En esta conversación profundizamos en la experiencia formativa y personal de Amparo Gabarda, alumna del Samsung Innovation Campus. Su trayectoria parte del mundo del arte y la restauración, un ámbito aparentemente ajeno a la tecnología. A través de su testimonio, exploramos cómo afrontar una transición profesional, vencer el miedo a empezar desde cero y descubrir nuevas oportunidades vinculadas a la programación y a la inteligencia artificial.
Vienes del mundo del arte y la restauración, un ámbito muy distinto al tecnológico. ¿En qué momento decides dar el salto y qué te llevó a inscribirte en el Samsung Innovation Campus?
En mi caso el “salto” no fue un día concreto. Fue más bien una suma de cosas: curiosidad, necesidad y una especie de intuición. Curiosidad porque siempre me ha atraído entender cómo funcionan las cosas por dentro. Necesidad porque el mundo cambia y te obliga a preguntarte: “¿Qué herramientas me faltan? ¿Qué puedo aprender para abrirme puertas?”. Empecé a ver que la tecnología no es solo para “gente técnica”, sino una herramienta que puede conectar con casi cualquier campo… también con el arte.
Lo de inscribirme en Samsung Innovation Campus fue un acto de valentía pequeño pero real. Yo no venía de ingeniería, ni de informática, ni nada parecido. Me inscribí justamente por eso: porque necesitaba un entorno estructurado, con acompañamiento, que me ayudara a empezar desde cero sin sentir que estaba sola. Para mí fue como decir: “Vale, no tengo ni idea, pero quiero intentarlo de verdad”.
Has contado que empezaste el curso con bastante miedo, rodeada de perfiles muy técnicos. ¿Qué fue lo más difícil al inicio para alguien que partía desde cero?
Lo más difícil al principio fue el choque mental, más que el contenido. Cuando estás rodeada de gente que ya habla “otro idioma”, te comparas sin querer. Y la comparación, al inicio, te puede paralizar. Yo tenía miedo de hacer preguntas “tontas”, de ir lenta, de no estar a la altura… incluso de confirmar esa idea típica de “esto no es para mí”.
También me costó mucho asumir que equivocarme era parte del proceso. En mi mundo, en restauración, hay un respeto enorme por el error porque un error puede ser irreversible; hay mucha responsabilidad. En programación, en cambio, te equivocas cada cinco minutos y no pasa nada: es parte del camino. Pero yo venía con esa exigencia de hacerlo bien a la primera… y eso en programación te rompe.
Y luego está la frustración técnica del inicio: conceptos que parecen abstractos, cosas que no te salen y no sabes por qué, y la sensación de “me falta base”. Pero con el tiempo entendí algo clave: no era falta de capacidad, era falta de familiaridad. Como cuando aprendes una técnica nueva de restauración: al inicio todo es torpe, y luego el cuerpo y la cabeza lo integran.
¿Qué ha significado para ti, a nivel personal, pasar de no tener conocimientos previos a crear tu propia aplicación dentro de un programa como Samsung Innovation Campus?
Para mí ha sido una reafirmación. No solo de “he aprendido a programar”, sino de algo más profundo: soy capaz de entrar en un terreno nuevo y construir algo desde cero. Eso, personalmente, me ha cambiado la forma de hablarme a mí misma.
Crear una aplicación (aunque no sea perfecta) es pasar de la teoría a algo tangible. Es mirar tu proyecto y decir: “Esto no existía y ahora existe porque yo lo he hecho”. Y esa sensación es muy poderosa cuando vienes con dudas o con el síndrome de la impostora. Es como una prueba silenciosa de que no era algo imposible sino solo desconocido.
También me ha reconciliado con la idea de empezar tarde o empezar diferente. Hay mucha presión con la tecnología: parece que si no empezaste con 15 años ya llegas tarde. Y no es verdad. Yo he visto que se puede aprender con método, constancia y un entorno que te sostenga.
Más allá de aprender a programar, ¿qué otras habilidades o aprendizajes te llevas de esta experiencia formativa?
Me llevo varios aprendizajes que no son “código”, pero que son igual o más importantes. El primero, la tolerancia a la frustración: aprender a no rendirme cuando algo no sale y a no interpretarlo como un fracaso personal.
