La tercera edición de Rehavita nos ha vuelto a confirmar algo que desde UCI vemos cada día: la rehabilitación no es solo una cuestión técnica o energética, sino que es un reto social de primera magnitud. España avanza —como recordó el secretario de Estado de Vivienda— hacia el objetivo de rehabilitar 1.377.000 hogares para el año 2030. Pero cumplir los objetivos europeos no basta, sino que necesitamos que esa transformación llegue a todas las personas, especialmente a quienes más lo necesitan.
Lo cierto es que la complejidad urbanística de nuestro país, marcada por la concentración residencial en barrios de edificios en altura y comunidades de propietarios muy heterogéneas, exige nuevas formas para hacer atractiva la rehabilitación a las comunidades de propietarios. Los ejemplos de países como Dinamarca o Italia muestran que el éxito no depende únicamente de los avances tecnológicos, sino de involucrar a los vecinos desde el diseño, escucharlos, resolver sus dudas y generar confianza. Esa es también nuestra convicción: sin participación ciudadana, la rehabilitación no se sostiene.
Pero la dimensión social no puede avanzar sin un marco económico inteligente. Las recientes medidas impulsadas por el ICO, que incorporan tramos no reembolsables para facilitar el alquiler social, abren el camino hacia un ecosistema más estable y con mayor seguridad jurídica. A su vez, la nueva EPBD refuerza la necesidad de integrar los aspectos técnicos, económicos y sociales bajo una estrategia coherente y de largo plazo.
Rehavita también ha puesto sobre la mesa algo fundamental: rehabilitar es mejorar vidas. No hablamos solo de ahorro energético o reducción de emisiones. Hablamos de salud, de confort, de combatir la pobreza energética y de garantizar que el derecho a la vivienda sea, además, un derecho a la calidad y al confort. La digitalización, la profesionalización del sector o la creación de proyectos piloto como el observatorio urbano que prepara Madrid para medir con datos cuál es la situación de la ciudad y del parque inmobiliario en cada momento serán herramientas clave para lograrlo.
Desde UCI defendemos que la rehabilitación debe tener un propósito humano. La rehabilitación debe ser vista como una oportunidad para regenerar no solo edificios, sino también vínculos, comunidades y formas de habitar.
Para consolidar el sector hacen falta reglas claras, financiación estable y una colaboración público-privada que vaya más allá del corto plazo. La financiación jugará un papel clave porque no será solo un medio para ejecutar proyectos, sino un motor que facilite la escala, la equidad y la viabilidad de las actuaciones.
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