La trayectoria de Irene Martín Rubio ofrece una mirada lúcida, crítica y profundamente comprometida sobre la evolución de la Responsabilidad Social y la Sostenibilidad desde el ámbito académico. Profesora titular en la ETSIDI de la Universidad Politécnica de Madrid, comenzó a interesarse por esta materia en torno al año 2010, cuando observó cómo el discurso filantrópico comenzaba a dar paso a un enfoque vinculado a la actividad esencial de las empresas. Desde entonces, ha profundizado en los marcos teóricos, legales y estratégicos que definen esta transformación, sin perder nunca la perspectiva crítica.
Para Irene, la Sostenibilidad ha dejado de ser voluntaria para convertirse en un requisito normativo “a veces asfixiante”. En su análisis, el paso de lo ético a lo obligatorio ha venido acompañado de nuevas tensiones: “¿Vamos a ver cómo las grandes corporaciones gestionan las cadenas de suministro globales mientras las pymes locales desaparecen o son absorbidas? ¿Es esa la transformación empresarial responsable que queremos?”, se pregunta.
En este escenario complejo, destaca la labor de medios como Corresponsables, a quien conoció gracias a los Premios: “Han cumplido un papel fundamental como efecto llamada, desde el enfoque filantrópico hasta el ético y legal. Su despliegue de proyectos y buenas prácticas ayuda a visibilizar la evolución real de la RSE”. Irene considera que medios como este permiten generar conexión, pensamiento crítico y aprendizaje compartido entre distintos actores del ecosistema responsable.
Defensora de modelos como el de Carroll y con un enfoque muy influido por el pensamiento de Porter, Irene alerta sobre los riesgos del greenwashing, reivindica una gestión inteligente de los datos y subraya que los grandes cambios no vendrán sin un verdadero compromiso ético. Confía en las nuevas generaciones y afirma con contundencia: “Nos han demostrado su colaboración, ahora debemos dotarles de los recursos que necesitan. Serán ellas quienes transformen la sociedad según sus capacidades”.
Profesora Irene, desde su experiencia académica, ¿cómo empezó a interesarse por la Responsabilidad Social y cómo ha evolucionado su enfoque a lo largo de los años?
En el ámbito académico de Economía de la Empresa, el tema de la Responsabilidad Social comenzó a ganar atención a partir de 2010, cuando dejó de entenderse exclusivamente desde su vertiente filantrópica, como una especie de marketing basado en donaciones, para comenzar a vincularse directamente con la actividad esencial de cada empresa. Esa transición, más cercana a una lógica de impacto real y de gestión responsable, marcó un cambio relevante también en los contenidos y enfoques de enseñanza en las aulas.
Hoy, la situación es radicalmente distinta. La RSE ha pasado de ser un ejercicio voluntario para convertirse en un elemento obligatorio, y a veces incluso asfixiante, dentro de las organizaciones. Lo que antes era un compromiso ético o reputacional, ahora se ha transformado en una exigencia regulatoria: los famosos Informes de Sostenibilidad, por ejemplo, han convertido a muchos consultores en auténticos fiscalizadores del cumplimiento normativo.
¿Transformación empresarial responsable o desaparición silenciosa de las pymes?
Esta evolución ha generado cierta confusión, especialmente en el tejido empresarial europeo, donde muchas compañías, desde 2019, se han sentido “amenazadas” por el modo en que se gestiona su propia responsabilidad y cómo agentes externos, como consultores o consejeros independientes, toman un papel cada vez más directivo.
Como planteo a menudo, cabe preguntarse: ¿vamos hacia una economía donde las grandes corporaciones acabarán gestionando las cadenas de suministro globales mientras las pymes locales quedan desplazadas o absorbidas? ¿Realmente se está fomentando a los proveedores de proximidad o solo lo parece? ¿En qué consiste, en definitiva, esta “transformación empresarial responsable”? Son interrogantes abiertos que debemos seguir abordando con pensamiento crítico.
En ese contexto, ¿cómo y cuándo conoció Corresponsables? ¿Qué valoración hace de su papel en el impulso de la RSE durante estos años?
