La actual normativa española sobre economía social, muy avanzada en el contexto internacional, define este modelo de hacer empresa en función de unos principios de funcionamiento -casi valores- que arrancan con un punto clave: la primacía de las personas y del fin social sobre el capital. A esto se añade la promoción de la solidaridad con la sociedad en general; un compromiso muy rotundo con el desarrollo local; la igualdad de oportunidades; la cohesión social; la inserción de personas en riesgo de exclusión; la generación de empleo estable y de calidad; y la sostenibilidad, en el modelo socioeconómico y en el entorno.
En España, según los últimos datos de la Confederación Empresarial Española de la Economía Social (CEPES), sus distintos actores representan el 10% del total del PIB y contribuyen al 12,5% del empleo, con un tejido formado por 43.000 empresas y entidades, que dan empleo a 2,2 millones de personas. Es sin duda una carta de presentación que sitúa con rotundidad la realidad de un modelo de crear empresa donde los valores se anteponen siempre, un modelo que ha mostrado en épocas de crecimiento económico su capacidad de generación de riqueza y empleo de calidad y, sobre todo, ha demostrado en épocas de dificultades una mayor capacidad que la economía financiera para resistir ante adversidades y no trasladar las dificultades a las personas, al empleo en último extremo, palanca de inclusión sin igual a todos los niveles.
Cooperativas, sociedades laborales, mutualidades, centros especiales de empleo de economía social, empresas de inserción, cofradías de pescadores, asociaciones vinculadas al movimiento de la discapacidad y la inserción de personas en riesgo de exclusión o fundaciones, conforman una red sin parangón en el mundo que hace posible y compatible el avance económico y social en paralelo, el progreso y la eficiencia de la mano, en definitiva, convertir a la empresa en un agente social clave, con la idea irrefutable -a pesar de las voces que vienen del otro lado del Atlántico- de que una empresa, o es social o no será nada.
Y ahí aparece la economía social como ejemplo y fomento de soluciones alternativas que no anteponen en exclusiva los beneficios económicos a cualquier otro concepto (reconociendo que sin ellos es imposible avanzar y que la eficacia económica es necesaria), pero situando a las personas y la ciudadanía en su conjunto como el centro de su acción, porque ambas otorgan el leitmotiv de las compañías, considerando que nacen y existen para satisfacer necesidades de la ciudadanía, y sin ésta perderían todo su sentido.
Porque además, un tejido empresarial que es social se puede convertir, y lo hace, en una de las soluciones ante problemas como el de la pérdida de empleo local, el desarraigo de la población, la difícil inserción de la población joven, las mujeres, los mayores, las personas con discapacidad, aquéllos/as que carecen de hogar o ciertos colectivos en riesgo de exclusión. Es un verdadero modelo de la sociedad que queremos y por la que trabajamos.
Hemos avanzado mucho en este aspecto, y por ello la economía social debe tener la voz que merece para, al lado de representaciones tan consolidadas como los sindicatos, las organizaciones empresariales, los autónomos u otras, ser tenida en cuenta y participar en los lugares y foros donde se toman las decisiones que afectan a los ciudadanos y a su tejido empresarial. Todo porque las empresas deben, o al menos deberían, intentar ser precisamente eso, un tejido capaz de cubrir, proteger, arropar e impulsar una vida digna para las personas por las que, en definitiva, existen. No puede haber tanta distancia entre economía y personas, y la economía social está demostrando con compromiso, solidaridad, rigor y eficiencia que este modelo es posible, deseable y tiene mucho futuro.
Para concluir, aludo al ejemplo del Grupo Social ONCE, porque estamos absolutamente convencidos/as del acierto de este modelo de hacer sociedad, y por ello podemos anunciar que este año hemos superado los 77.000 profesionales en nuestra plantilla, de los cuales el 60% somos personas con discapacidad y el 45% somos mujeres; somos el tercer empleador no público en España y el mayor del mundo de personas con discapacidad. Y seguiremos por esta línea, convencidos de que generamos economía social e impulsamos economía social, es decir, tejido social.

