Cada año, el Día del Seguro invita a detenerse y reflexionar sobre el papel real que desempeña este sector en la vida de las personas y en la sociedad en su conjunto. Más allá de la cobertura de riesgos, el seguro tiene hoy una función social que lo sitúa en una posición clave frente a algunos de los desafíos más complejos de nuestro tiempo: la incertidumbre económica, el envejecimiento de la población, el aumento de la desigualdad o la emergencia climática.
Desde esa perspectiva, hablar de seguros implica también hablar de bienestar, sostenibilidad y responsabilidad. No en términos abstractos, sino como parte de una práctica concreta que condiciona la calidad de vida de millones de personas.
Protección como responsabilidad social
El acceso a mecanismos de previsión y protección financiera es un factor que influye directamente en la escalabilidad de los hogares, especialmente en contextos de vulnerabilidad. La capacidad de hacer frente a un imprevisto de salud, una situación de dependencia o la pérdida de ingresos puede marcar la diferencia entre la continuidad o la ruptura de un proyecto vital.
En este sentido, el seguro actúa como un mecanismo de amortiguación social. Lo hace al proporcionar seguridad económica, pero también al permitir a las personas planificar a largo plazo, algo especialmente relevante en una sociedad con una creciente esperanza de vida. Esa función preventiva, que no siempre es visible, está estrechamente vinculada al ODS 3 (Salud y Bienestar) y al ODS 10 (Reducción de desigualdades).
La sostenibilidad como criterio estructural
El compromiso del sector no puede limitarse a declaraciones. Requiere integrar de forma real los criterios ambientales, sociales y de gobernanza (ESG) en las decisiones diarias: en la gestión de inversiones, en la elaboración de productos y en la propia cultura corporativa.
Las aseguradoras, como inversores institucionales, tienen la capacidad de orientar el capital hacia actividades más respetuosas con el medioambiente y más coherentes con la transición ecológica. Pero también tienen responsabilidad en cómo se seleccionan los proveedores, cómo se gestiona la huella ambiental o qué exigencias imponen a socios y participadas.
En nuestro caso, hemos adoptado un enfoque integral de sostenibilidad, incorporando criterios ESG en toda nuestra operativa y en nuestra estrategia a largo plazo, con el objetivo de generar un impacto positivo en la sociedad y el medioambiente. No como un añadido, sino como eje vertebrador.
Prevención, salud y longevidad
La longevidad es uno de los grandes logros del progreso, pero también uno de los grandes desafíos del futuro. Las sociedades están envejeciendo, es un hecho, y eso requiere repensar los sistemas de pensiones, las estructuras de cuidado y el modelo de bienestar.
En este sentido, el seguro puede desempeñar un papel relevante si contribuye a fomentar hábitos de vida saludables, si anticipa escenarios de dependencia o si ayuda a planificar financieramente etapas vitales que hasta hace relativamente poco no se consideraban. La prevención, por tanto, debe formar parte central de la propuesta de valor del sector.
Por un lado, para reducir la siniestralidad, pero se debe tomar como un compromiso activo con el bienestar. Programas que promueven el envejecimiento activo, el acceso a chequeos médicos o la educación financiera son algunos ejemplos de cómo esa vocación preventiva se puede materializar en acciones concretas.
Buen gobierno y coherencia interna
Ninguna organización puede hablar de impacto positivo si no comienza por su propio modelo de gobernanza. La forma en que una compañía vinculada al sector asegurador estructura su toma de decisiones, promueve la igualdad de oportunidades o garantiza la transparencia en su actividad tiene un efecto directo en su legitimidad como actor social.
En ese sentido, incorporar diversidad, facilitar la conciliación o adoptar criterios éticos en la comercialización deja de ser una cuestión meramente reputacional para ser una obligación que responde al ODS 5 (Igualdad de género), al ODS 8 (Trabajo decente) y al ODS 16 (Instituciones sólidas).
La coherencia entre lo que se ofrece hacia fuera y lo que se practica dentro es clave en un sector que, por definición, trabaja con la confianza de las personas.
Una mirada a largo plazo
Ahora bien, es importante entender que el seguro no se mide por inmediatez. Su lógica es la del tiempo: acompañar, sostener y anticipar. Por eso, su impacto debe evaluarse no solo en términos de cobertura, sino de contribución a la resiliencia social.
En un contexto en el que se multiplican los riesgos (económicos, climáticos, demográficos, etc.), el sector asegurador puede y debe ser un aliado en la construcción de sociedades más equilibradas. Eso exige una mirada más integral de su papel como proveedor de estabilidad, siendo también agente con capacidad de incidir en los grandes vectores de transformación.
Tenemos una responsabilidad compartida y es muy importante asumir que proteger el presente de las personas es también una forma de cuidar su futuro.
Este artículo forma parte del Dosier Corresponsables: la sostenibilidad en el sector del seguro