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Con motivo del 20º aniversario de Corresponsables, entrevistamos a Ítalo Pizzolante Negrón, Founding Partner de Pizzolante, cuya trayectoria de más de cinco décadas ha marcado un antes y un después en la forma en que las empresas entienden su rol social. Desde sus inicios en la radio venezolana hasta la creación de Pizzolante en 1976, su visión ha sido inequívoca: “construir confianza y reputación a través de una gestión empresarial responsable y sostenible”. Bajo su liderazgo, la sostenibilidad deja de ser una opción filantrópica para convertirse en una estrategia a largo plazo que “implica el compromiso de todos los niveles de la organización” y que “debe ser corporativa, indivisible y transversal”.
En esta entrevista, Pizzolante reflexiona sobre la evolución de la Responsabilidad Social Empresarial (RSE) y destaca el papel pionero de Corresponsables en Iberoamérica. “Corresponsables es uno de los primeros en ‘evangelizar’ sobre la materia”, recuerda, enfatizando cómo la publicación marcó un antes y un después al profesionalizar el discurso de la RSE. A lo largo de dos décadas, Corresponsables ha documentado y dado visibilidad a las mejores prácticas, pero también ha funcionado como un motor de actualización constante para directivos y consultores.
Para Ítalo Pizzolante, el legado de Corresponsables va más allá de la mera divulgación: “Su huella en el ecosistema de la Sostenibilidad es profunda y consistente”, asegura, y añade que la revista “ha logrado convertirse en un armonizador experto de visiones diversas, que se entrelazan y se enriquecen en cada una de sus publicaciones”. Con un enfoque periodístico sólido, comprometido y profesional, Corresponsables sigue inspirando a las empresas a integrar la sostenibilidad de manera transversal, indivisible y corporativa, tal como él mismo ha defendido en numerosas ocasiones.
¿Qué lugar ocupan para ti la Sostenibilidad y la Responsabilidad Social en la evolución de tu trayectoria profesional y de tu firma?
La historia de mi firma, Pizzolante, comenzó en 1976 como una productora de contenidos audiovisuales. Aunque en apariencia no guardase relación directa con la Responsabilidad Social Empresarial (RSE), aquella etapa nos permitió desarrollar una habilidad crucial: identificar y narrar historias que verdaderamente valen la pena. De hecho, el mercado nos llegó a bautizar como “evangelizadores corporativos”.
A través de esa labor de observación del comportamiento empresarial y alineación de equipos, nuestra firma evolucionó hacia una consultora de estrategia. Analizando tendencias estadísticas de opinión y el impacto de las comunicaciones en los negocios, fuimos comprendiendo cómo los mercados y los consumidores estaban cambiando, exigiendo nuevas respuestas por parte de las organizaciones. Al mismo tiempo, entendimos que los gobiernos emergían como actores clave para la sostenibilidad a largo plazo, especialmente en América Latina, donde la inestabilidad político-económica condiciona constantemente la agenda corporativa.
«La sostenibilidad es una estrategia a largo plazo que implica el compromiso de todos los niveles de la organización»
Ahora bien, el hecho de que una empresa implemente proyectos o programas de RSE no garantiza que pueda considerarse una Empresa Socialmente Responsable (ESR). He conocido numerosas organizaciones cuyas decisiones, por ejemplo, en el trato a sus colaboradores, el cumplimiento con sus proveedores o el respeto a la legislación, se alejan claramente de lo que genera confianza, admiración y respeto. La responsabilidad no radica en los programas sociales, sino en los procesos de gestión, en el modelo de gobernanza, en cómo se lidera la organización. Esa es la base de una verdadera empresa socialmente responsable. Precisamente esta es la hipótesis que formulé en mi tesis doctoral, más tarde publicada en mi último libro, y que allí fue debidamente comprobada.
Desde esa perspectiva, entender la RSE como un habilitador de la licencia social para operar ha sido un eje esencial de nuestra concepción sobre la reputación corporativa, hoy sintetizada en nuestro propio modelo: el Mapa de Actuación Pizzolante (MAP).