Tuve el placer de conocer a Corresponsables en el marco de los Premios que organizan, y debo decir que me impresionó el despliegue de proyectos interesantes y la calidad de las iniciativas recogidas en torno a la gestión responsable. Su plataforma ha cumplido una función clave como efecto llamada, ayudando a visibilizar prácticas de RSE desde sus fases más iniciales, de inspiración filantrópica, hasta enfoques éticos y legales plenamente consolidados.
En un ecosistema cada vez más regulado y complejo, medios como Corresponsables ofrecen un espacio de conexión, aprendizaje y reflexión para quienes trabajamos en este ámbito desde perspectivas diversas, como la académica, la institucional o la empresarial.
¿Qué cambios significativos ha observado en esta materia desde que comenzó a trabajar en ella?
Como ya he comentado anteriormente, estamos viviendo un escenario de gran presión normativa concentrada en muy poco tiempo, justo después de haber atravesado una pandemia global. Este “reseteo” regulatorio ha generado confusión, especialmente en pymes que no cuentan con estructuras complejas para adaptarse con agilidad a los nuevos marcos.
Lo que antes era un enfoque progresivo hacia la responsabilidad corporativa, hoy se percibe en algunos sectores como una imposición que requiere una alta capacidad técnica, económica y de gestión para poder cumplirse adecuadamente. Y, sin embargo, el objetivo sigue siendo claro: lograr un modelo económico y empresarial sostenible. La cuestión es cómo hacerlo sin ahogar la diversidad empresarial que sustenta nuestras economías.
Corresponsables ha sido un efecto llamada clave hacia la RSE ética y legal
¿Cuáles considera que han sido los hitos más relevantes en la evolución de la RSE y la Sostenibilidad en las últimas dos décadas?
Para mí, dos momentos han sido especialmente decisivos. En primer lugar, el año 2019, con el inicio de las Finanzas Sostenibles, que supusieron un cambio estructural en la forma en que se canalizan las inversiones. Y en segundo lugar, el año 2022, con la Directiva europea que establece nuevas exigencias en materia de Informes de Sostenibilidad, lo que ha obligado a las empresas a incorporar sistemáticamente métricas ambientales, sociales y de buen gobierno (ASG) en su gestión.
La divulgación de estos impactos ASG, alineados con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), ha transformado la manera de operar en todas las cadenas de valor y en todos los sectores económicos, a nivel global. La digitalización también ha acelerado esta transformación: ya no basta con cumplir, hay que demostrarlo, y para ello se requiere una gestión inteligente de datos y sistemas que permitan automatizar procesos, identificar riesgos y generar alertas eficaces.
El gran reto ahora es pasar de cadenas de suministro lineales a modelos circulares que realmente optimicen los recursos del planeta. Y aquí surge otra paradoja que no podemos ignorar: ¿podemos permitirnos el impacto ambiental de ciertas tecnologías como la inteligencia artificial para intentar ser más sostenibles? ¿Qué sentido tiene “cargarse el planeta” en nombre de la Sostenibilidad?
E Irene, ¿qué lecciones ha aprendido a lo largo de su trayectoria vinculada a la RSE y la Sostenibilidad?
Una de las principales lecciones ha sido aprender a “tirar del hilo” y profundizar más allá de la superficie. Cuando se examinan con detalle los informes, las estrategias y las acciones etiquetadas como sostenibles, uno puede encontrar tanto verdaderos esfuerzos por mejorar como casos de greenwashing o maquillaje cosmético. Esa mirada crítica es esencial en el contexto actual.
Pasamos del enfoque filantrópico al cumplimiento obligatorio… y a veces asfixiante
El análisis riguroso permite distinguir entre las organizaciones que apuestan sinceramente por integrar la Sostenibilidad en su actividad real y aquellas que simplemente cumplen por obligación o imagen. En este sentido, también he comprobado lo valioso que es encontrar ejemplos inspiradores que muestran que sí es posible generar impacto sin renunciar a la coherencia.
¿Podría compartir con nosotros alguna anécdota o momento clave que refleje los desafíos de los primeros años de la RSE?
Uno de los hitos que recuerdo con especial claridad es el impacto que tuvo la propuesta de Michael Porter desde Harvard. Su planteamiento sobre la creación de valor compartido fue una verdadera guía sobre cómo la Responsabilidad Social podía ir mucho más allá de lo filantrópico.
