Con la publicación del nuevo Plan de Sostenibilidad 2025-2027, Endesa refuerza su liderazgo en la transición energética justa y marca un rumbo claro hacia las cero emisiones en 2040. Este documento incorpora 65 nuevas medidas concretas para acelerar la descarbonización, proteger la biodiversidad, fortalecer la gobernanza y generar valor para todos los grupos de interés.
En esta entrevista en exclusiva para Corresponsables, medio internacional de referencia en Comunicación Responsable, Sostenibilidad y RSE, María Malaxechevarría, Directora General de Sostenibilidad de Endesa y de la Fundación Endesa, analiza el alcance de esta nueva hoja de ruta y recuerda que “la inversión en renovables no es solo necesaria: es rentable y genera oportunidades para los territorios”.
La directiva explica cómo la compañía quiere avanzar sin dejar a nadie atrás, impulsando proyectos que integren a las comunidades locales y fortalezcan su desarrollo social y económico. “No queremos dejar a nadie atrás en la transición energética”, afirma, destacando la importancia de la comunicación temprana, la formación y la contratación local para que los beneficios lleguen a los territorios. También aborda los desafíos regulatorios y tecnológicos que marcarán el futuro del sector, convencida de que “la inteligencia artificial puede liberar a las personas de tareas administrativas y acelerar la descarbonización”.
¿Qué prioridades marcan hoy la agenda de Sostenibilidad de Endesa en un contexto cada vez más incierto y exigente en materia de regulación?
Endesa siempre ha sido una empresa profundamente comprometida con la Sostenibilidad; no hemos necesitado de la regulación para ejercer ese compromiso. De hecho, llevamos 25 años presentes en el índice Dow Jones Sustainability Index, mucho antes de que existiera un marco regulatorio tan exigente como el actual. Esto demuestra que nuestra apuesta es auténtica y no coyuntural.
Nuestro gran foco sigue estando en el ámbito medioambiental. Tenemos una hoja de ruta muy clara para completar la descarbonización en 2040, y la mantenemos a pesar de la incertidumbre y de los cuestionamientos que puedan surgir en el contexto actual. No lo hacemos por dogma de fe, sino porque además la inversión en renovables es rentable: es un negocio sostenible también desde el punto de vista económico. Pero queremos liderar esta transición energética de forma justa, procurando que el impacto en los territorios donde operamos sea el mínimo posible, tanto para las personas como para el medio ambiente.
Nuestro principio es no dejar nunca a nadie atrás. Hay distintas formas de invertir en renovables, pero nosotros queremos que todos nuestros proyectos estén plenamente integrados en las comunidades locales. Buscamos esa aceptación social, maximizar la aportación de valor positivo en el entorno y, al mismo tiempo, minimizar los riesgos. En este marco, nuestro compromiso con la descarbonización se acompaña de objetivos muy claros: lograr la no pérdida neta de biodiversidad y la no deforestación neta para 2030.
En cuanto al contexto regulatorio, estamos pendientes del llamado paquete Ómnibus. Ya hay una primera propuesta del Consejo Europeo, presentada hace apenas unas semanas; ahora falta la del Parlamento, y esperamos que a finales de este año o principios del próximo se pueda alcanzar un acuerdo. Europa sigue manteniendo sus compromisos en materia de sostenibilidad, y este paquete busca principalmente agilizar los procesos, reducir la carga administrativa y evitar un incremento de costes o una ralentización innecesaria del reporting, siempre preservando el objetivo de mejorar la competitividad.
En mi opinión, esta simplificación regulatoria beneficiará sobre todo a las pequeñas y medianas empresas, que son quienes más sufrían la presión de estas exigencias. Para grandes compañías como Endesa, el alivio quizá sea mínimo, quizá un 10% en el mejor de los casos. Y es lógico: tenemos la responsabilidad de ser tractores de la Sostenibilidad en nuestra cadena de valor, de impulsar a nuestros proveedores, a nuestros clientes y a otros actores a avanzar en esta transición. Siempre hemos asumido ese rol de liderazgo, y creo que los reguladores son conscientes de ello.
