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Con más de tres décadas dedicadas a la Comunicación, los Asuntos Públicos y la Sostenibilidad, María Bettina Llapur ha sido una de las grandes impulsoras de la Responsabilidad Social Empresarial en Argentina. Pionera en el diseño de programas de impacto social y ambiental desde los años 90, su trayectoria combina visión estratégica, sensibilidad social y una convicción inquebrantable: “Hay que estar totalmente convencido de que se está haciendo todo lo que se puede, y de la mejor manera posible”.
Desde experiencias tan transformadoras como la reconversión agrícola de comunidades rurales hasta iniciativas de empoderamiento femenino y formación exportadora para pymes, pasando por roles importantes en compañías como Naturgy Argentina o Massalin Particulares, Bettina ha dejado huella en distintos territorios y generaciones. “Ayudar a instalar la RSE como pilar en la agenda de los comités de dirección ha sido, sin duda, uno de mis mayores logros”, afirma con la claridad que le otorgan los años de trabajo riguroso y comprometido.
En el 20 Aniversario de Corresponsables recuerda con especial cariño el impulso que supuso la llegada de Corresponsables a Argentina: “Fue una de las primeras publicaciones que abordó la RSE con seriedad y visión de largo plazo. Marcos González jugó un papel clave al instalar la importancia del tema en foros empresariales cuando aún estábamos sembrando”. Hoy, desde la experiencia, reivindica con fuerza una idea que define toda su carrera: profesionalizar la RSE sin perder la pasión.
¿Cuándo comenzaste a vincularte con la Responsabilidad Social y qué te llevó a dar ese paso?
Comencé a diseñar programas de Responsabilidad Social Empresarial en el año 2001, en un contexto social muy complejo en Argentina. Fue un momento de enorme vulnerabilidad en el que quedó claro que las empresas debían involucrarse más activamente en el desarrollo de la sociedad, en especial acompañando a la población en la creación de nuevas habilidades laborales que abrieran nuevas oportunidades.
“La RSE hay que hacerla con un gran apasionamiento y mucha profesionalidad”
Ese fue el punto de partida para un recorrido en el que la RSE se convirtió en una herramienta concreta para generar valor social desde la empresa.
¿Con qué experiencias de aquellos primeros años te quedas especialmente? ¿Alguna vivencia que recuerdes con particular afecto?
Siempre voy a recordar al querido Padre Bachi, de la Parroquia del Barrio Almafuerte. Con él diseñamos la construcción de una huerta comunitaria en la que trabajaban los habitantes del barrio. El producido se destinaba a un comedor que alimentaba a unas 500 personas.
“Comencé en 2001, en un momento muy complejo para la sociedad argentina, y entendí que la empresa debía involucrarse activamente”
La huerta, bendecida por el Padre, tenía rendimientos extraordinarios, algo que incluso fue corroborado por los profesionales del INTA que asesoraban el proyecto. Más allá del impacto concreto, esa experiencia simboliza para mí el sentido profundo de la RSE: trabajar junto a la comunidad, generando vínculos reales, con compromiso y con impacto tangible.
¿Cuál fue tu primer proyecto en este campo y qué te dejó aquella experiencia?
El primero en el que trabajé, en los años 90, fue ayudar a reconvertir campesinos que trabajaban en una zona tabacalera. Los acompañamos en un proceso de formación para que aprendieran otros cultivos, con el apoyo de profesionales expertos. Aprendieron técnicas que les sirvieron para su presente, pero también para sus futuras generaciones.
“Ayudar a instalar la RSE como tema clave en los comités de dirección fue uno de mis mayores logros”
Fue una experiencia transformadora y muy significativa, porque demostraba que, con voluntad, conocimiento y acompañamiento, era posible abrir nuevas puertas y mejorar vidas de forma concreta.
¿Cómo describirías la evolución de la RSE desde aquellos comienzos hasta hoy?
Creo que la evolución de la RSE en las últimas cuatro décadas ha sido impresionante e incluso impensada. Nadie hubiese imaginado cómo fue expandiéndose, abarcando temáticas y áreas cada vez más amplias. Cada día surgen nuevos desafíos: los temas de género, la inclusión de colectivos diversos… cuestiones que hace no muchos años ni siquiera eran consideradas por las empresas.
He desarrollado programas de RSE para mujeres víctimas de violencia de género, algo que hace veinte años no era parte de la agenda empresarial. Tampoco lo eran la inserción laboral ni el empoderamiento de la mujer, y hoy son ejes fundamentales.
“Nadie hubiese imaginado cómo la RSE se fue ampliando hasta incluir género, diversidad e impacto ambiental”
Y lo mismo ha ocurrido con el cuidado medioambiental, una dimensión clave en la que también trabajé a lo largo de los años. En ese recorrido, destaco también mi participación en instituciones como CEADS, que vienen impulsando un aporte empresarial cada vez más sólido hacia un mundo más sustentable.