A comienzos de los años 2000, tuve el honor de ser invitado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) a formar parte del Grupo Asesor Externo, en el proceso de reestructuración del sector privado de la entidad. Esa experiencia se consolidó luego en nuestra colaboración con la Corporación Interamericana de Inversiones (CII), que posteriormente evolucionaría, en 2017, hacia lo que hoy conocemos como BID Invest. Esta vinculación me permitió adentrarme aún más en un campo que entonces era incipiente: la actuación responsable de las empresas y su transición hacia el concepto integral de Sostenibilidad.
El liderazgo de este proceso lo encabezó mi estimado amigo Antonio Vives, quien dirigía la temática en el BID y, con gran generosidad, me invitó a integrar el Consejo Consultivo para la organización de las Conferencias Interamericanas de RSE, que comenzaron en 2002. Antonio ha sido, sin duda, uno de los referentes más sólidos y actualizados en estos temas, siempre con una mirada crítica y constructiva.
«El liderazgo responsable es, fundamentalmente, un estado de conciencia del líder cuando toma decisiones»
El impacto de estas conferencias fue tan significativo, tan “evangelizador”, que incluso motivó a la Organización de Estados Americanos (OEA) a impulsar la creación de organizaciones empresariales comprometidas con el fortalecimiento de la RSE en toda América Latina. Invitado por la propia OEA, fui testigo del surgimiento de numerosas instituciones. En Costa Rica ya existía AED, promovida por el INCAE. Pero gracias al impulso BID-OEA, también participaron en el nacimiento de CENTRARSE en Guatemala, FUNDHARSE en Honduras, FUNDEMAS en El Salvador y la fusión de dos organizaciones en Panamá, que dio lugar a SUMARSE.
Desde PIZZOLANTE, contribuimos a la articulación de esfuerzos entre todas estas entidades, lo que dio origen a una red influyente en Centroamérica llamada INTEGRARSE. Esta alianza agrupa organizaciones privadas de los siete países de la región y acompaña a las empresas en la integración de la RSE en sus estrategias de negocio, promoviendo alianzas con el sector público y la sociedad civil. Su objetivo es claro: contribuir al desarrollo sostenible y a la integración regional en Centroamérica y el Caribe.
¿Cómo ha cambiado tu percepción de la RSE desde que comenzaste hasta la actualidad? ¿Qué evolución destacarías, tanto en lo positivo como en lo que aún queda por mejorar?
En sus inicios, la Responsabilidad Social Empresarial (RSE) era percibida como una expresión filantrópica o como una suma de programas sociales aislados, generalmente gestionados desde departamentos específicos o a través de fundaciones empresariales. En muchos casos, estas acciones no estaban alineadas con el propósito estratégico de la compañía, sino que respondían a los deseos personales o sesgos de quienes tomaban las decisiones.
En aquel contexto, los activos intangibles eran profundamente incomprendidos. A diferencia de lo que ocurre hoy, no se reconocía que una parte importante del valor de una empresa reside precisamente en estos elementos intangibles: reputación, confianza, cultura organizacional.
«Invertimos mucho tiempo en pensar en el futuro de una compañía y no en construir la compañía del futuro»
Hoy, afortunadamente, hemos sido testigos de una clara evolución hacia lo que durante mucho tiempo denominé Empresa Socialmente Responsable (ESR). La Sostenibilidad ha pasado a concebirse como un proceso transversal e integral, que impregna todas las áreas de la organización. La lógica de actuación ha dejado de ser reactiva y ha pasado a ser proactiva, anticipando riesgos (vale destacar que todo riesgo operacional acaba convirtiéndose en un riesgo reputacional) y generando valor compartido para todas las audiencias con las que la empresa se relaciona y que hacen posible su desarrollo.
¿Cuándo fue tu primer contacto con Corresponsables y qué recuerdos guardas de esa relación a lo largo de los años? ¿Qué rol consideras que ha jugado el medio en el impulso de la Sostenibilidad y la RSE en Iberoamérica?
