José Antonio Almagro, Director General de Sto Ibérica, habla con Corresponsables sobre la estrategia de sostenibilidad de la compañía y su apuesta por desarrollar soluciones constructivas más eficientes, duraderas y respetuosas con el medio ambiente. Sto Ibérica, filial del grupo internacional Sto, es un referente en sistemas de aislamiento térmico por el exterior, revestimientos y soluciones técnicas para la edificación, con una clara orientación hacia la innovación de materiales, la eficiencia energética y la economía circular.
El máximo responsable de la compañía explica cómo la sostenibilidad se integra en toda la actividad de Sto: desde la formulación de productos con componentes naturales hasta el diseño de sistemas constructivos desmontables y reciclables, pasando por la reducción de emisiones en transporte y operaciones. También detalla la importancia de la divulgación técnica, la seguridad en obra, la colaboración con profesionales del sector y la adopción de nuevas prácticas que impulsen un modelo constructivo más saludable y sostenible para las personas y el entorno.
¿Cuál es la estrategia de sostenibilidad de Sto y cómo se implementa en sus operaciones diarias?
En sostenibilidad tenemos una faceta orientada a nuestros productos: queremos que los productos que Sto comercializa favorezcan la sostenibilidad de las obras en las que participamos. Promocionamos productos que, de una manera u otra, son más beneficiosos para el medio ambiente, ya sea por su fabricación, por el origen de las materias primas, por su emisión de CO₂ en el proceso previo o porque favorecen la captación de monóxido de carbono en el ambiente al catalizarlo.
Hay una parte muy clara de nuestra actividad que busca que el mercado asuma que, aunque hay productos históricos en la construcción que están muy bien, hoy existen otros más sostenibles en su uso posterior.
Otra línea es el embalaje. No solo que sea reciclable —que lo es— sino que además sea reciclado, porque de nada sirve que el producto sea sostenible si el embalaje no lo es.
La tercera línea es qué hacemos como empresa para que nuestra actividad tenga las menores emisiones posibles. Aquí lo tenemos relativamente fácil, con tres líneas claras: reducir las emisiones de CO₂ de nuestros transportes, que son esenciales en nuestra actividad. En nuestra actividad comercial, reducir las emisiones con un transporte más eficiente: favorecer el tren frente al avión, vehículos eléctricos, etc. Y tener instalaciones lo más eficientes posibles.
Estas tres líneas son asumibles en cualquier negocio. La parte más compleja es la de los productos. Y, por último, está la línea de reciclabilidad: pensar qué ocurre con la vida útil del producto, cómo desmontarlo, cómo reciclarlo y cómo segregar sus componentes para una correcta gestión de residuos. El producto con una vida útil de 30 años es más sostenible que el de 15, porque no tienes que renovarlo tantas veces. Y cuando llega el fin de vida, debe poder desmontarse y reciclarse adecuadamente. Esta es nuestra estrategia global de sostenibilidad.
¿Cómo contribuyen la protección del clima mediante sus productos y tecnologías?
En la industria de la construcción, muy ligada a la química, el proceso es sustituir adhesivos o componentes químicos por componentes naturales. La resina de pino, por ejemplo, es un producto natural que sustituye elementos químicos orgánicos.
Históricamente, pinturas y lacas llevaban plomo para hacer el producto más duradero, pero era tremendamente nocivo. Se eliminó, pero eso obliga a reformular los productos. Ese es el punto en el que está Sto: desarrollar productos ya implantados, pero con formulaciones nuevas basadas en elementos naturales y, además, naturales de mucha rotación, es decir, no agotables.
No se trata de utilizar un recurso natural escaso; debemos buscar productos regenerables en el medio ambiente. Esa es la clave: incorporar elementos naturales en sustitución de otros y hacer que el producto sea más sostenible en su fabricación. Ese es nuestro campo de trabajo
¿Qué iniciativas de economía circular han adoptado para reducir su impacto ambiental?
Cuando ya has hecho un sistema térmico por el exterior de un edificio, la mejor manera de modificarlo es usar el preexistente como base, sin tirar nada. Esa es la primera vía de circularidad: reutilizar lo máximo posible.
