Chile es un país minero por excelencia. De nuestras entrañas no sólo se extraen minerales que impulsan la economía nacional, sino también desafíos permanentes en términos de seguridad laboral. Las condiciones extremas, los entornos remotos y la alta complejidad operativa hacen que proteger a quienes trabajan en la minería no sea una opción, sino una obligación ética, social y productiva.
Afortunadamente, en los últimos años hemos visto avances concretos. De acuerdo con cifras del Servicio Nacional de Geología y Minería (Sernageomin), el número de fallecidos en faenas mineras se redujo de 45 en 2010 a 11 en 2024; los accidentes, por su parte, también sufrieron una baja significativa, pasando de 41 eventos en 2010 a 9 en 2024. Una mejora significativa que, en buena parte, se explica por la incorporación de tecnologías cada vez más sofisticadas que permiten prevenir riesgos, actuar con rapidez y proteger la vida.
Hoy, hablar de seguridad en minería es hablar de innovación. Ya no basta con protocolos en papel: se requiere inteligencia en tiempo real, comunicación inmediata y visibilidad permanente del terreno. Las radios de última generación, los centros de comando integrados, la videovigilancia inteligente y las cámaras corporales (body cams) han pasado de ser herramientas complementarias a convertirse en elementos esenciales de las operaciones.
Las cámaras corporales, especialmente cuando se integran con plataformas como la tecnología Motorola Solutions, permiten registrar en tiempo real, activar alertas de emergencia y georreferenciar eventos críticos. Su uso en inspecciones previas en los frentes de trabajo, junto a equipos multidisciplinarios, facilita la identificación de condiciones subestándar y la implementación de mejoras conjuntas. Así, no solo se protege la integridad física de las personas, sino que se optimizan los procesos y se fortalece la cultura de seguridad.
La minería moderna no puede prescindir de este tipo de soluciones. En un escenario donde la productividad está directamente vinculada a la seguridad, la inversión en tecnología no solo salva vidas, sino que también mejora procesos, reduce costos por accidentes y fortalece la reputación de las compañías.
El gran desafío hoy no es si adoptar estas herramientas, sino cómo integrarlas de forma coherente con la cultura de las empresas. En una industria tan estratégica como la minera, proteger a las personas es también proteger las operaciones y, con ello, el desarrollo del país. Para esto, la innovación y tecnología son, sin duda, nuestros mejores aliados.