Como mencioné previamente, a inicios de los años 2000 tuve la oportunidad de ser invitado como consultor regional por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) a integrar su Grupo Asesor Externo, en el marco de la reestructuración del sector privado. Gracias a esa experiencia, desde Pizzolante colaboramos estrechamente con la Corporación Interamericana de Inversiones (CII), que en 2017 evolucionó a lo que hoy se conoce como BID Invest.
Ese recorrido me permitió involucrarme de lleno en una agenda que, por entonces, aún era incipiente dentro del ámbito multilateral: las actuaciones responsables de la empresa y su transición hacia una visión más amplia de Sostenibilidad. Fue una etapa liderada con maestría por mi querido amigo Antonio Vives, quien me invitó generosamente a formar parte del Consejo Consultivo encargado de organizar las Conferencias Interamericanas de Responsabilidad Social Empresarial, que comenzaron en 2002.
«Corresponsables es uno de los primeros en ‘evangelizar’ sobre esta materia»
En ese contexto de efervescencia y transformación de la RSE, emergió la visión estratégica de Marcos González, fundador de Corresponsables y también un buen amigo. Su iniciativa llegó en el momento preciso, aportando un enfoque periodístico sólido, comprometido y profesional al desarrollo de la RSE y la Sostenibilidad en Iberoamérica.
El papel de Corresponsables ha sido, sin duda, fundamental. Su huella en el ecosistema de la Sostenibilidad es profunda y consistente. Ha sido un medio que no solo documenta y da visibilidad a buenas prácticas, sino que también actualiza y articula a quienes seguimos con atención esta evolución. Corresponsables ha logrado convertirse en un armonizador experto de visiones diversas, que se entrelazan y se enriquecen en cada una de sus publicaciones.
Desde tu experiencia, Ítalo, ¿cuáles han sido los cambios más profundos en la forma en que las empresas abordan la Sostenibilidad y la Responsabilidad Social?
Uno de los cambios más trascendentes ha sido la transición de la RSE hacia modelos de gestión más profesionalizados, integrados hoy en día en sistemas avanzados de medición y evaluación como los criterios ASG (ambientales, sociales y de gobernanza). A ello se suma la amplia variedad de herramientas, muchas de ellas tecnológicas, que han permitido un salto cualitativo en la forma de incorporar la sostenibilidad en la estrategia empresarial.
Este enfoque moderno parte desde el mismo propósito corporativo, abriendo paso a nuevos paradigmas que sirven como guía en la toma de decisiones. Las organizaciones han pasado de ejecutar programas de impacto social puntuales a analizar rigurosamente sus impactos económicos, ambientales y sociales, logrando, además, que estos temas sean visibilizados e interiorizados por la Alta Dirección, que históricamente mostraba poco interés en ellos.
«No se trata solo de ‘hacer lo correcto’, sino de integrar la sostenibilidad en los procesos empresariales»
Hoy también asistimos a la construcción de un nuevo rol ciudadano, más consciente y corresponsable, que implica una convivencia armónica con los distintos actores sociales. En ese marco, la confianza se convierte en el eje de un pensamiento estratégico en el que la organización se entiende como un sistema interrelacionado, un «cuerpo» vivo donde todas las áreas comparten inquietudes y desafíos comunes.
La actuación social de la empresa, por tanto, abarca una infinidad de dimensiones, desde los procesos productivos y gerenciales hasta los aspectos éticos y relacionales. Involucra la aplicación de códigos de conducta, buenas prácticas de gobernanza corporativa, mecanismos de prevención de riesgos y anticorrupción, acciones para la preservación del medio ambiente y vínculos sostenibles con la comunidad.
En la actualidad, además, han cobrado especial relevancia temáticas con un fuerte componente sociopolítico, como el respeto a los derechos humanos (especialmente en el marco de la debida diligencia y la directiva CSDDD), la igualdad de género, la inclusión social, la diversidad y el activismo ciudadano.
