Con solo 16 años, Mateo Blay ya organizaba recogidas solidarias de alimentos en Gandía para ayudar a familias vulnerables durante la Navidad. Años después, su compromiso le llevó hasta El Salvador, donde colaboró con cooperativas agrícolas en procesos de planificación autónoma. Desde entonces, su trayectoria ha estado marcada por una profunda convicción: “La transformación real empieza dentro de uno mismo, en la mirada con la que entendemos al otro y en la forma en que nos relacionamos con el mundo”.
Esa conciencia interior, que Blay cultiva desde los 21 años a través de la meditación, ha sido el eje sobre el que ha construido una visión coherente, crítica y profundamente humana de la Responsabilidad Social. En esta entrevista para Corresponsables, con motivo del 20º Aniversario del medio, repasa los cambios vividos en estas cuatro décadas: “La Sostenibilidad, si no nace de una conciencia auténtica, no sirve. De hecho, puede volverse en contra”. Su proyecto Flores Solidarias, una floristería online que emplea a personas sin hogar con un modelo integrador y escalable, ejemplifica esa idea: “Cada ramo que vendemos es un símbolo de una historia que florece desde la dignidad”.
Blay destaca el valor de contar con plataformas que crean comunidad y conciencia real: “Corresponsables no solo informa, sino que cree en lo que comunica. Nos ha dado visibilidad en momentos clave, con respeto y profundidad. Y eso construye cultura empresarial responsable”. A lo largo de su camino, subraya, ha aprendido una lección esencial: pasar de las ideas a los hechos. Y, sobre todo, sumar: “Solo la unión, entre empresas, entre personas, entre sensibilidades, puede generar una mayoría transformadora”.
Mateo, ¿cómo y cuándo comenzó tu compromiso con la Responsabilidad Social y la Sostenibilidad? ¿Hubo alguna vivencia que marcara especialmente ese camino?
Mi compromiso con la Responsabilidad Social comenzó a los 16 años, organizando recogidas de alimentos y dinero en mi pueblo, Gandía, para ayudar a familias que pasaban necesidad durante la Navidad. Lo hice con el apoyo de asociaciones locales y, gracias a la colaboración de las iglesias, incluso llegué a concienciar a la comunidad hablando durante las misas. Fue una experiencia temprana, pero muy reveladora sobre el poder de la acción colectiva cuando nace desde la empatía.
“La transformación real empieza dentro de uno mismo, en la mirada con la que entendemos al otro”
Años más tarde, con 30, viajé a El Salvador para colaborar con cooperativas agrícolas, ayudándoles a planificar sus cultivos de forma autónoma. Aquella etapa fue intensa y transformadora. Me reafirmó en la importancia de actuar desde el terreno, acompañando desde la escucha. En paralelo, desde los 21 años practico meditación, lo que ha fortalecido mi conciencia personal y espiritual. Me ha ayudado a comprender que la transformación real empieza dentro de uno mismo, en la mirada con la que entendemos al otro y en la forma en que nos relacionamos con el mundo.
¿Cómo era el panorama de la Responsabilidad Social cuando comenzaste en comparación con cómo es hoy?
Cuando empecé, hace unos 40 años, la Responsabilidad Social no era una práctica empresarial estructurada. Estaba muy vinculada a la naturaleza y sensibilidad del dueño o directivo de cada empresa. Se trataba de una decisión personal más que estratégica, algo que nacía del compromiso individual y no de una política corporativa. No había marcos, ni referentes, ni espacios para compartir experiencias, solo intuiciones y voluntades dispersas.
Hoy, en cambio, es una práctica más habitual y reconocida. La conciencia social ha ido creciendo, y con ella la necesidad de que las empresas se alineen con valores más humanos y comprometidos. Afortunadamente, la RSE ha dejado de ser algo anecdótico para convertirse en un eje más del propósito empresarial. Aunque aún queda mucho por avanzar, el camino recorrido es indudable.
¿Cuándo conociste a Corresponsables y qué papel consideras que ha tenido en el impulso de la RSE en las últimas dos décadas?
Durante estos años, he tenido la suerte de participar en distintos espacios que promueven la RSE, y uno de los más valiosos ha sido AliaRSE. Ha sido un punto de encuentro entre personas y organizaciones que comparten una visión transformadora de la empresa. No es fácil mantener una red así viva durante tanto tiempo, y sin embargo han logrado impulsar una mirada coherente y profunda sobre lo que significa hacer empresa con conciencia.
