El futuro del Tercer Sector se construye a través de un presente sin barreras. La accesibilidad es la clave de la inclusión social a la que aspira el Tercer Sector, el camino hacia la participación plena de todas las personas en la sociedad. En definitiva, el elemento a través del cual se logra una verdadera transformación social.
La accesibilidad universal se entiende como un derecho; más exactamente, como el presupuesto necesario para el ejercicio pleno del resto de derechos humanos. Esto significa que cada vez que un entorno, un producto o un servicio a disposición del público no es accesible, se está excluyendo activamente a las personas con discapacidad, renunciando así a que la vida social pueda enriquecerse con una parte valiosa de personas a quienes las barreras de algún tipo no dejan participar.
La accesibilidad es, por tanto, un bien social básico que debe ser promovido y estar amparado y protegido por los poderes públicos, y respetado y desplegado por todos los operadores, agentes y particulares de la vida en comunidad.
La Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, el mejor ejemplo de innovación social en discapacidad del que nos hemos dotado, que en poco tiempo tendrá ya 20 años, no deja espacio a la duda: su artículo 9 contiene un mandato claro que obliga a garantizar la accesibilidad universal en entornos físicos, transporte, información y comunicaciones.
El nuevo Artículo 49 de la Constitución Española se hace eco de este mandato contundente de la Convención, al establecer que los poderes públicos impulsarán las políticas que garanticen la plena autonomía personal y la inclusión social de las personas con discapacidad, en entornos universalmente accesibles.
Por tanto, el proceso de construcción de inclusión a través de la accesibilidad es un ejercicio colectivo que atañe a toda la sociedad, desde una perspectiva global, y a cada persona individual. Tenemos la responsabilidad de construir comunidad desde el diseño universal, para todas las personas.
Hablar de accesibilidad significa hablar de gestos cotidianos como usar un ascensor para salir diariamente de nuestra casa, subir a un autobús, al metro, a un tren, a un avión, entrar en cualquier establecimiento, utilizar un cajero automático o pagar con una tarjeta una compra, disfrutar de una película o una obra de teatro, son solo algunos de los miles de ejemplos.
Hablar de accesibilidad también significa atención en momentos extraordinarios, ante una situación de emergencia, donde las barreras son sinónimo de abandono y muerte.
Hablar de accesibilidad es la posibilidad de que una mujer con discapacidad víctima de violencia pueda pedir ayuda sin encontrar un obstáculo más en su camino.
A esta lista interminable se suma cada día el desafío del entorno digital, que puede ser la mayor herramienta de inclusión o la más moderna de las barreras.
La labor de incidencia política de entidades como el CERMI ha sido clave para blindar este compromiso en un mandato legal. Nos queda conseguir que esos mandatos claros se cumplan. En ese ejercicio de vigilancia, exigencia de rendición de cuentas y llamamiento a la toma de conciencia social, la voz de la sociedad civil organizada es y será imprescindible.
Eliminar las barreras que impiden la participación de una parte de la ciudadanía es una exigencia ineludible de justicia social que cuenta con el compromiso firme de todo el Tercer Sector de Acción Social.

