Durante los últimos 20 años se ha evidenciado una transformación de las ciudades en el corazón de las agendas globales de desarrollo. La urbanización es en efecto, una de las tendencias más significativas que proporciona los cimientos y el impulso para el cambio global.
El cambio hacia un mundo cada vez más urbanizado significa una fuerza transformadora que puede ser aprovechada para una trayectoria de desarrollo sostenible. Las ciudades se han convertido en una fuerza potente y positiva para enfocar el crecimiento económico sustentable, el desarrollo, la prosperidad y el impulso de la innovación y la inversión tanto en los países desarrollados, como en los países en desarrollo.
El papel de las ciudades en el desarrollo sostenible
La movilidad urbana sustentable proporciona el acceso eficaz a bienes, servicios, mercados de trabajo, relaciones y actividades sociales, al tiempo que limita las consecuencias adversas a corto y largo plazo, en los servicios y sistemas sociales, económicos y ambientales. Una tendencia creciente es el cambio cultural para dejar la dependencia del automóvil.
La gobernanza es crucial para desarrollar, mantener y restaurar los servicios sustentables y resilientes y la actividad social, institucional y económica de las ciudades. Muchos gobiernos citadinos están debilitados debido al acotado poder y responsabilidad sobre los servicios públicos clave, incluyendo la planeación, la vivienda, la vialidad y el tránsito, el agua, el uso del suelo, el drenaje, el manejo de los desperdicios y el establecimiento de estándares.
Considerando que las nuevas composiciones territoriales juegan un papel clave en la creación de la prosperidad, existe una demanda urgente para una planeación más integrada, una planeación financiera sólida, prestación de servicios y decisiones políticas estratégicas. Estas intervenciones son necesarias si las ciudades han de ser sostenibles, incluyentes y que garanticen una alta calidad de vida para todas las personas.
Las áreas urbanas alrededor del mundo continúan extendiéndose, dando lugar a un crecimiento en ambas direcciones, vertical y horizontal.
El espacio urbano puede ser un punto de entrada estratégico para impulsar el desarrollo sostenible. Sin embargo, esto requiere de una planeación urbana y de un diseño innovador que utilice la concentración, minimicen las necesidades de transporte y los costos de la prestación de servicios, que optimicen el uso del suelo, que mejoren la movilidad y el espacio para actividades cívicas y económicas y que provean áreas para la recreación e interacción cultural y social, a fin de enriquecer la calidad de vida.
Al adoptar leyes y reglamentos relevantes, los urbanistas están retomando el uso compacto y mixto del suelo de la ciudad, reafirmando los conceptos de planeación urbana que abordan los nuevos retos y realidades de esa magnitud, con la movilidad en toda la región urbana y las demandas de infraestructura.
La necesidad de pasar de intervenciones sectoriales a una planeación urbana estratégica y a plataformas políticas urbanas, es crucial en el cambio de las formas urbanas. Por ejemplo, la planeación del transporte a menudo se separaba de la planeación del uso del suelo y esta división sectorial ha causado un desperdicio de inversiones junto con consecuencias negativas de largo plazo para una serie de cuestiones que incluyen el desarrollo residencial, los desplazamientos y el consumo energético. Sin embargo, el tránsito y la integración del uso del suelo, son de los medios más prometedores de revertir la tendencia de la expansión de la dependencia del automóvil, colocando a las ciudades en el camino de la sostenibilidad.
Una ciudad compacta es más productiva e innovadora y el uso de sus recursos y sus emisiones son más bajas. Los urbanistas han reconocido la necesidad de moverse hacia ciudades orientadas a una mayor concentración, uso mixto del suelo, que sean incluyentes, peatonales, con transporte público y uso de bicicletas.
A pesar de los cambios en la planificación de la ciudad, donde las estrategias de ciudad compacta y densa son la corriente principal en la práctica urbana, el mercado se ha resistido a tales abordajes y la preferencia de los consumidores se ha empeñado en territorios de baja densidad residencial.
El conflicto en la práctica de la planeación urbana necesita ser mejor conocido y más debatido si se quiere que las ciudades sostenibles se hagan realidad. Las presiones que continúan impulsando la forma física de muchas ciudades, a pesar de tener las mejores intenciones de planeación, presentan retos que necesitan estar en primer plano de cualquier discusión sobre los objetivos para el desarrollo sostenible de las ciudades.
Algunos temas pertinentes, que sugieren la necesidad de repensar los antiguos modelos de urbanización y abordarlos urgentemente, incluyen:
- El conflicto de jurisdicciones entre ciudades, poblados y áreas peri-urbanas circundantes, en donde las autoridades compiten entre ellas para atraer el desarrollo suburbano;
- El costo real para la economía y la sociedad de fraccionar el uso del suelo y el desarrollo espacial dependiendo del automóvil; y
- Cómo presentar alternativas razonables para acomodar a los 2.5 mil millones adicionales de personas que viviría en ciudades para 2050.
Esto va a depender en gran medida de la habilidad de los gobiernos locales para superar la fragmentación en las instituciones políticas locales y de una legislación más coherente, así como de un marco de gobernanza que aborde las complejidades urbanas diseminadas en diferentes fronteras administrativas.
La población mundial crece, pero lo hace especialmente en las ciudades. Naciones Unidas prevé que para 2050 el 68% de la población mundial vivirá en núcleos urbanos, una cifra que en Europa asciende al 78%. Un incremento que, unido a cuestiones como los movimientos migratorios y las propias características demográficas de cada población, hace que las ciudades se enfrentan a un punto de inflexión.
Las ciudades deben idear una estrategia, una visión de cómo quieren ser en el futuro y qué medidas deben abordar a corto plazo para alcanzarla. No en vano, el magnetismo de una ciudad puede atraer a nuevos residentes, visitantes e inversores vitales para su propio desarrollo y el de todos sus ciudadanos. Y la falta del mismo puede repelerlos. Es precisamente el magnetismo de las ciudades el que determinará su futuro: las ciudades del futuro dibujadas en el imaginario colectivo no se corresponden con la realidad. La clave no pasa por la tecnología o la convivencia con coches voladores o robots, sino por poner en el centro de las ciudades a los ciudadanos. El futuro no habla de máquinas sino de personas.

