Entrevista para Corresponsables con Albert Cortada, Country Manager de Ferrer para España y Portugal, y Silvia Baqués, Chief Social Justice Officer de Ferrer, en la que analizan cómo la compañía ha situado la Justicia Social en el centro de su modelo de negocio y en la toma de decisiones estratégica. Ferrer, compañía farmacéutica internacional con un fuerte compromiso social, articula su propósito a través de tres pilares —Great People, Liveable Planet y Collective Action— que guían tanto la evolución de sus operaciones como el impacto que genera en las personas, el entorno y las comunidades.
Albert Cortada y Silvia Baqués explican el avance de Ferrer en ecodiseño, descarbonización, gobernanza ética, experiencia del empleado, bienestar integral y activismo social, así como la transformación organizativa que supone haber integrado un área específica de Social Justice en el comité de dirección. También abordan la colaboración con proveedores y socios comerciales, las iniciativas globales, la inversión social canalizada a través de sus fundaciones y los retos de futuro para seguir demostrando que un modelo empresarial que antepone la justicia social al beneficio económico es posible y genera impacto positivo.
¿Cómo define el propósito de Ferrer en materia de sostenibilidad —o, como lo llamáis vosotros, Justicia Social— y de qué manera orienta la estrategia global de la compañía?
Albert Cortada: En Ferrer, como decías, la justicia social es algo troncal en la estrategia de la compañía. Lo verbalizamos con una frase muy clara: utilizamos nuestro negocio para luchar por la justicia social. Ese propósito lo tenemos muy claro dentro de la compañía y vertebra toda nuestra estrategia. Va mucho más allá de una estrategia propiamente de marca, porque condiciona muchas de las decisiones que tomamos en la compañía a todos los niveles. Es casi una forma de pensar, algo innegociable.
Un ejemplo de ello es que hace unos años nos certificamos como empresa B Corp y ahora, en 2025, nos hemos recertificado, convirtiéndonos en la compañía farmacéutica con mayor puntuación del mundo, casi 140 puntos. Creo que esto demuestra que ese propósito —esa voluntad de luchar por la justicia social— está presente en todos los ámbitos de la compañía.
Ese propósito lo estructuramos en tres pilares. El primero, Great People, con el que promovemos una cultura basada en la confianza y la responsabilidad de las personas. El segundo, Liveable Planet, centrado en la protección del medioambiente y en cómo esta protección repercute en nuestro bienestar y en el de las generaciones futuras. Y el tercero, Collective Action, con el que exploramos nuevas formas de colaboración para abordar desafíos críticos que tiene la sociedad, siempre con un objetivo claro: ser parte de la solución y no del problema.
La evolución hacia modelos de producción más responsables y el ecodiseño aparecen como prioridades. ¿Cómo lo integran en la operación diaria y en la cadena de suministro?
AC: Como compañía farmacéutica integrada verticalmente, también contamos con toda la parte logística y de operaciones. Si combinamos esto con la crisis climática —que es real y requiere acción inmediata—, el desafío nos obliga a replantear cómo podemos ser más responsables en todas nuestras operaciones.
Desde 2019 hemos reducido casi un 14 % nuestra huella de carbono, una tendencia decreciente que ya veníamos consolidando desde hace años. Una parte importante de este avance es la apuesta por energías verdes: actualmente, el 100 % de la energía eléctrica que contratamos procede de fuentes de origen renovable.
También trabajamos intensamente en ecodiseño. Por ejemplo, el 100 % de nuestro packaging de cartón y papel se obtiene sin implicar deforestación. Y en la cadena de suministro impulsamos acciones que van más allá de nuestra propia compañía. Hemos puesto en marcha un programa llamado LinkUp, con el que implicamos a proveedores y socios comerciales para que hagan avances en términos de sostenibilidad y justicia social en sus propias cadenas de valor.
Hoy en día, casi el 60 % de nuestros partners ya están implicados en la detección de posibles riesgos en sostenibilidad y estamos empujándoles a tomar acciones concretas para medir y gestionar esos riesgos. Es decir, estamos extendiendo esa responsabilidad no solo dentro de Ferrer, sino más allá.
En cuanto a RSC y comunidad, Ferrer aumenta su implicación en proyectos sociales y voluntariado. ¿Cuál es el vínculo que establecéis con la comunidad local y cómo lo medís?
Silvia Baqués: Como comentaba Albert, nuestro propósito es muy claro: utilizar el negocio para luchar por la justicia social. Tenemos un compromiso tan firme con ello que hemos dado un paso más, ubicando este propósito directamente en la mesa del comité de dirección.
Para hacerlo posible, hemos creado un área específica llamada Social Justice, que tengo la suerte de liderar. Vengo de distintas funciones dentro del área de People, y ahora incorporamos esta mirada de justicia social en las decisiones que tomamos desde el comité, igual que lo hacemos desde prismas como marketing, finanzas o el área médica. Creemos que esta es una diferencia clave que nos permite avanzar de verdad.
El área, de nueva creación desde septiembre, se estructura en torno a tres grandes objetivos. El primero es seguir trabajando por un planeta habitable, con todas las medidas medioambientales que Albert ya mencionaba. El segundo es generar impacto en el negocio: cuando decimos que hacemos las cosas de forma diferente, también implica cómo desarrollamos nuestro modelo empresarial desde Social Justice. Y el tercero es el activismo social.
