Corresponsables entrevista al Dr. Jaime Masjuán, jefe de Servicio de Neurología del Hospital Ramón y Cajal y patrono de la Fundación Alberto Contador, para profundizar en su trayectoria y en su implicación en la lucha contra el ictus. Con una amplia experiencia en la creación y desarrollo de unidades especializadas, el Dr. Masjuán ofrece una visión actualizada sobre esta enfermedad, sus factores de riesgo y la necesidad urgente de reforzar la divulgación entre la ciudadanía.
En la conversación, el neurólogo analiza los avances más relevantes en el ámbito del ictus durante las últimas décadas, así como los proyectos realizados junto a la Fundación Alberto Contador para mejorar la prevención, la detección precoz y la rehabilitación. También destaca el rol del deporte como herramienta clave para la salud cerebral y la reintegración social de los pacientes, subrayando la importancia de seguir impulsando iniciativas que unan medicina, comunidad y hábitos de vida saludables.
¿Cuál ha sido su relación con la Fundación Alberto Contador y con Alberto en particular?
Mi conocimiento de Alberto comenzó cuando sufrió un incidente neurológico hace ya muchos años. Fue atendido en nuestro hospital por un pequeño derrame como consecuencia de una enfermedad congénita poco conocida llamada cavernoma. Afortunadamente no le dejó secuelas y pudo ser intervenido quirúrgicamente en nuestro centro.
Le explicamos a Alberto, en aquel entonces, la importancia del ictus, que en su caso fue consecuencia de algo congénito, pero que en la mayoría de personas se debe a factores de riesgo muy concretos.
¿Qué importancia tienen las figuras públicas y las fundaciones en la divulgación del ictus?
Es fundamental. El ictus es una enfermedad tremendamente discapacitante: es la primera causa de muerte en la mujer en España y la primera causa de discapacidad en el adulto. Sin embargo, puede prevenirse, ya que existen factores de riesgo muy claros: hipertensión, diabetes, tabaquismo, sedentarismo o colesterol elevado.
Las fundaciones y los personajes públicos ayudan a difundir esta información y a promover hábitos saludables, como el deporte y la bicicleta, que reducen sobrepeso, niveles de azúcar y colesterol.
El deporte, además de prevenir, es también esencial para pacientes que ya han sufrido un ictus. Tras la rehabilitación, la actividad física favorece su integración social, mejora el ánimo y facilita la recuperación de parte de la discapacidad. El deporte actúa, por tanto, en dos direcciones: prevención y recuperación.
¿Cómo valora la innovación en el campo del ictus en estos últimos años?
En estos 20–25 años la innovación ha sido impresionante. Hemos pasado de no poder hacer prácticamente nada a disponer de unidades de ictus y tratamientos capaces de eliminar coágulos del cerebro, ya sea mediante medicación o técnicas endovasculares.
Pero esta innovación no sirve si los pacientes no llegan a tiempo. Muchos no reconocen los síntomas, pérdida de fuerza en un lado del cuerpo, dificultad para hablar, pérdida de visión por un ojo, porque no suele haber dolor. Por eso es vital que la población llame al 112 o 061 de inmediato.
La información no debe quedarse solo en los hospitales: la ciudadanía tiene que conocer qué hacer ante un ataque cerebral.
Hace unos años realizaron un estudio sobre el ictus en población joven. ¿Qué conclusiones obtuvieron?
Hace diez años hicimos el primer estudio en España sobre pacientes con ictus en edad laboral, por debajo de 55 años, en colaboración con la Fundación. Descubrimos que uno de cada ocho pacientes era joven, y que la causa no solía ser congénita, como en el caso de Alberto, sino factores de riesgo no conocidos: hipertensión, diabetes o colesterol alto.
También detectamos otros factores como el tabaquismo y el estrés laboral y social. Aunque analizábamos a menores de 55 años, la mayoría tenía entre 40 y 55. Y, a diferencia del infarto agudo de miocardio, en el que muchos pacientes pueden reincorporarse a su trabajo, en el ictus incluso lesiones pequeñas pueden afectar a funciones cerebrales clave: velocidad de procesamiento, lectura, motricidad fina o capacidades intelectuales.
Esto provoca pérdida del empleo, dificultades económicas, problemas familiares y, en muchos casos, cuadros depresivos importantes.
¿Qué próximos pasos imagina para la Fundación respecto al ictus?
Me gustaría repetir aquel estudio realizado en 2014. La impresión, y datos de otros centros, es que la proporción ha aumentado: ya no es uno de cada ocho, sino casi uno de cada seis jóvenes.
Mi idea es realizar el estudio durante 2026 y presentarlo en 2027, coincidiendo con el 50 aniversario de mi hospital. Sería muy interesante comparar los resultados con 10 años de diferencia y ver cómo ha evolucionado la sociedad frente al ictus. A pesar de las campañas, el número de casos sigue aumentando y la edad de los pacientes continúa disminuyendo. No es lo mismo tener un ictus a los 95 años que a los 47 o 48, con toda una vida por delante.
Para quienes quedan con discapacidad, es imprescindible fomentar la práctica deportiva, ya sea bicicleta, natación, pádel u otros deportes adaptados, como herramienta de prevención de un segundo episodio y de integración social. El deporte genera endorfinas, optimismo y motivación; y al no usar pantallas, también favorece la salud cerebral, especialmente en jóvenes sobreexpuestos a ellas.
Para finalizar, ¿quiere añadir algo más?
Para mí es un honor pertenecer a la Fundación Alberto Contador y conocer a la familia Contador. Me entusiasma formar parte de un proyecto que combina mis dos grandes pasiones: la medicina y el deporte.
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