¿Cuáles fueron los principales desafíos que enfrentaste al impulsar programas de RSE en las primeras etapas?
En los primeros años, uno de los desafíos más grandes fue convencer internamente sobre la necesidad de desarrollar programas de RSE y Sostenibilidad con un enfoque realmente profesional. Había que explicar por qué necesitaban presupuesto, por qué era importante medir resultados, y por qué tenía sentido rendir cuentas.
“Los reportes de Sostenibilidad ayudaron muchísimo a mostrar aportes concretos y medibles a la comunidad”
En ese sentido, los informes o reportes de Sostenibilidad fueron claves. Ayudaron muchísimo a mostrar, de forma concreta y medible, los aportes que las empresas podían hacer a la comunidad y las mejoras generadas en los entornos donde operaban.
En esa etapa de impulso y profesionalización, ¿hubo alguna iniciativa o figura que te ayudara especialmente a consolidar esa visión?
Sí, sin duda. Recuerdo muy bien cuando conocí a Corresponsables, hace ya muchos años, en una visita de Marcos González a Argentina para presentar la publicación. En aquel momento, fue una de las primeras en abordar de forma seria y sistemática la temática de la RSE, y estoy convencida de que no solo ayudó a ponerla en agenda, sino que también fortaleció el crecimiento de todos los actores involucrados.
“Corresponsables jugó un papel clave para profesionalizar el debate sobre la RSE tras su llegada a Argentina”
Marcos, con su profesionalismo y gran capacidad de comunicación, tuvo un rol fundamental en muchos foros argentinos para instalar la importancia del tema y de su profesionalización. Su trabajo, y el de Corresponsables, contribuyó a crear comunidad y a visibilizar buenas prácticas en un momento en el que aún estábamos sembrando.
¿Qué lecciones has aprendido a lo largo de tu carrera en RSE?
He aprendido que la RSE, como todo lo que hacemos, pero especialmente este tema, hay que abordarla con un gran apasionamiento y mucha profesionalidad. A veces hay que luchar mucho para concretar los programas, superar obstáculos internos y externos, y lograr que las ideas se traduzcan en acciones concretas.
También es clave saber relacionarse y generar empatía con todos los actores con los que interactúas y, especialmente, con los destinatarios finales de las actividades. Hay que estar totalmente convencido de que se está haciendo todo lo que se puede, y de la mejor manera posible.
¿Qué hitos destacarías en la evolución de la Sostenibilidad en las últimas dos décadas?
Creo que dos aspectos fundamentales han marcado un antes y un después: la medición del impacto de las acciones y su alineación con el negocio. Ambas dimensiones son esenciales para que los programas realmente contribuyan a los objetivos de sostenibilidad de la empresa. Sin ellas, es difícil sostener el valor y la continuidad de las iniciativas a largo plazo.
“El Programa Primera Exportación permitió a miles de pymes salir adelante y abrirse al mundo”
Si tuvieras que señalar un proyecto especialmente representativo de tu trayectoria, ¿cuál elegirías y por qué?
Uno de los casos que más destaco es el Programa Primera Exportación, que diseñamos allá por 2002 con un objetivo muy claro: ayudar a las pymes más castigadas por la situación económica a dar el salto a la exportación. Fue un programa pensado para brindar herramientas concretas, formación y acompañamiento a empresas que necesitaban con urgencia abrirse al mundo.
Con el tiempo se convirtió en una iniciativa emblemática que ayudó a miles de pymes no solo a salir de una situación acuciante, sino también a conocer nuevos mercados, hacer visibles sus productos a nivel internacional y sostener sus negocios en contextos muy adversos.
¿Qué mirada tienes hoy sobre el futuro de la RSE y la Sostenibilidad?
Veo por delante muchos desafíos, tanto en cuestiones medioambientales como humanas, de inclusión, equidad y desarrollo. También veo oportunidades. Una de ellas es el aprovechamiento inteligente de nuevas herramientas como la inteligencia artificial, que seguramente nos permitirá replicar más y mejor los programas de RSE y llegar a más personas con mayor eficacia.
“El vínculo con la comunidad y la empatía son pilares esenciales para que los programas tengan impacto real”
¿Y si tuvieras que definir tu principal aportación a este campo, cuál sería?
Creo que una de mis mayores contribuciones ha sido ayudar a instalar la RSE como un tema clave en la agenda de los comités de dirección. Conseguir que pase a formar parte de los pilares estratégicos de las empresas, como un eje transversal que incide en su desarrollo y en su visión de futuro.
Para cerrar, Bettina, ¿cómo te gustaría que te recordaran en el ámbito de la Responsabilidad Social?
Como una gran trabajadora. Alguien apasionada y obstinada por hacer que las cosas salieran bien y, sobre todo, que ayudaran de verdad a la gente.
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