En Ferrer ya hablábamos de activismo desde hace tiempo, pero ahora queremos relanzarlo con una visión 24/7, 365 días al año. En nuestro día a día tomamos muchas decisiones y queremos que la justicia social esté presente en ellas. A veces es fácil, otras veces más complejo, pero siempre intentamos vincular ese propósito con nuestras acciones cotidianas como forma de devolver a la sociedad lo que le pertenece.
De hecho, en los últimos cinco años hemos destinado el 50 % de nuestros beneficios a proyectos sociales y medioambientales, principalmente mediante donaciones a través de nuestras fundaciones, que son también las que impulsan gran parte de nuestro activismo.
El empleado, su formación y bienestar forman parte del pilar “Great People”. ¿Qué iniciativas de formación o bienestar son las más transformadoras según vuestra experiencia?
SB: El pilar Great People sitúa a las personas en el centro. Y lo más transformador ha sido, sencillamente, escucharlas. Hemos creado un programa específico llamado People Experience, inspirado en cómo desde marketing o comercial trabajamos la experiencia del cliente o del paciente. Queremos trabajar así también la experiencia de quienes formamos parte de Ferrer.
Hemos desarrollado un proyecto transversal con más de 50 personas que representan distintas realidades dentro de la compañía. Analizamos todo el journey de las personas que trabajan en Ferrer, desde que conoce la compañía y nuestro propósito, hasta su salida, si llega a producirse. A partir de ese análisis identificamos lo que llamamos “momentos de la verdad” que nos permiten mejorar su experiencia y reforzar así la vinculación, el orgullo de pertenencia y el compromiso con la organización.
En cuanto al bienestar, lo abordamos desde un prisma muy amplio: bienestar emocional, físico, social —incluyendo las comunidades con las que trabajamos— e incluso financiero. Estamos orgullosos porque nuestras oficinas centrales han obtenido la certificación WELL Platinum, que nos reconoce como una empresa que cuida de las personas.
La gobernanza ética y la transparencia son fundamentales para ganar confianza. ¿Qué mecanismos internos reforzáis para asegurar que esos valores se materialicen en todas las áreas de Ferrer?
AC: La ética y la transparencia son fundamentales en nuestra manera de hacer negocios. Tenemos un comité corporativo de ética y cumplimiento que se reúne periódicamente para fomentar esta cultura dentro de la organización.
Contamos también con un departamento dedicado exclusivamente a ética, que impulsa acciones de sensibilización, formación y acompañamiento al negocio en materia de integridad y cumplimiento. Además, disponemos de un canal ético totalmente anónimo para que cualquier persona pueda identificar situaciones que requieran una actuación.
Recientemente hemos obtenido una certificación muy reconocida a nivel mundial: la Compliance Leader Verification de Ethisphere, que acredita las mejores prácticas en materia de cumplimiento empresarial.
Desde RSC, ¿qué iniciativas consideras clave para seguir fortaleciendo la cultura interna de sostenibilidad y asegurar que todas las áreas de la compañía se sientan parte del impacto que genera Ferrer?
SB: Para nosotros es esencial que el propósito individual de cada persona esté vinculado al propósito corporativo. Queremos que todos los beneficios que generamos vuelvan donde deben: a la sociedad.
Como Ferrer opera globalmente —con filiales en México, Portugal, Alemania y otros países—, queremos que esta visión trascendental no se quede solo en España. Trabajamos para que todas las filiales conecten su actividad con la lucha por la justicia social y con las comunidades locales de cada país. Creemos que la clave es seguir cerca de estas realidades diversas para poder luchar por la justicia social tal como merece.
¿Cuáles son las principales prioridades que Ferrer se ha marcado para los próximos años en ESG —y dónde ve las mayores oportunidades de cambio?
AC: Tenemos muchas oportunidades y diversas prioridades, todas relacionadas con la justicia social y la sostenibilidad. En el plano medioambiental, uno de nuestros grandes objetivos es alcanzar el Net Zero en 2050, para lo que ya disponemos de un plan de transición climática orientado a reducir emisiones.
También queremos continuar reforzando nuestro compromiso como empresa B Corp. Somos el laboratorio farmacéutico con mejor puntuación a nivel mundial y nuestro objetivo es seguir siéndolo, incluso aumentando esa puntuación. Eso exige un nivel de compromiso y excelencia muy elevado.
Además, estamos orientando progresivamente el foco del negocio hacia áreas terapéuticas donde realmente podamos tener un impacto positivo en los pacientes, ofreciendo soluciones innovadoras a enfermedades raras y de baja prevalencia, con una alta necesidad médica no cubierta y normalmente carentes de tratamientos. Ese cambio conecta directamente con nuestro propósito y con nuestra manera de entender el negocio.
En resumen, la gran oportunidad es desafiar el status quo y demostrar que nuestro modelo —que prioriza la justicia social por encima del beneficio económico— es viable. Si somos capaces de demostrarlo plenamente, todas nuestras prioridades encajarán y podremos generar un impacto positivo real en la sociedad.
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