En cuanto a Corresponsables, su papel ha sido fundamental. En el caso de Flores Solidarias, por ejemplo, hemos sentido de forma muy directa lo valioso que es contar con medios que no solo informan, sino que realmente creen en lo que comunican. Nos han dado visibilidad en momentos clave, y siempre lo han hecho con respeto, profundidad y profesionalismo. Eso no solo fortalece a los proyectos, también ayuda a construir una cultura empresarial responsable, y esa es la semilla más importante que se puede dejar.
“La Sostenibilidad, si no nace de una conciencia auténtica, no sirve. De hecho, puede volverse en contra”
¿Qué cambios significativos has observado en esta materia desde que comenzaste?
El cambio más visible ha sido la incorporación del concepto de Sostenibilidad en todos los ámbitos, tanto públicos como privados. Hoy es una palabra presente en discursos, planes estratégicos y campañas de comunicación. Pero hay que tener cuidado: no debemos confundir tendencia con transformación real. La Sostenibilidad, si no nace de una conciencia auténtica, no sirve. De hecho, puede volverse en contra de la propia empresa.
Cuando una organización adopta este lenguaje por moda, sin coherencia ni convicción, se nota. Y no solo pierde credibilidad, sino que bloquea avances reales. El verdadero cambio sucede cuando quienes lideran las empresas experimentan una transformación profunda en su manera de ver la vida y su papel en la sociedad. Solo desde ahí es posible construir una Responsabilidad Social que no sea cosmética, sino estructural.
Mateo, ¿te gustaría compartir con Corresponsables las principales lecciones que has aprendido a lo largo de tu carrera en RSE?
La más importante ha sido comprender que lo fundamental es pasar de las ideas a los hechos. Tener buenas intenciones no basta: hay que actuar, comprometerse, implicarse de forma concreta. También he aprendido que solo la unión, ya sea entre empresas, entre personas, entre diferentes sensibilidades, puede generar una mayoría transformadora capaz de cambiar el rumbo.
“Corresponsables no solo informa, sino que cree en lo que comunica”
Por eso valoro tanto la existencia de plataformas como Corresponsables, que permiten visibilizar lo que se está haciendo bien, generar referentes positivos y ayudar a construir conciencia colectiva. Porque cuando compartimos experiencias y aprendizajes, el cambio se multiplica. Y eso, en este campo, lo es todo.
¿Y algún caso de éxito que consideres emblemático en el campo de la Responsabilidad Social?
Flores Solidarias es el proyecto que mejor representa todo este camino. Es una floristería online que fundé junto a Arturo Grau, en la que empleamos a personas sin hogar ofreciéndoles formación, contrato laboral y acompañamiento psicosocial. Cada ramo que vendemos es mucho más que un producto: es un símbolo de una historia que florece desde la dignidad y la reconstrucción personal.
Es un modelo viable, escalable y profundamente humano, que demuestra que la Sostenibilidad social también puede construirse desde la belleza, el trabajo y el cuidado. Flores Solidarias es la prueba de que las empresas pueden, y de hecho deben, ser herramientas de transformación real. Porque cuando se integran propósito y estructura, el impacto deja de ser un ideal para convertirse en una realidad cotidiana.
¿Cómo ves el futuro de la RSE y la Sostenibilidad? ¿Qué retos y oportunidades anticipas para las próximas dos décadas?
Creo que el futuro de la Responsabilidad Social dependerá del número de personas que desarrollen su conciencia, tanto humana como espiritual. Estamos atravesando una etapa difícil, marcada por la polarización y el exceso de inhumanidad, pero también intuyo que eso está generando una reacción positiva. Cada vez más personas buscan una forma diferente de estar en el mundo, y eso también se refleja en cómo se conciben y gestionan las empresas.
Las organizaciones del futuro tendrán que ser auténticas, conscientes y comprometidas, no solo porque es lo correcto, sino porque será la única forma de perdurar. La RSE no puede quedarse en declaraciones; tiene que convertirse en cultura, en práctica diaria. Esa es la gran oportunidad que tenemos por delante: que las empresas sean espacios de evolución y no solo de producción.
¿Qué papel crees que deben jugar las nuevas generaciones en la continuación de este legado?
El papel de las nuevas generaciones es esencial. Pero más que heredar una narrativa o repetir discursos, lo importante es que interioricen una forma distinta de estar en el mundo. La Responsabilidad Social no debería ser una asignatura más, ni un área funcional dentro de la empresa. Debería ser un marco desde el que entender la vida, el trabajo y el vínculo con los demás.
Confío en que los más jóvenes sabrán traducir esa conciencia en acción, y que no se conformarán con gestos simbólicos. Su reto será mantener la coherencia entre lo que sienten, lo que piensan y lo que hacen. Si logran eso, la transformación será imparable.
“Las nuevas generaciones no deben heredar un discurso, sino interiorizar una forma distinta de estar en el mundo”
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