Para que te hagas una idea, inicialmente se estimaba que unas 50.000 empresas en Europa se verían afectadas por estas regulaciones. Con el paquete Ómnibus ya se habla de 10.000, y la última propuesta del Consejo incluso plantea reducir aún más esa cifra, elevando los umbrales. Me parece un enfoque correcto: no se trata de que las pymes no hagan nada, porque todos debemos avanzar, pero hay que acompañarlas y no ahogarlas. Las empresas líderes, como Endesa, debemos dar los primeros pasos, marcar la pauta y ayudar a que el tejido industrial, especialmente el de países como España, pueda recorrer este camino sin quedar atrás.
Y quizá me gustaría subrayar un mensaje que considero clave en este contexto de incertidumbre, polarización y cambios regulatorios: Endesa mantiene firme su compromiso con la Sostenibilidad. Estamos aquí, seguimos trabajando con la misma determinación y este nuevo Plan de Sostenibilidad 2025-2027 es la mejor prueba de ello. Para nosotros es tan importante hacerlo como explicarlo, comunicarlo y llevarlo a la sociedad. Por eso dedicamos tiempo y recursos a divulgarlo con total transparencia.
¿Qué aprendizajes destacaría de los últimos años en la integración de los ODS dentro del negocio?
Nuestro objetivo principal como empresa siempre ha sido la lucha contra el cambio climático, que está directamente alineada con el ODS 13, Acción por el Clima. Este es el núcleo de nuestra estrategia. Y lo abordamos apoyándonos en tres palancas fundamentales: la electrificación de la demanda, el desarrollo de energías renovables y la innovación. Todo ello, además, conecta con otros Objetivos de Desarrollo Sostenible como el ODS 7, Energía Asequible y No Contaminante; el ODS 9, Industria, Innovación e Infraestructura; y el ODS 11, Ciudades y Comunidades Sostenibles.
¿Cuál ha sido el gran aprendizaje en estos años? Creo que hay que ser realistas: a nivel mundial, el balance del cumplimiento de los ODS muestra que vamos con bastante retraso. Y desde la perspectiva de una empresa, lo que veo es que es imprescindible el compromiso empresarial para poder mover de verdad las palancas de transformación que estos grandes objetivos requieren. Para alcanzar metas globales tan ambiciosas, es necesario transformar el modelo económico, no basta con sumar proyectos sociales o iniciativas medioambientales aisladas.
El negocio en sí mismo debe estar alineado con los ODS. Esa es la única forma de conseguir impacto a gran escala. Porque cuando el propio producto o servicio que ofreces contribuye a los objetivos —por ejemplo, cuando conviertes un producto contaminante en un producto verde—, automáticamente amplías tu alcance y tu capacidad de transformación. No es lo mismo tener que impulsar un proyecto adicional para compensar que lograr que todo tu core business sea sostenible. Esa integración real facilita masificar el impacto positivo y hace mucho más viable alcanzar los objetivos globales.
Además, otro aprendizaje clave ha sido constatar la necesidad de las alianzas. Esto es esencial y conecta directamente con el ODS 17, Alianzas para Lograr los Objetivos. Ninguna empresa puede recorrer este camino sola. Se necesitan alianzas público-privadas, pero también alianzas en 360 grados, implicando a todos los agentes: gobiernos, empresas, sociedad civil, instituciones académicas…
Es cierto que el contexto actual no facilita las cosas. Nos encontramos en un entorno geopolítico complejo, con una radicalización de posturas y posiciones cada vez más extremas. Esto hace que alcanzar acuerdos y construir alianzas sea mucho más difícil y, sobre todo, mucho más lento. Aun así, se están logrando, pero a un ritmo que, en mi opinión, no es el que necesitaríamos para acelerar de verdad el cumplimiento de los objetivos. Y eso, inevitablemente, ralentiza todo el proceso.
Este año han presentado su primer informe sobre la gestión de los Derechos Humanos. ¿Qué contenidos destacarías de ese informe y cómo se estructura la estrategia de Endesa en esta materia?
Sí, efectivamente, este ha sido nuestro primer informe específico sobre la gestión de los Derechos Humanos, y para nosotros es un paso muy relevante porque este tema es uno de los grandes ejes de la Sostenibilidad.