Porter nos mostró que un enfoque estratégico de la RSE, vinculado directamente a la actividad principal de la empresa, no solo era posible sino necesario. La filantropía tiene su lugar como una forma de reforzar la reputación y el compromiso con la comunidad, pero la verdadera transformación llega cuando la Sostenibilidad se entrelaza con el modelo de negocio y genera beneficios compartidos a largo plazo.
¿Cuáles han sido sus principales referentes o modelos en este ámbito, tanto a nivel teórico como práctico?
Uno de los modelos fundamentales en la conceptualización de la RSE ha sido el de Archie B. Carroll, que propone una visión estructurada basada en cuatro niveles: el económico, el legal, el ético y el filantrópico. Esta aproximación permite entender cómo las empresas deben responder no solo a los intereses económicos, sino también a las expectativas sociales y normativas, considerando a todos los agentes implicados en su cadena de valor.
Desde una perspectiva más crítica, el modelo de Carroll invita a reflexionar sobre hasta qué punto las organizaciones realmente equilibran estas dimensiones, o si aún priorizan en exceso los objetivos económicos sobre los demás compromisos. En ese sentido, continúa siendo un marco vigente y útil para el análisis.
Las nuevas generaciones ya están listas: solo necesitan que les dotemos de herramientas
Y yendo a lo concreto, ¿podría compartir algún caso de éxito que considere emblemático en materia de RSE y Sostenibilidad?
A lo largo de estos años, se han elaborado excelentes Informes de Impacto ASG por parte de muchas organizaciones. Sin embargo, si tuviera que destacar una, mencionaría a Iberdrola, considerada como la mejor empresa europea en materia de información sostenible.
Ahora bien, como decía mi abuelo, “del dicho al hecho, hay un gran trecho”. La Unión Europea ha entendido bien esta necesidad de garantizar coherencia y rigor, y por eso plantea más de 1.200 métricas para guiar la redacción de los informes de sostenibilidad y evitar el greenwashing. Estos indicadores abarcan las tres dimensiones —ambiental, social y de buen gobierno—, y permiten automatizar alarmas, facilitar soluciones y gestionar riesgos de forma más objetiva y sistemática.
¿Cómo vislumbra el futuro de la RSE y la Sostenibilidad? ¿Qué retos y oportunidades anticipa para las próximas décadas?
Uno de los grandes desafíos que enfrentamos es la gestión del big data y de toda la información asociada a los impactos ASG. Contar con datos no es suficiente: hay que analizarlos correctamente, interpretarlos con criterio y usarlos para tomar decisiones responsables. Y eso requiere un entrenamiento continuo. Si no lo hacemos con conocimiento, podemos fácilmente “alucinar” con la tecnología y terminar usando la inteligencia artificial de forma desmedida, en nombre de la sostenibilidad, mientras degradamos el planeta en el proceso.
Necesitamos avanzar hacia modelos circulares, capaces de cerrar el ciclo en las cadenas de suministro, y eso implica comprender el funcionamiento completo del sistema y colaborar transversalmente entre sectores. El futuro dependerá de cómo utilicemos las herramientas digitales con una mirada crítica y con propósito.
Para cerrar, en ese contexto futuro, ¿qué papel atribuye a las nuevas generaciones en la continuidad y fortalecimiento de este legado?
Un papel absolutamente fundamental. Las nuevas generaciones ya han demostrado, en momentos de crisis como la DANA, que son las primeras en movilizarse con los recursos que tienen a su alcance. No les falta voluntad ni sensibilidad: lo que necesitan es que les dotemos de herramientas adecuadas. Su colaboración ya está ahí, ahora toca confiar plenamente en su talento y acompañarlos en su desarrollo.
Los nativos digitales tienen en sus manos la capacidad de transformar la sociedad según sus propias necesidades y capacidades. Su dominio de la inteligencia artificial será clave para gestionar los nuevos sistemas de información que darán forma no solo a los negocios y sus cadenas de valor, sino también a toda la estructura social. Su rol será, sin duda, determinante.
Analizar con rigor permite distinguir el compromiso real del maquillaje cosmético
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