La tendencia actual lleva a las empresas a identificar con mayor precisión el nicho en el que desean canalizar su inversión social, para luego concentrar sus esfuerzos en ese campo de impacto, generando efectos tangibles sobre los grupos de interés.
En tu opinión, ¿cuáles han sido los hitos clave que han marcado la evolución de la RSE y la Sostenibilidad en las últimas dos décadas?
Uno de los hitos más significativos ha sido la creación de marcos normativos internacionales, como la ISO 26000, que establece directrices específicas para la responsabilidad social. También ha sido decisiva la consolidación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) como hoja de ruta global, y la incorporación creciente de los criterios ASG en el lenguaje y la agenda de las empresas.
Este giro ha estado profundamente influenciado por una presión social cada vez mayor, que ha exigido más transparencia, más rendición de cuentas y una mayor coherencia entre el discurso y la práctica empresarial. En un contexto donde la información está a un clic de distancia, las organizaciones están obligadas a practicar un auténtico accountability y a justificar sus decisiones y actuaciones ante una ciudadanía más atenta y exigente.
«Cada riesgo operacional se traduce en uno reputacional»
En este marco, las empresas deben integrar la diligencia debida en sus políticas y sistemas de gestión de riesgos, lo que implica identificar, evaluar y priorizar los impactos adversos, tanto reales como potenciales, y actuar para prevenir, mitigar o eliminar dichos riesgos. Además, deben establecer mecanismos de notificación y atención de quejas, así como evaluar la efectividad de sus medidas, comunicar públicamente sus avances y proporcionar reparación a las víctimas, cuando corresponda.
Todo ello exige un enfoque gerencial basado en la gestión del riesgo, priorizando la actuación allí donde se concentren los riesgos más severos, con independencia de su ubicación en la cadena de valor.
Los nuevos contextos normativos no solo recomiendan, sino que obligan a abandonar la idea de que la inversión social puede funcionar como un “archipiélago” de iniciativas desconectadas. Hoy, actuar de ese modo representa, de hecho, un factor de riesgo. La actuación sostenible debe ser corporativa, transversal e indivisible, una suma coherente de todas las partes que integran el “cuerpo empresa”.
Desde esta lógica, resulta indispensable planificar y ejecutar desde las capacidades y fortalezas propias de la organización, con el objetivo de garantizar proyectos sociales sostenibles en el tiempo. Sin embargo, es importante subrayar que el simple hecho de desarrollar este tipo de iniciativas no convierte a una empresa en socialmente responsable. La clave está en cómo se gestionan e integran esas actuaciones en la estrategia central del negocio.
A lo largo de tu extensa trayectoria, ¿qué aprendizajes te ha dejado el camino de la RSE y la Sostenibilidad?
Una de las lecciones más valiosas ha sido comprender que la sostenibilidad debe estar integrada en el corazón del negocio. No se trata de gestionar acciones puntuales, sino de incorporar la sostenibilidad como un proceso estratégico y transversal, presente en cada decisión gerencial.
También ha sido revelador el papel que juega la comunicación y la percepción en la construcción de la confianza. En ese sentido, las investigaciones más recientes, como el Trust Barometer de Edelman 2023, han puesto en evidencia cómo han cambiado las expectativas sociales respecto al liderazgo corporativo: un 58% de quienes consideran una oferta de trabajo, especialmente entre las nuevas generaciones, espera que el CEO se pronuncie públicamente sobre temas sociales y asuntos controvertidos, un aumento de 4 puntos desde 2019. Además, un 82% considera que los CEO deben adoptar una postura clara frente a los retos sociales y compartirla con sus grupos de interés.
«La confianza es la palabra clave de un pensamiento estratégico»
Esto confirma que las acciones sociales deben centrarse en cuestiones verdaderamente relevantes, y que la presencia en redes sociales ha dejado de ser una opción para los empresarios, como bien señala la firma LLYC, especialmente para el 86% de los lectores de prensa financiera en Iberoamérica.