Contamos con una política de Derechos Humanos que actualizamos hace un par de años, incorporando la visión de distintos grupos de interés. Antes era una política más genérica, aplicable a cualquier sector, pero ahora la hemos adaptado específicamente a la realidad del sector energético. En ella hemos definido compromisos muy concretos, tanto desde el punto de vista de las personas como del medio ambiente, que antes estaban tratados de forma más difusa.
Además, contamos con una gobernanza muy estructurada para garantizar su cumplimiento. El Consejo de Administración revisa de forma periódica todos los temas vinculados a Derechos Humanos, delegando esta función en el Comité de Sostenibilidad y Gobierno Corporativo. Desde ahí se coordina con la Dirección General de Sostenibilidad y con las direcciones territoriales, lo que nos permite mantener una estructura clara y operativa en esta materia.
Cada año revisamos la estrategia en Derechos Humanos, pero, además, cada tres años realizamos una debida diligencia específica, tal y como establece nuestra política. En 2024 llevamos a cabo la tercera de estas evaluaciones. Este proceso consiste en identificar riesgos, oportunidades y posibles brechas de mejora en todos nuestros procesos, siempre con la finalidad de anticiparnos y corregirlos.
En esta ocasión, quisimos profundizar más en la metodología. Por primera vez incluimos una valoración de los impactos potenciales realizada con grupos de interés externos, no solo con análisis internos, lo que nos aportó una visión mucho más objetiva. También dimos un paso adicional en el análisis de riesgos: antes lo hacíamos a nivel general por países, pero ahora incorporamos un enfoque específico para el sector energético, porque no siempre los riesgos coinciden. Hay similitudes, pero también particularidades propias del sector.
Con toda esa información identificamos qué procesos necesitaban atención prioritaria. No detectamos riesgos muy altos, pero sí algunos puntos que requieren vigilancia para evitar que puedan escalar en el futuro. A partir de ahí elaboramos un plan de acción, como ya hicimos en las dos debidas diligencias anteriores. Este plan incluye una decena de medidas concretas orientadas a reforzar la gestión de los Derechos Humanos tanto en relación con nuestras personas como en la cadena de proveedores y con los clientes. También contempla aspectos más transversales como la formación y la cultura corporativa. Este plan tiene una vigencia de tres años, de modo que, tras esta revisión de 2024, el próximo ciclo será en 2027.
La novedad de este año es que hemos decidido publicar un informe específico y público. Hasta ahora, toda esta información se incluía dentro del estado de información no financiera, pero consideramos que los Derechos Humanos son tan relevantes que merecían un documento independiente, que refleje claramente nuestro compromiso y nuestras adhesiones al Pacto Mundial y a otras iniciativas internacionales.
Por último, hay un aspecto regulatorio importante que también influye en este tema. En Europa se había propuesto una directiva sobre Derechos Humanos con un alcance extremadamente ambicioso: incluía a socios directos e indirectos, lo que suponía controlar no solo a tu primer nivel de proveedores, sino también a los subcontratistas de los subcontratistas, algo que es muy complejo, por no decir casi inabarcable. Era un enfoque que incluso para grandes empresas como la nuestra resultaba muy exigente, y para las pequeñas y medianas compañías directamente podía ser inasumible.
Ahora, con las revisiones introducidas en el paquete Ómnibus, se están elevando los umbrales y dando más margen temporal: dos años adicionales inicialmente y, según la propuesta del Consejo, incluso un año más. También se ha limitado el alcance para centrarse en asegurar el cumplimiento del tier 1, es decir, tu cadena de proveedores directa, responsabilizándolos a su vez de vigilar a sus propios subcontratistas. Me parece un planteamiento más realista: no se trata de renunciar a la ambición, pero sí de poner objetivos que sean alcanzables y que permitan avanzar sin paralizar la actividad económica.
Uno de los grandes debates del momento es cómo asegurar una transición energética justa. ¿Qué enfoque aplica Endesa en su nuevo Plan de Sostenibilidad en este terreno?
