Hablar hoy de igualdad de género no debería percibirse como una cuestión de corrección política, ni siquiera como una demanda social, sino como una herramienta para mejorar la eficiencia operativa de las organizaciones. Las compañías que aspiran a la excelencia deben mirar la igualdad no solo desde la óptica de la justicia, sino desde la gestión: cómo atraer, retener y desarrollar talento en contextos diversos, maximizando la satisfacción y el rendimiento de las personas.
En sectores como el de la seguridad privada, donde tradicionalmente la presencia masculina ha sido mayoritaria, sabemos que la incorporación y el desarrollo del talento femenino no se resuelve únicamente con ajustar indicadores de representación. Se trata, sobre todo, de entender cómo la experiencia laboral puede diferir en función del género, y cómo abordar esas diferencias mejora el conjunto.
Más allá de la remuneración, que en nuestro caso es objetivamente igualitaria, los principales catalizadores de la satisfacción profesional son tres: la conciliación, el clima laboral y las oportunidades de crecimiento. Y los tres se manifiestan con matices particulares en muchas mujeres.
La conciliación, por ejemplo, sigue condicionada en ciertos casos por una asimetría en las cargas familiares que afecta directamente la disponibilidad o flexibilidad. El clima laboral puede estar mediado por la identificación: las personas tienden a proyectar potencial en quienes se parecen a ellas, lo que genera sesgos inconscientes que dificultan la visibilidad de mujeres en entornos masculinizados. Y las oportunidades de crecimiento exigen no solo que existan, sino que sean percibidas como alcanzables.
Por eso, en Prosegur no solo trabajamos con indicadores globales de igualdad, sino que impulsamos acciones concretas para remover estas barreras silenciosas. Nuestro programa ‘Empowered Women’ ha acompañado ya a cerca de 200 profesionales en el desarrollo de habilidades de liderazgo y autopromoción. Asimismo, nuestra iniciativa ‘Mujeres de Alto Rendimiento’ amplía ese foco a perfiles técnicos y operativos, visibilizando caminos de desarrollo más allá de la estructura corporativa tradicional. Y todo ello sin olvidar que las formaciones que realiza Prosegur en sesgos inconscientes, especialmente entre mandos, no buscan cambiar convicciones, sino ampliar marcos de referencia para una evaluación más objetiva del talento.
Este enfoque tiene un impacto directo en variables que afectan a la eficiencia diaria de las operaciones: mejora la retención, reduce la rotación y el absentismo, incrementa el compromiso y, en consecuencia, la productividad de los equipos. Cuando las personas perciben que pueden desarrollarse en un entorno que entiende y valora su realidad, los indicadores de desempeño tienden a mejorar. No se trata de aplicar una lógica diferencial, sino de reconocer realidades distintas para ofrecer respuestas más eficaces.
Estos programas no tienen una lógica reputacional ni responden a una exigencia regulatoria. Surgen de un análisis sereno sobre cómo mejorar nuestras operaciones, cómo potenciar el compromiso y cómo construir equipos más cohesionados, diversos y eficaces. Porque entendemos que un entorno en el que las mujeres puedan crecer con naturalidad, comodidad y ambición, es un entorno mejor para todos.
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