En este contexto, todo programa o proyecto, y más aún los de carácter social, debe sustentarse en su capacidad de ser auditado, evaluado y comunicado. Este principio aplica con particular fuerza a las estrategias de sostenibilidad corporativa y los indicadores ASG, donde la transparencia se convierte en la base de la credibilidad.
Como ocurre con toda inversión, la actuación responsable debe demostrar su retorno, medible y verificable, para respaldar la información comunicada sobre sus resultados e impactos.
¿Hay algún recuerdo o experiencia de los primeros años que te haya marcado y que refleje los retos iniciales de impulsar la RSE?
Un momento crucial que ilustra bien ese contexto fue cuando las empresas comenzaron a sentir el impacto de la opinión pública organizada, lo cual las obligó a replantearse profundamente sus modelos de gestión. Hasta entonces, la RSE se concebía como una dimensión voluntaria, casi ornamental. Sin embargo, a medida que las voces de los consumidores y ciudadanos empezaron a incidir en la regulación y en la confianza social, se produjo un cambio radical. Las empresas se vieron obligadas a ser más cuidadosas en sus actuaciones y, sobre todo, en la forma en que las comunican.
«Crear una cultura de sostenibilidad requiere la participación de todas las personas que conforman la empresa»
Ese giro marcó el inicio de un proceso que sigue vigente hoy, especialmente en contextos donde fenómenos como el greenwashing (lavado verde) o el greenhushing (silencio verde) representan grandes desafíos para la credibilidad corporativa.
Si tuvieras que mencionar a personas, entidades o iniciativas que hayan sido pioneras e inspiradoras en este campo, ¿a quién destacarías?
Sin lugar a dudas, Corresponsables ha sido uno de los primeros medios en «evangelizar» sobre la materia. Su papel ha sido pionero y determinante en la difusión de los principios de la Responsabilidad Social Empresarial. A lo largo de los años, ha sabido combinar con maestría rigor periodístico y compromiso ético, convirtiéndose en una referencia para todos quienes trabajamos en este ámbito.
¿Puedes compartir algún ejemplo o reflexión que consideres especialmente representativo del impacto que puede tener una estrategia de RSE bien enfocada?
Más allá de ejemplos puntuales, el llamado es a atreverse a transformar el entorno con nuestras propias actuaciones: desde la manera de ser y hacer empresa, hasta las decisiones estratégicas y los procesos de gestión. El desafío es colectivo, pero el reto recae en el liderazgo, que debe diseñar, implementar y, sobre todo, modelar con el ejemplo un enfoque de gestión integral, capaz de fortalecer la confianza en los productos y servicios, en la gobernanza, y en la persona que guía el timón corporativo.
¿Y qué entendemos por liderazgo responsable? Aquel que desarrolla conciencia sobre el impacto de lo que hace y deja de hacer, que sabe leer el contexto, interpretar consecuencias y actuar en coherencia. Si debiera resumirlo en una sola frase, diría que el liderazgo responsable es, fundamentalmente, un estado de conciencia del líder en el momento de tomar decisiones.
Tras tantos años de trabajo en este ámbito, ¿cuáles dirías que son las grandes lecciones que te ha dejado el camino de la Sostenibilidad?
Una de las lecciones más importantes es haber comprendido que la sostenibilidad no es solo “hacer lo correcto”, sino una estrategia a largo plazo, cuya efectividad depende del compromiso de todos los niveles de la organización. Ha sido clave también reconocer que este enfoque, bien gestionado, puede ser un potente motor de innovación, que impulsa nuevas formas de pensar y de actuar.
He aprendido también que parte del desafío es ayudar a otras personas, especialmente a quienes han encontrado más obstáculos, a romper barreras mentales que les impiden avanzar hacia un modelo empresarial verdaderamente sostenible.
«El reto está en el liderazgo, que debe modelar con sus actuaciones»
A menudo encontramos corporaciones que desarrollan programas sociales exitosos, pero que al mismo tiempo resultan socialmente irresponsables en su trato al personal, en sus relaciones con proveedores que perjudican al medio ambiente o en la escasa transparencia de su desempeño financiero frente a accionistas y trabajadores. También es frecuente observar organizaciones que implementan proyectos de RSE sin saber explicar por qué eligieron ese proyecto, cuál es la causa o para quién es la causa.