Desde 2016 venimos desarrollando una estrategia específica para garantizar que nuestros proyectos renovables generen un impacto positivo en los territorios. La llamamos estrategia de Creación de Valor Compartido, porque su objetivo es integrar cada proyecto en la comunidad local, maximizando los beneficios y reduciendo al mínimo los impactos negativos o los posibles riesgos.
¿Cómo lo hacemos? El primer paso es siempre el análisis del entorno. Antes de desarrollar un proyecto, realizamos una radiografía socioeconómica de la zona para identificar sus fortalezas y debilidades, así como quiénes son los principales grupos de interés. Y no nos limitamos solo a las instituciones públicas; incluimos también a la sociedad civil, a entidades sociales y a todos los actores relevantes del territorio.
Con esta información, buscamos establecer una comunicación temprana y transparente sobre el proyecto. Esto nos permite identificar desde el inicio tanto los posibles riesgos como las oportunidades que puede generar. A partir de ahí, trabajamos con la comunidad para diseñar un plan de acción socioambiental, consensuado con ella, que ayude a maximizar el impacto positivo.
Un ejemplo claro de estas acciones es la formación en energías renovables que impartimos a la población local. ¿Por qué lo hacemos? Porque cuando llegan los contratistas –ya sean nuestros o de la competencia, porque hay muchas empresas invirtiendo en estos territorios– queremos que haya gente local formada y preparada para ser contratada, evitando que se traigan trabajadores de otros lugares. Esto genera empleo y mejora la empleabilidad en la zona, dejando un legado positivo más allá del propio proyecto.
Además, en nuestras licitaciones incluimos siempre una Cláusula de Sostenibilidad que exige al contratista un mínimo de contratación local, habitualmente alrededor del 30%. Si no se cumple, se aplican penalizaciones. Es una forma de asegurarnos de que la comunidad realmente se beneficia del proyecto y no queda al margen.
Este enfoque responde a una premisa muy clara: no queremos dejar atrás a los territorios en la transición energética. Por el contrario, buscamos oportunidades para que se conviertan en protagonistas de ella. Sabemos que cada vez es más importante esta integración, porque también es cierto que en algunos casos surge oposición local ante la llegada de proyectos renovables. Esto se debe, en parte, a que ha habido anuncios masivos de inversiones y, muchas veces, la comunicación con las comunidades no ha sido la adecuada.
Es lógico que ante la falta de información puedan aparecer reticencias o rechazo. Precisamente por eso insistimos tanto en la comunicación temprana, en el diálogo directo y en construir confianza desde el inicio. De esa forma conseguimos que los territorios vean la transición energética como una oportunidad y no como una amenaza.
¿Cómo se gestiona hoy el impacto ambiental en un sector tan expuesto como el energético?
En materia ambiental yo destacaría dos grandes prioridades para una empresa energética como Endesa: el cambio climático y la biodiversidad. Son los dos ejes principales de nuestra estrategia.
En cuanto al cambio climático, estamos desarrollando un plan de inversión en renovables que busca, por un lado, cambiar el perfil de nuestra inversión hacia activos de mayor valor añadido. Esto significa, por ejemplo, priorizar proyectos eólicos frente a solares. Es cierto que la energía eólica tiene un mayor impacto visual, pero también requiere menos ocupación y desplazamiento de terreno, lo que la hace más eficiente en términos de uso del espacio.
Además, en muchos casos impulsamos estos proyectos en partnerships estratégicos, compartiendo riesgos con socios locales o institucionales, pero siempre manteniendo el control de la inversión. Esto nos permite diversificar riesgos y, a la vez, liberar flujo de caja para seguir impulsando nuevos proyectos. Todo esto se acompaña, como siempre, de nuestra política de Creación de Valor Compartido (CSV), que busca obtener y fortalecer la licencia social en los territorios donde operamos.
En este ámbito, trabajamos con una hoja de ruta de reducción de emisiones que es pública, está alineada con los compromisos internacionales y cuyo avance medimos y reportamos de forma anual.
Por otro lado, el segundo gran eje es la biodiversidad. Hemos asumido dos compromisos clave para 2030: lograr la no deforestación neta y la no pérdida neta de biodiversidad. En este nuevo Plan de Sostenibilidad hemos querido ir más allá y fijar objetivos intermedios más ambiciosos.