También el pensamiento estructurado: descomponer problemas grandes en pasos pequeños. Esto en restauración ya existe, pero aquí lo he llevado a otro nivel. Autonomía: saber buscar soluciones, leer documentación, probar alternativas. Aprendes a no depender siempre de alguien.
Me llevo confianza: no la típica confianza vacía, sino la confianza real que viene de haber pasado por el proceso. Mentalidad de crecimiento: entender que “no sé” no es un punto final, es el punto de partida. Y algo que me ha sorprendido, es que también me llevo una experiencia humana. Compartir inseguridades, pedir ayuda, celebrar pequeños logros, salir a merendar juntos… se crea una comunidad. Y eso sostiene muchísimo cuando estás en un cambio de rumbo.
¿Ha cambiado o piensas que va a cambiar tu futuro profesional al pasar por Samsung Innovation Campus?
Sí, pero de una forma realista. No lo vivo como “ahora soy otra persona y cambio de vida de golpe”, sino como que he ampliado mis posibilidades.
Antes mi futuro profesional estaba bastante encarrilado: restauración, proyectos culturales, trabajos concretos. Ahora siento que tengo más opciones: puedo incorporar tecnología a lo que ya hago, puedo colaborar en proyectos digitales vinculados al patrimonio, puedo seguir formándome hacia perfiles más tecnológicos, o incluso combinar ambos mundos.
Lo importante es que ya no veo la tecnología como “un muro”. La veo como una caja de herramientas. Y eso cambia el futuro porque te cambia la manera de imaginarlo. Yo ahora pienso: “¿Y si esto lo resolviera con una app? ¿Y si digitalizo tal proceso? ¿Y si creo una herramienta para…?”. Antes esas ideas ni me aparecían.
Muchas personas creen que la inteligencia artificial o la programación “no son para ellas”. Desde tu experiencia, ¿qué les dirías?
Les diría una cosa muy simple y honesta: yo también pensaba eso. Y si algo he aprendido es que muchas veces no es que no sea para ti; es que nadie te lo ha explicado de una manera accesible o no has tenido un contexto seguro para aprender.
También les diría que programar no es ser un genio, ni vivir pegada a una pantalla con fórmulas raras. Programar es resolver problemas paso a paso. Y eso lo hace muchísima gente en su vida diaria sin llamarlo “programación”. La diferencia es que aquí lo conviertes en instrucciones para un sistema.
Y con la inteligencia artificial, además, pasa algo: da miedo porque parece enorme. Pero precisamente por eso es importante acercarse, aunque sea desde lo básico. No para estar a la moda, sino para entender qué es, qué no es, y cómo puede ayudarte o cómo puede afectarte.
Si alguien tiene dudas, yo le diría que pruebe un primer paso pequeño. Un curso, una lección, un proyecto mínimo. No hace falta convertirte en otra persona. Basta con darte la oportunidad de aprender.
¿Qué crees que aportan iniciativas como Samsung Innovation Campus a personas que necesitan reinventarse profesionalmente o explorar nuevos caminos?
Aportan estructura y posibilidad. Para reinventarte no basta con querer: necesitas un plan, un entorno y un acompañamiento. Y eso es lo que te da una iniciativa así, un marco serio donde aprender y ponerte a prueba, pero sin sentirte fuera por no venir del perfil típico.
También aportan algo muy valioso, que es la legitimidad. Cuando vienes de otro sector, a veces te sientes como una intrusa. Un programa formativo reconocido te ayuda a decir: “Esto no es un capricho, es una formación, es un proceso”. Y eso te da seguridad a ti y también se percibe hacia fuera.
Si pudieras volver al primer día de clase, ¿qué le dirías a la Amparo que llegó con dudas y miedo?
Le diría: “Respira. No tienes que demostrar nada hoy”. Le diría que no se compare, que no se avergüence por preguntar, y que el miedo no es señal de que no valga: es señal de que le importa.
Le diría también que va a tener días en los que pensará que no puede. Y aun así va a seguir. Y eso va a ser lo que le cambie.
Y, para terminar, le diría una frase que me habría aliviado muchísimo: “No necesitas sentirte preparada para empezar. Empiezas y luego te preparas”.