La gran lección de estas contradicciones es que la estrategia de sostenibilidad de una empresa debe reflejar lo que verdaderamente es, estar íntimamente conectada con su razón de ser y su propósito, y adaptarse a su dimensión e impacto social.
No podemos seguir cayendo en el error de lanzar proyectos que buscan construir una “buena imagen” superficial, una fotografía, sacrificando la reputación, la película completa, que genera confianza y legitimidad ante una pluralidad de grupos de interés. Con frecuencia invertimos demasiado tiempo en imaginar el futuro de una compañía, cuando en realidad deberíamos enfocarnos en construir la compañía del futuro. Y aunque suene a un juego de palabras, no lo es: cuando el cortoplacismo se impone, la sostenibilidad empresarial se ve comprometida.
Crear una cultura de sostenibilidad auténtica requiere la participación activa y sostenida de todas las personas dentro de la organización. Es una actitud que define la identidad corporativa y que se refleja incluso en gestos cotidianos de sentido común: un Vicepresidente de Operaciones que toma conciencia del impacto de las emisiones de su flota de camiones o de los efluentes industriales; un Director Comercial que opta por papel reciclado para los catálogos y evita plásticos en los eventos; un Gerente de RRHH que vela por las condiciones de seguridad y bienestar de su equipo; un Presidente de la Junta Directiva que promueve la erradicación del trabajo infantil o rechaza proveedores no certificados; o incluso un miembro del equipo comercial que presta atención a la fecha de caducidad de los productos que ofrece al consumidor. Todos ellos encarnan, desde distintos roles, una misma visión de responsabilidad.
Si miramos hacia adelante, ¿cómo visualizas el futuro de la RSE y la Sostenibilidad en las próximas dos décadas? ¿Qué retos y oportunidades se vislumbran?
El futuro de la RSE se presenta como un escenario en el que conviven grandes oportunidades con importantes desafíos. Las empresas tendrán que adaptarse a un entorno normativo más exigente y a expectativas sociales más elevadas, muchas veces difíciles de equilibrar con la realidad operativa de una “transición justa”.
En este escenario, la tecnología jugará un papel clave para facilitar esa adaptación, especialmente para aquellas empresas que aún no han encontrado cómo avanzar de forma estructurada. Además, no podemos ignorar el carácter extraterritorial de muchas de las nuevas regulaciones, como ocurre en el caso de España y su impacto sobre las cadenas de valor en América Latina, donde nosotros operamos como firma. Este fenómeno plantea retos complejos que requerirán inversión, formación y acompañamiento estratégico.
¿Qué rol crees que debe asumir la juventud en la construcción del legado de la RSE?
Las nuevas generaciones están llamadas a tener un rol protagónico en la consolidación de este legado. Su mayor conciencia social y ambiental, unida a su capacidad para movilizar a través de redes digitales, les otorga un poder de influencia sin precedentes. Pero ese poder debe ir acompañado de propuestas realistas, que traduzcan sus demandas en soluciones aplicables.
En América Latina, por ejemplo, se prevé que la Generación Z, que en muchos casos representa la quinta o sexta generación en empresas familiares, tendrá un peso determinante en la incorporación de estrategias ASG y sostenibles desde los espacios de gobernanza. No serán indulgentes ante la falta de implicación de marcas y empresas en estos temas. Por ello, es urgente prepararse desde ahora, porque la resiliencia corporativa del futuro dependerá de cómo se aborden hoy esas expectativas.
Estas nuevas generaciones decidirán si comprar o trabajar para una empresa en función de su propósito, sus valores y su impacto. Ignorar esta realidad llevará, con toda seguridad, a pérdidas significativas de clientes y talento. Y es precisamente desde esa realidad generacional desde donde debemos entender también los cambios sociales y políticos que ya están en marcha.
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