Estamos en un momento clave para avanzar hacia sistemas alimentarios más sostenibles, resilientes e inclusivos. El modelo actual ha permitido grandes avances en productividad y acceso a alimentos, pero también enfrenta desafíos crecientes: presión sobre los recursos naturales, impacto ambiental, cambios en los hábitos de consumo o desigualdades en el acceso a una alimentación saludable. Estos retos nos invitan a repensar colectivamente cómo producimos, distribuimos y consumimos los alimentos, con una mirada puesta en el largo plazo, es decir, el sector está llamado a continuar evolucionando hacia un sistema de impacto positivo. No se trata solo de minimizar impactos, sino de generar beneficios tangibles para las personas y el planeta. Un sistema que contribuya a regenerar ecosistemas, reducir desigualdades y fortalecer el bienestar de las comunidades. Y para lograrlo, se requiere ambición, colaboración y una visión sistémica.
Tres palancas de transformación
- Replantear la producción desde criterios regenerativos: La agricultura es el pilar de todo el sistema alimentario. Avanzar hacia un modelo de impacto positivo implica adoptar prácticas que restauren los suelos, capturen carbono, favorezcan la biodiversidad y aseguren medios de vida sostenibles para los agricultores. En Ebro, hemos impulsado múltiples iniciativas en esta línea. Por ejemplo, el proyecto Oryzonte en Sevilla ha logrado reducir durante la última campaña más de 2.000 toneladas de emisiones de CO₂ en campos de arroz mediante técnicas de aireación prolongada. También desarrollamos programas de agricultura sostenible en India, Tailandia, Pakistán y Argentina, promoviendo el riego intermitente, la nivelación láser, el uso de semillas certificadas y la participación activa de mujeres y jóvenes en el campo, procurando al mismo un incremento de sus rendimientos, tanto agronómicos como financieros.
- Alinear el negocio con el bienestar social: Un sistema justo debe garantizar que quienes lo hacen posible —productores, trabajadores, comunidades— no solo estén protegidos, sino que puedan desarrollarse plenamente. Esto implica construir cadenas de suministro más transparentes, aplicar criterios de diligencia debida en derechos humanos y colaborar con el tercer sector para generar valor compartido. En este último contexto, desde el Grupo y la Fundación Ebro, desarrollamos programas de inserción laboral, educación, discapacidad y apoyo a mujeres en situación de vulnerabilidad. Destaca el proyecto tuTECHÔ, del que somos miembros de su Fundación, una iniciativa contra el sinhogarismo que ha ofrecido vivienda y acompañamiento a más de 3.500 personas, y que ha sido reconocida con premios como el SERES o el de la Confederación de Empresarios de Sevilla. También jugamos un papel relevante en el impulso de Gastronomix, una escuela de formación social en alta cocina que ofrece a jóvenes en situación de vulnerabilidad una oportunidad real de inserción laboral en el sector de la hostelería. No se trata solo de responsabilidad social, sino de contribuir a un cambio estructural.
- Reformular la relación con el consumidor: Cada vez más personas buscan alimentos saludables, sostenibles, accesibles y con propósito. Responder a esa demanda implica ofrecer soluciones alineadas con sus valores, facilitando su adopción mediante formatos innovadores, mejoras nutricionales y una comunicación clara y honesta.
Para ello, en Ebro, entendemos la innovación como una palanca clave para conectar con las nuevas necesidades del consumidor. Apostamos por el desarrollo de productos que combinen bienestar, practicidad y sostenibilidad, respondiendo a estilos de vida dinámicos, pero sin renunciar a la calidad nutricional. La innovación en Ebro no es solo tecnológica, sino también social y cultural: buscamos anticiparnos a los cambios, escuchar activamente al consumidor y traducir ese conocimiento en propuestas con impacto positivo.
Una transición que requiere colaboración real
La transformación del sistema alimentario es un reto compartido. Gobiernos, empresas, agricultores, instituciones académicas, ONG y consumidores debemos actuar de forma coordinada. Compartir datos, innovaciones y compromisos es clave para acelerar el cambio.
En Ebro apostamos por construir alianzas de largo plazo con entidades sociales y comunidades locales. Así, nuestras actuaciones no solo responden a riesgos regulatorios o reputacionales, sino que forman parte de una lógica de corresponsabilidad en los territorios donde operamos.
Del compromiso a los resultados
La sostenibilidad ya no se mide por los discursos, sino por los hechos. Trazabilidad, impacto cuantificable y coherencia son las nuevas métricas. Gestionar con rigor implica también reconocer lo que aún queda por hacer.
Desde 2019, hemos invertido más de 43 millones de euros en actuaciones medioambientales dentro de nuestras fábricas, alrededor de 22 millones de euros en programas de agricultura sostenible y destinado más de 12 millones a donaciones de alimentos. Hemos formado en derechos humanos a toda nuestra plantilla y colaborado de manera recurrente con más de 80 organizaciones sociales. No son cifras finales, pero sí reflejo de una estrategia en marcha.
Avanzar hacia un sistema alimentario de impacto positivo no es una utopía, es una necesidad. Supone reequilibrar rentabilidad con regeneración, eficiencia con equidad, consumo con conciencia. Para las empresas, significa entender la sostenibilidad no como un freno, sino como una palanca de innovación, resiliencia y legitimidad.
Ese es el camino que hemos elegido. Y aunque los desafíos son grandes, también lo es la oportunidad de construir un sistema alimentario que no solo alimente, sino que cuide, regenere e incluya.