamos tratando y con qué otros seres vivos conviven en ese espacio, para establecer el protocolo de control adecuado.
El conocimiento biológico de las especies nos permite ser mucho más selectivos en los tratamientos, centrándonos, por ejemplo, en las madrigueras de las ratas, lo cual reduce drásticamente la posible afectación sobre otras especies. Estos aspectos son esenciales para preservar la riqueza natural y la salud pública.
En este sentido, cabe destacar que en los parques del área metropolitana de Barcelona donde se ha aplicado esta metodología se ha garantizado un menor impacto ambiental, evitando la afectación en erizos y cárabos, con una reducción de más del 50% de producto.
En definitiva, debemos aspirar a crear entornos urbanos donde la sociedad pueda desarrollarse y prosperar, con espacios verdes donde puedan coexistir distintas especies, ya que la biodiversidad es esencial para el futuro de nuestro planeta, en línea con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas.
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