Creativos, expresivos, originales, imaginativos. Permitámonos descubrir las fortalezas de nuestros adolescentes. Son seres con grandes potencialidades que harán prosperar nuestro futuro.
¿Sabías que los adolescentes y jóvenes representan la mayor generación de la historia, con más de 1800 millones de personas entre 10 y 24 años en todo el mundo?
Pero, hay algo que no estamos haciendo como deberíamos porque los sentimientos de soledad en adolescentes siguen aumentando en la última década.
La adolescencia es una etapa de gran vulnerabilidad donde es habitual sufrir malestar emocional. El acoso escolar, la falta de adaptación social, el bajo rendimiento académico, el mal uso de las redes sociales y los videojuegos, problemas de salud física, problemas familiares financieros, experiencias pasadas traumáticas son factores de riesgo para la aparición de trastornos de salud mental.
Como sociedad, es muy fácil llamarles rebeldes, inconscientes e irresponsables, inmaduros, vagos, conflictivos, etc. Sin embargo, todas estas etiquetas lastiman su autoestima y su capacidad para desarrollarse de manera saludable. Existe la necesidad de mayor conciencia, educación y respeto a la adolescencia, a su salud mental y a su participación en nuestras comunidades.
La adolescencia es un momento de cambio, de aprendizajes, de crecimiento cerebral, un momento de transición y desarrollo adaptativo vital: dejamos de comportarnos como niños, para adquirir los comportamientos propios de la adultez. Hay una gran maduración en el cerebro, en el que éste realiza nuevas conexiones neuronales y elimina aquellas que dejan de ser útiles. Igual que durante los primeros mil días de vida del cerebro del bebé, la adolescencia también es una fase crucial para que las conexiones neuronales hagan del adolescente un individuo independiente, autónomo y responsable. Además, lo convierten en una persona plenamente desarrollada y saludable a nivel emocional, personal y social.
La naturaleza del cerebro nos muestra cómo la parte predilecta en la toma de decisiones conscientes (córtex prefrontal) tarda más en desarrollarse, no estando completamente formada hasta los 25 años . Eso nos ayuda a entender por qué los adolescentes tienden a tomar decisiones rápidas e impulsivas, corriendo riesgos en búsqueda de emociones fuertes. El cerebro adolescente es muy sensible a la dopamina, es decir a todo aquello que le dé una recompensa como la comida, el sexo o reconocimiento social. Esa respuesta de dopamina es mayor a los estímulos de recompensa en adolescentes en comparación con los adultos. Y está directamente relacionada con la cantidad de importantes aprendizajes, patrones y comportamientos que caracterizan este periodo vital. Es aquí donde el adolescente tiene un potencial increíble para el aprendizaje, siempre y cuando no sea influido por las críticas constantes y negativas o las conductas destructivas hacia su persona.
Es importante que los adultos que los acompañamos establezcamos unos límites comprensivos con sus propias necesidades. La autodisciplina, la responsabilidad, la paciencia y la tolerancia a la frustración se verán fomentadas por los términos que acordemos con ellos. Sabemos que los adolescentes que crecen con límites claros tienen una mayor autoestima y autocontrol, al tomar decisiones positivas para sí mismos y para los demás, se sentirán seguros y confiados en su capacidad para hacerlo .
Si se proporciona un entorno de apoyo y oportunidades adecuadas, los adolescentes pueden desarrollar su potencial creativo, encontrar su voz expresiva y su pensamiento lateral. Una etapa en la que van comprendiendo mejor las emociones de los demás y a regular sus propias emociones de manera más efectiva. Aprenden habilidades sociales importantes, como saber pedir ayuda, la comunicación asertiva o la resolución de conflictos.
Experimentan con diferentes identidades y roles sociales, lo que les permite descubrir quiénes son y quienes quieren ser en el futuro. Son grandes agentes de cambio que bien encaminados con energía y pasión pueden movilizar y ser poderosos en sus comunidades. El movimiento estudiantil Fridays for future es un claro ejemplo.
Muchos avances en el arte, la ciencia y la tecnología se han alcanzado gracias a la perspectiva innovadora de nuestros jóvenes. Un adolescente de 15 años, Jack Thomas Andraka, inventó un sensor de papel que puede detectar el cáncer de páncreas. Brittany Wenger desarrolló un algoritmo de aprendizaje automático que puede detectar el cáncer de mama con una precisión del 99%. Anne Frank escribió su diario a los 13 años.
Todos aquellos adultos que vivimos esa intensidad a veces frenética pero auténtica de la adolescencia, debemos conectar con aquello que nos favorece al acompañarlos. Los adolescentes, con sus opiniones reactivas y posiciones críticas, nos hacen descubrir nuevas perspectivas que muchas veces no nos habíamos planteado. Trabajar con adolescentes significa manejar situaciones en ocasiones desafiantes, y esto nos brinda la oportunidad de trabajar nuestras habilidades de resolución de problemas y de liderazgo para ser capaces de inspirar y motivar. Ayudar a los adolescentes a desarrollar sus competencias y lograr sus metas, enriquece nuestras habilidades de enseñanza, mentoría, empatía y competencias pedagógicas. Es una experiencia muy gratificante cuando vemos el impacto positivo de muchos de nuestros consejos y orientaciones en su desarrollo y nos hacen partícipes (a su manera) de sus logros y éxitos. Permitámonos fluir en las oportunidades que nos ofrecen los adolescentes ya que son parte de nuestro futuro.