Si hay que retirarlo, debe poder desmontarse. Igual que hay muebles que no se pueden desmontar y otros sí, en construcción hemos adoptado esa filosofía. Tenemos sistemas constructivos que se pueden montar y desmontar. Una vez desmontados, se separan los componentes y se segregan.
Antes, en España, el escombro era todo; hoy ya no es así. Hay que separar plástico, metal, filtrante… y cada uno tiene su gestión independiente. Una marca responsable debe garantizar que su sistema se pueda desmontar y segregar correctamente para la adecuada gestión del residuo.
¿Cómo asegura Sto la salud y el bienestar de sus empleados y clientes en el desarrollo y uso de sus productos?
Tenemos documentación muy clara sobre cómo utilizar cada producto. Muy pocos productos están categorizados como peligrosos, pero en esos casos la documentación es directa y sencilla.
A veces tres productos parecen iguales y podrían confundirse; para evitarlo, usamos colores distintos. El color no tiene que ver con la utilidad, sino con la seguridad: alerta al operario de que debe tener una precaución.
También tenemos elementos de montaje que no te permiten hacerlo mal: como cuando tienes una arandela en la que solo cabe un tornillo específico.
En el impacto ambiental ocurre igual: condicionamos el comportamiento del usuario mediante señales y elementos visuales, porque muchas veces no recuerdas la instrucción técnica, pero sí necesitas un aviso inmediato que te haga reaccionar.
¿Cómo involucran a las comunidades locales en sus iniciativas de sostenibilidad?
Es complicado, porque una marca está para satisfacer necesidades del mercado… pero el mercado muchas veces no sabe que las tiene. Y la construcción es un sector muy condicionado por el pasado.
La frase más habitual es: “Esto se ha hecho así siempre, ¿por qué cambiar?”. Pero sí vemos un giro: arquitectos, aparejadores, promotores y constructoras que preguntan por nuevas soluciones.
Nuestro trabajo es hacer mucha divulgación y abrir el abanico de opciones, enseñar que hay más soluciones que las tradicionales. Luego el mercado decide si quiere adoptarlas. No es fácil, pero el sector está cambiando y las nuevas generaciones vienen con otra mentalidad.
También es importante entender que la sostenibilidad cuesta. Lo fácil y barato es hacer las cosas como antes. Pero la conciencia social ya no permite eso: hay que aprender, invertir y evolucionar.
¿Qué programas tiene Sto para asegurar la inclusión y diversidad dentro de la empresa?
Aunque estamos vinculados a la construcción, nosotros estamos en la comercialización, y ahí es más sencillo. Tenemos equipos diversos en todos los departamentos.
A veces el reto no es incluir, sino encontrar perfiles diversos que quieran acceder a determinados puestos, como logística o almacén. Pero no tenemos ninguna condición que limite la diversidad: buscamos la persona adecuada sin importar el perfil.
Además, somos una empresa muy descentralizada, con centros en Barcelona, Mallorca, Asturias, Madrid, Pamplona, Valencia y Lisboa, y eso también aporta diversidad natural.
¿Qué planes futuros tiene Sto para seguir mejorando en términos de sostenibilidad y responsabilidad social corporativa?
Estamos impulsando un cambio profundo: no solo sustituir componentes químicos por naturales, sino reducir la demanda de esos componentes. No basta con cambiar un aditivo químico por uno natural si seguimos consumiéndolo en grandes cantidades.
Trabajamos en reducir consumos, no solo en sustituir materiales. Igual que no basta con cambiar un coche diésel por uno eléctrico si seguimos haciendo 50.000 km al año. Lo sostenible es cambiar el uso: hacer menos desplazamientos, usar videoconferencias y optimizar tiempos.
Queremos que nuestros empleados trabajen de forma más eficiente, consumiendo menos recursos y también ganando calidad de vida, menos tráfico, menos estrés.
Ese es el camino: no solo cambiar productos, sino transformar hábitos.
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