Durante demasiado tiempo, la salud mental ha sido tratada desde una perspectiva individual, clínica y, muchas veces, deshumanizada. Hemos delegado el bienestar emocional a diagnósticos, fármacos y tratamientos protocolizados, sin cuestionar el contexto social, cultural y económico en el que las personas viven y enfrentan dificultades. Pero la salud mental no es solo una cuestión médica: es una cuestión profundamente humana y colectiva.
Repensar la salud mental implica romper con el modelo biomédico como único marco de referencia. Significa comprender que no hay salud mental sin vínculos, comunidad y condiciones de vida dignas. En entornos laborales precarizados, en viviendas inseguras, en ciudades hostiles, en relaciones donde impera la violencia, la discriminación o el aislamiento.
La salud mental es un derecho humano que debe garantizarse desde la justicia social, la accesibilidad, la diversidad y la participación. No hay inclusión sin escucha, sin representatividad, sin estrategias que reconozcan la experiencia vivida de quienes han transitado el sufrimiento psíquico desde lugares de marginalidad, pobreza o estigma.
La salud mental no es un lujo, es un bien común
Hoy en día, muchos discursos presentan la salud mental como una responsabilidad exclusivamente individual: “cuida tu mente”, “gestiona tus emociones”, “mantén una actitud positiva”. Aunque estos mensajes puedan tener buenas intenciones, suelen ignorar las causas sociales del malestar. Se olvida que las emociones también se ven afectadas por la precariedad, la soledad, la discriminación, la falta de vivienda, la ausencia de un empleo digno o la carencia de vínculos seguros.
Cuidar es un acto profundo de humanidad
Repensar la salud mental es también disputar el significado del cuidado. No basta con medicalizar el sufrimiento ni derivar a un profesional cuando hay una crisis. Cuidar es acompañar, sostener, tejer redes, construir espacios seguros donde se pueda hablar sin miedo, sin juicio, sin etiquetas.
Cuidar significa conectar con la esencia humana del otro, reconocer su vulnerabilidad y ofrecer apoyo desde la empatía y el respeto. Más que una acción individual, el cuidado es un lazo colectivo que fortalece nuestras relaciones y construye comunidades solidarias y acogedoras. Cuidar es, en esencia, ejercer nuestra humanidad compartida.
Interseccionalidad y acceso real
No todas las personas acceden a la salud mental en igualdad de condiciones. Las brechas son profundas y cruzan variables como el género, la clase social, la etnia, la discapacidad, la edad o la situación administrativa. Las personas migrantes, las mujeres racializadas, las personas sin hogar, las infancias vulneradas o quienes viven con sufrimiento psíquico severo son las más olvidadas por el sistema.
Urgen espacios que reconozcan esta interseccionalidad. No podemos hablar de salud mental sin hablar de accesibilidad cognitiva, comunicativa, sensorial. Ni diseñar políticas públicas sin participación efectiva de los colectivos más excluidos. La accesibilidad no es un añadido; es un requisito ético para garantizar derechos.
Hacia un nuevo pacto social por la salud mental
Vivimos un momento crucial. Tras la pandemia, la salud mental ha ganado visibilidad, pero el riesgo es que esa visibilidad se traduzca sólo en más diagnósticos y psicofármacos. Lo que necesitamos es un nuevo pacto social por la salud mental: un compromiso político, profesional y ciudadano que ponga en el centro la vida, los cuidados, la escucha, la prevención y la dignidad.
Este pacto debe empezar en lo cotidiano: en la escuela, en el trabajo, en los barrios, en las familias. Debe implicar a todos los niveles de gobierno, pero también a las organizaciones sociales, las universidades, los medios de comunicación y los colectivos de personas con experiencia propia en salud mental.
En este contexto, los días 9 y 10 de octubre se celebrará en Madrid el Tercer Congreso Nacional de Networking Inclusivo y Accesible, con la salud mental como eje central. Será un espacio para debatir, aprender y construir colectivamente propuestas valientes, inclusivas y transformadoras. Un punto de encuentro entre profesionales, responsables públicos, empresas, organizaciones y personas con experiencia propia que están demostrando que otra salud mental es posible.
Repensar la salud mental es imaginar otro mundo posible, uno donde las vivencias singulares de la mente no sean sinónimo de exclusión, sino parte de la diversidad humana.
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