Hasta ahora hablábamos de cumplir estas metas con todos los proyectos nuevos a partir de 2030. Pero desde 2025 ya comenzaremos a seleccionar proyectos específicamente diseñados para no generar impacto en la biodiversidad. Hemos iniciado este proceso este mismo año y nos hemos marcado como hito que, para 2027, al menos el 40% de todos nuestros proyectos no tengan pérdida neta de biodiversidad.
Cuando un proyecto genera algún tipo de impacto, aplicamos siempre la misma jerarquía de actuación: primero mitigar, después reducir y, en último término, compensar. Si no es posible evitar completamente un impacto, buscamos fórmulas de compensación para garantizar que, en el balance final, no exista una pérdida neta de biodiversidad.
Por último, en cuanto al agua, es cierto que es un recurso muy sensible en España, sobre todo por el creciente estrés hídrico y las sequías en algunos territorios. Pero hay que tener en cuenta que el sector energético no es el mayor responsable del consumo de agua. En nuestro caso, el uso que hacemos es mínimo: captamos el agua para los procesos necesarios y la devolvemos, por lo que el consumo neto es prácticamente residual.
¿Qué importancia tiene el trabajo con la cadena de suministro en materia de Sostenibilidad?
La cadena de suministro es, sin duda, uno de los grandes retos, no solo en materia de Sostenibilidad, sino también desde el punto de vista de la seguridad y la resiliencia. Lo hemos comprobado con los grandes “cisnes negros” que hemos vivido en los últimos años –prácticamente uno cada año–, que han demostrado lo frágil que puede ser una cadena globalizada si no está bien diversificada. Por eso trabajamos para garantizar que nuestra cadena de suministro sea robusta, segura y que no dependa en exceso de terceros países que, en un momento determinado, puedan generar un problema de abastecimiento.
En materia de Sostenibilidad, nuestra visión es clara: como gran empresa nos consideramos tractores de la transición, y eso implica acompañar a nuestros proveedores en su propio camino hacia la Sostenibilidad. Para empezar, cualquier proveedor que quiera acceder a nuestras licitaciones debe estar previamente calificado. Y para estar calificado no basta con criterios económicos o técnicos: exigimos el cumplimiento de estándares en materia medioambiental, derechos humanos, y salud y seguridad laboral. Si no cumplen estos requisitos, no pueden ser calificados y, por tanto, no pueden participar en nuestras licitaciones ni adquirir negocio con nosotros.
De esta forma incentivamos que los proveedores hagan ese esfuerzo de adaptación. Y, una vez dentro de las licitaciones, incorporamos lo que llamamos “cláusulas de sostenibilidad”. Algunas son vinculantes y otras no, pero todas tienen un peso específico en la evaluación, que varía según la tipología de la licitación y el territorio. Estas cláusulas pueden estar orientadas, por ejemplo, a la reducción de emisiones, a la generación de empleo local, a la formación para la comunidad o a otros requisitos que consideramos clave para avanzar en Sostenibilidad.
Además, como te comentaba antes, en nuestra estrategia de Derechos Humanos también analizamos los riesgos asociados a la cadena de proveedores. Y cuando identificamos algún posible riesgo, actuamos de forma proactiva. Por ejemplo, en este último plan de actuación hemos realizado auditorías in situ en proveedores que considerábamos de mayor sensibilidad. Un caso concreto fue un call center en Colombia: hicimos una auditoría presencial para verificar si existía alguna vulneración o potencial vulneración de Derechos Humanos. No encontramos ninguna vulneración, pero sí identificamos posibles mejoras, por lo que les diseñamos un plan de mejoras que deben cumplir si quieren seguir participando en futuras licitaciones.
La cadena de suministro es un elemento crítico para garantizar una Sostenibilidad integral. No se trata solo de exigir, sino también de acompañar, de evaluar y de asegurar que quienes trabajan con nosotros comparten los mismos estándares y principios que Endesa.
Recientemente la OCD advertía del exceso de estándares o ratings en Sostenibilidad, ¿qué indicadores o señales internas les permiten en Endesa saber que están avanzando realmente en sus objetivos sociales y ambientales?
