¿Quién, en su época estudiantil, no recuerda a un docente determinado que marcó decisivamente su destino profesional? Personas con vocación, que llenaban de entusiasmo el aula y hacían que nuestros pequeños corazones latieran con fuerza.
Por supuesto, el enfoque de este texto es sobre aquellos profesionales que dejaron huella, no sobre los que causaron estragos en alguna asignatura, condicionando nuestro futuro en una u otra dirección.
He de confesar que tuve una suerte enorme, en el sentido de que mis maestros fueron una fuente de energía vital para mi amor por la literatura. Gracias a sus conocimientos y valores transmitidos, desarrollé mi faceta artística y escritora.
Ellos representaban unos pilares imprescindibles en la educación, que favorecen el desarrollo de la creatividad, la imaginación y capacidades humanas como el pensamiento, la traducción o la filosofía. Siempre he defendido que estas interactúan sinérgicamente con la ciencia, la cual, en sus orígenes, se ampara en un lenguaje de signos y en el alfabeto grecolatino. Hoy en día, su máximo exponente es la tecnología: híbrida de ambas disciplinas, destinada, con el tiempo, a superar los clásicos conceptos de pertenencia al ámbito de las humanidades o al de las ciencias.
Este mensaje he tenido la suerte de poder trasladarlo mediante talleres y conferencias en colegios, institutos y universidades, con el objetivo de inculcar el valor y la importancia de la escritura, y sus amplias aplicaciones técnicas, personales, terapéuticas y de investigación.
Por eso, cuando en mi contexto laboral tuve la oportunidad de proponer un proyecto a través de la campaña de donaciones que periódicamente realiza mi empresa, Zschimmer & Schwarz, lo hice con toda la ilusión del mundo. Nació así “La química de las palabras”, con la intención de reafirmar la idea de que cada palabra puede tener un efecto similar al de una fórmula, como sucede en la creación de microrrelatos con un número concreto de palabras, capaces de generar una trama y vincularse lúdicamente con el cálculo matemático.
Así nació este concurso, que pronto cumplirá un año en la Comunidad Valenciana, y que tuvo un gran éxito de participación por parte de instituciones públicas y privadas. Se sumaron profesores de todas las materias y participantes de edades que abarcaron desde la primaria hasta la secundaria, incluyendo Bachillerato y Formación Profesional. Fue maravilloso, no solo por los resultados, sino por la implicación de las familias y del equipo de compañeros de trabajo, que se unieron voluntariamente a una quimera que logró convertirse en realidad y que Zschimmer & Schwarz financió.
Por lo tanto, cuando escribas una nota o leas un libro, no olvides que cuanto mayor sea tu riqueza de lecturas, expresión verbal y capacidad de escritura, más posibilidades tendrás de hacer feliz a otras personas. Y la felicidad es un grado muy difícil de alcanzar: es el vínculo necesario de la comunicación que germina en la enseñanza, y que nos ayuda a pensar, a dudar y a decidir, en la búsqueda de la paz y el entendimiento.
Seguro que ahora tienes en mente a algún profesor o profesora especiales, que, al finalizar tu curso académico, te desearon la mayor de las suertes: una suerte fruto del trabajo y de la culturización.