En el pacto firmado en 2015 por 195 países, se acordó una brújula común para el bienestar del planeta: limitar el aumento de la temperatura global a 1,5 °C. Diez años después, esa brújula no sólo sigue vigente, sino que apunta con mayor urgencia. Las proyecciones actuales muestran que, con los compromisos hoy sobre la mesa, la Tierra se encamina peligrosamente a un aumento de entre 2,6 y 3,1 °C. y 2024 marcó un hito preocupante; por primera vez la temperatura promedio anual superó el umbral simbólico de 1,5 °C. El mensaje es contundente: la acción ya no es una opción política o estratégica, es una necesidad civilizatoria y urgente.
En este escenario, y desde este rincón del mundo, Chile ha respondido con pasos firmes y concretos. Desde 2015, la inversión en energías limpias se ha multiplicado por diez, posicionando al país como líder regional y referente global en transición energética. La Ley Marco de Cambio Climático, promulgada en 2022, convirtió en mandato estatal la meta de carbono-neutralidad al 2050. La actualización de la NDC en 2020 fijó reducir en un 30% las emisiones de CO₂ al 2030, y el avance es visible: hoy más del 60% de la matriz eléctrica proviene de fuentes renovables. Chile se ha consolidado como potencia solar, líder en energía eólica y pionero en la industria del hidrógeno verde, con proyectos que lo encumbran como actor clave en la descarbonización mundial.
Sin embargo, la realidad climática golpea con fuerza. La sequía ya afecta a cerca del 80% del territorio, mientras que los incendios forestales incrementan en intensidad y frecuencia, poniendo en evidencia que la adaptación debe avanzar al mismo ritmo que la mitigación. La actualización de la NDC que Chile presentó en la COP30 elevó significativamente la ambición climática del país para el periodo 2025-2035. La actualización incorpora un enfoque robusto de adaptación y resiliencia, criterios sociales para asegurar una transición justa, y nuevos instrumentos económicos como el precio social del carbono y el fortalecimiento del impuesto verde. Con ello, Chile avanza en garantizar que la transformación climática se realice con equidad y participación.
El Acuerdo de París nos dio dirección, pero la velocidad depende de la voluntad política, la innovación empresarial y la participación ciudadana. En Pacto Global Chile trabajamos para que las empresas transiten desde los compromisos voluntarios hacia planes climáticos robustos: metas basadas en ciencia, reportes transparentes, estrategias de resiliencia y una transición justa que incluya a colaboradores, proveedores y comunidades. Porque cumplir París no es solo reducir emisiones: es transformar modelos productivos con equidad, anticipar riesgos, innovar y construir un desarrollo que no hipoteque el futuro.
A diez años del Acuerdo, Chile tiene la oportunidad de liderar en América Latina una transición justa y regenerativa que reduzca emisiones, fortalezca la resiliencia social y ambiental, y genere nuevas oportunidades económicas. La década que viene será decisiva. No basta con comprometerse: hay que cumplir. El futuro climático de Chile y del mundo, depende de transformar promesas en acciones concretas, medibles y urgentes. Sólo así podremos decir, en otros diez años, que elegimos el camino correcto.
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