Has dado con el quid de la cuestión. Hoy en día existen múltiples indicadores, quizá demasiados. Y este ha sido uno de los grandes problemas que ha traído la regulación: una proliferación de estándares que obliga a las compañías a recopilar miles de data points. Literalmente, hablamos de más de mil datos distintos que hay que reportar, lo cual es inviable y, sobre todo, poco eficaz.
Al final, no puedes tener mil indicadores y pretender gestionarlos todos con sentido. Lo realmente importante es poner el foco en aquellos que son clave, y yo diría que no deberían superar los veinte. La cuestión, por tanto, no es tanto la cantidad sino definir cuáles son los indicadores relevantes y asegurarse de que se miden de forma homogénea y fiable.
Por ejemplo, hay algunos que están claros y no generan confusión, como el CO₂, que es un indicador universalmente aceptado y comparable. Pero en otros, como la diversidad, entramos en un terreno más complejo. Cuando hablamos de diversidad, ¿de qué hablamos exactamente? ¿De género? ¿De diversidad cultural? ¿Generacional? ¿En qué niveles: en toda la plantilla, en puestos de responsabilidad, ¿en managers que tienen equipos a su cargo? Todo eso requiere una definición muy precisa para que tenga sentido, y para que realmente se pueda medir de forma homogénea.
En el caso del cambio climático, para nosotros está muy claro. Lo más relevante son los objetivos de nuestra hoja de ruta de descarbonización, que seguimos de cerca con indicadores concretos. Medimos nuestro Scope 1, que corresponde a nuestra propia generación de energía. El Scope 2, que serían las emisiones indirectas asociadas al consumo eléctrico, no es material para nosotros, por lo que no tenemos objetivos específicos ahí. Y luego está el Scope 3, que incluye las emisiones vinculadas a la comercialización de energía, y que también es muy relevante para Endesa. Son estos los indicadores que realmente nos permiten saber si avanzamos en la descarbonización.
En el caso de la biodiversidad, la situación es diferente porque todavía no existe una metodología comúnmente aceptada. Es un campo que está ganando mucha importancia, pero todavía carece de estándares consolidados. Por eso, nosotros hemos fijado un compromiso claro a 2030, pero además hemos empezado ya a seleccionar proyectos piloto en los que aplicar distintas metodologías. La idea es probarlas, ver si realmente funcionan y evaluar cuál es la más adecuada para medir de forma rigurosa y comparativa.
En definitiva, el avance en Sostenibilidad no depende de tener una lista infinita de indicadores, sino de identificar los realmente significativos, medirlos bien y mantenerlos alineados con una estrategia clara y comprensible para todos los grupos de interés.
Desde la Fundación Endesa, ¿cómo se complementa la acción social con la estrategia empresarial de Sostenibilidad?
El hecho de que la estrategia de Sostenibilidad de Endesa y la de la Fundación Endesa estén lideradas por la misma persona permite maximizar el impacto social y optimizarlo, evitando duplicidades y redundancias en un mismo territorio. La estrategia de Sostenibilidad está focalizada en el negocio y en su integración con los territorios donde operamos, mientras que la acción social de la Fundación Endesa tiene un enfoque más amplio y general.
Es importante remarcar que siempre marcamos muy claramente los límites: lo que pertenece al negocio es del negocio, y lo que corresponde a la Fundación se gestiona desde la Fundación. La Fundación Endesa nunca ejecutará iniciativas que formen parte del core del negocio y, en caso de duda, no lo hará.
A finales de 2023 aprobamos un nuevo plan estratégico de la Fundación Endesa para alinearlo aún más con la estrategia de la entidad fundadora. Ahora, su misión es contribuir a una transición energética justa y sostenible, mejorando la vida de las personas y los entornos. Puede sonar similar a lo que hace Endesa, pero hay una diferencia clara: la empresa actúa directamente en las comunidades donde está presente con sus proyectos, mientras que la Fundación actúa también en territorios donde Endesa no tiene presencia directa.
