Querida Iria, has desarrollado una trayectoria de más de 20 años en Asuntos Públicos, Sostenibilidad y Estrategia Corporativa. Desde tu experiencia, ¿cómo ha evolucionado el papel de las empresas en la sociedad?
En estas dos décadas he visto cómo el papel de la empresa en la sociedad ha cambiado por completo. Hoy las compañías ya no viven solo de sus resultados: operan bajo un escrutinio social muchísimo mayor y en un entorno donde la regulación, la geopolítica, la gobernanza y la sostenibilidad pesan tanto como la propia cuenta de resultados. Cada decisión empresarial tiene una lectura económica, pero también social y, a veces, política.
Esto obliga a las organizaciones a moverse en un equilibrio cada vez más complejo: responder a las expectativas sociales sin perder competitividad. Ya no basta con reaccionar; hay que anticipar, comprender el contexto y gestionar riesgos que antes ni existían.
En mi trayectoria he visto cómo la inteligencia regulatoria, la gestión del riesgo y los asuntos públicos han pasado de ser funciones periféricas a convertirse en herramientas clave para el negocio y la resiliencia a largo plazo.
¿Qué te atrajo del proyecto de NITID y qué te motivó a unirte como Senior Advisor? Desde tu nueva posición, ¿cómo piensas contribuir a fortalecer la capacidad de la consultora para acompañar a empresas e instituciones en sus procesos de transformación?
NITID tiene una visión muy clara: la geopolítica, la regulación y los asuntos públicos ya no son funciones de soporte, sino palancas de competitividad y de toma de decisiones. Es un enfoque basado en anticipación, análisis riguroso y construcción de consensos, no en la reacción o la agenda táctica. Y eso encaja totalmente con mi manera de trabajar.
Desde mi nuevo rol aporto una experiencia amplia trabajando con instituciones europeas, organismos internacionales, asociaciones sectoriales y gobiernos. Acompaño a equipos directivos y órganos de gobierno en inteligencia regulatoria, diplomacia corporativa, sostenibilidad, gobernanza y relaciones estratégicas. Mi objetivo es ayudarles a anticipar, posicionarse mejor y tomar decisiones sólidas en entornos cada vez más complejos.
En un entorno global tan complejo, ¿qué importancia tiene fortalecer el diálogo entre empresas, administraciones y sociedad civil?
Hoy fortalecer el diálogo público-privado no es solo importante: es una necesidad estratégica. La complejidad geopolítica —desde tensiones comerciales hasta cambios regulatorios acelerados, riesgos tecnológicos, nuevas exigencias ESG o medidas de autonomía estratégica— ha convertido la interacción entre gobiernos, empresas y sociedad civil en un elemento clave de estabilidad.
Muchos de los riesgos que afrontan las empresas son geoeconómicos: aranceles, volatilidad de materias primas, ciberataques, restricciones a inversiones, nuevos requisitos de diligencia debida o incluso la retirada de licencias. No hay precedentes claros para medir su impacto, y por eso la anticipación y el diálogo son fundamentales.
Un diálogo transparente y continuado permite a los reguladores legislar mejor, a las empresas anticipar impactos reales y a la sociedad civil participar en soluciones equilibradas. Cuando esto se hace bien, se reducen la incertidumbre y la polarización, y se generan políticas públicas más sólidas.
¿Qué ejemplos de buenas prácticas destacarías en materia de alianzas público-privadas o diplomacia corporativa?
Hay ejemplos muy claros de colaboración público-privada que están funcionando muy bien. En Europa, las mesas de Critical Raw Materials han permitido a gobiernos y grandes compañías industriales identificar materias primas estratégicas, reforzar la trazabilidad y coordinar respuestas ante disrupciones, reduciendo vulnerabilidades geoeconómicas.
También destacan las iniciativas para definir estándares globales —como ISO, UNECE o GS1 con el pasaporte digital de producto— donde empresas y reguladores construyen marcos comunes de sostenibilidad, seguridad y trazabilidad que facilitan operar en distintos mercados.
Y un tercer ejemplo son los marcos de gobernanza en tecnologías emergentes, datos o ciberseguridad, donde empresas tecnológicas y operadores críticos trabajan con autoridades para definir principios de IA responsable o estándares de protección frente a riesgos sistémicos.
En todos los casos, el denominador común es el mismo: diálogo continuo, evidencia y una visión compartida de que regulación, competitividad e innovación deben avanzar juntas.
¿Qué tendencias crees que marcarán el futuro de la inteligencia regulatoria y la diplomacia corporativa?
Vamos hacia un modelo de gestión menos reactivo y mucho más predictivo. El contexto geopolítico, los cambios regulatorios y la presión social obligan a anticipar escenarios y a tomar decisiones rápidas con información incompleta. Competitividad, resiliencia, transición energética y tecnología van a marcar la agenda.
Las organizaciones que sepan anticipar, colaborar y mantener un diálogo institucional estable serán más ágiles, más influyentes y más resilientes.
¿Qué papel deben jugar los líderes empresariales en la construcción de organizaciones más sostenibles, éticas y resilientes?
Los líderes tendrán que gestionar un equilibrio complejo: responder a expectativas sociales sin perder competitividad. En un entorno así, el liderazgo pasa por comunicar con claridad, actuar con coherencia y tomar decisiones que generen confianza.
Las organizaciones más fuertes serán las que tengan líderes capaces de explicar bien el porqué de cada decisión, anticipar riesgos y mantener credibilidad incluso en momentos de presión o incertidumbre.
Accede a más información responsable en nuestra biblioteca digital de publicaciones Corresponsables.