La Fundación Endesa tiene tres grandes líneas de actuación: educación, generación de empleo y biodiversidad. En generación de empleo, por ejemplo, acabamos de lanzar junto con Fundación Conecta el Hub de Empleo Verde en Andalucía. ¿Por qué lo hace la Fundación? Porque en la transición energética está claro que habrá destrucción de algunos empleos, pero también se generarán nuevas oportunidades. Es necesario formar a la sociedad para que adquiera las competencias necesarias para esos empleos emergentes.
En este Hub de Empleo Verde nos centramos especialmente en jóvenes y colectivos en riesgo de exclusión social, para que puedan acceder a oportunidades de futuro vinculadas a la transición energética. Esto no lo hace Endesa directamente, porque su negocio no es ese. Endesa, en los territorios donde desarrolla renovables, busca maximizar el impacto social con ese proyecto concreto. La Fundación, en cambio, actúa de forma totalmente filantrópica, buscando oportunidades de futuro para la sociedad en general, especialmente para quienes más lo necesitan.
Otro ejemplo es el de biodiversidad. La Fundación ha lanzado recientemente una convocatoria de ayudas para proyectos de biodiversidad, dotada con dos premios de 100.000 euros cada uno para los mejores proyectos presentados en una convocatoria abierta evaluada por un jurado.
Como ves, la acción social de la Fundación Endesa complementa la estrategia empresarial, pero lo hace de forma más general y abierta. Está alineada con la identidad de la compañía, de manera que tenga sentido y coherencia que, siendo una empresa energética, su fundación actúe en ámbitos relacionados con la transición energética, la educación ambiental o la biodiversidad, y no en áreas ajenas como podría ser la medicina, que también es muy loable pero no tiene relación directa con nuestro propósito.
María, para terminar, y mirando hacia el futuro, ¿cuáles cree que serán los principales retos —y también oportunidades— que marcarán la Sostenibilidad empresarial en los próximos años?
Creo que uno de los principales retos que tenemos por delante es, sin duda, culminar la transición energética. Es imprescindible avanzar en la descarbonización para hacer frente al cambio climático. Pero no se trata solo de hacerlo por cumplir un objetivo técnico o de inversión, sino de hacerlo teniendo siempre en cuenta a las personas y al medio ambiente. No puede hacerse de cualquier manera; tiene que ser una transición equitativa, justa y socialmente responsable. Y ese equilibrio no es sencillo, es un desafío enorme para cualquier compañía del sector.
Al mismo tiempo, la transición energética es también una gran oportunidad de inversión y de innovación. Está generando nuevos modelos de negocio, empleo y tecnologías que antes no existían. Pero, insisto, no basta con desplegar renovables; hay que hacerlo asegurando que las comunidades locales y los territorios no queden atrás.
Otro de los ámbitos que considero especialmente relevantes es la incorporación de la inteligencia artificial en todos nuestros procesos. La IA puede ayudarnos en múltiples dimensiones: por un lado, mejorando la eficiencia y la productividad, liberando a las personas de tareas administrativas para que puedan dedicarse a labores de mayor valor añadido; y por otro lado, impulsando la innovación tecnológica, desarrollando soluciones que contribuyan a la descarbonización y a optimizar los procesos de la empresa. Me parece una herramienta clave para los próximos años.
También seguirá siendo crítico el reto de la cadena de suministro. Necesitamos cadenas resilientes y seguras, que sean capaces de soportar crisis globales y, a la vez, respetar plenamente los derechos humanos y los estándares ambientales. Ya lo hemos visto con las grandes disrupciones de los últimos años: no podemos depender en exceso de terceros países o de un único modelo de aprovisionamiento.
Y, por último, no hay que olvidar el reto regulatorio, que es tanto un desafío como una oportunidad. Sería deseable que, a nivel europeo, podamos contar con una regulación realmente útil: transparente, clara y que no añada cargas administrativas innecesarias, sino que sirva para dirigir el capital hacia las actividades que de verdad son sostenibles. Si la regulación está bien diseñada, puede ser una palanca positiva que impulse el cambio en lugar de ralentizarlo. Habrá que ver cómo evoluciona, pero desde luego será determinante en el futuro inmediato.
Consulta más información responsable en las publicaciones Corresponsables y en el Caso Práctico de Endesa en el Anuario Corresponsables 2025.