“Les extrañaba mucho que, teniendo un perfil administrativo, me preocupara por el planeta y por la sociedad”, recuerda con claridad la profesora María de los Ángeles Cervantes Rosas, investigadora de la Universidad Autónoma de Occidente, al evocar sus inicios en el campo de la Responsabilidad Social. Corría el año 2012 y comenzaba entonces sus estudios de doctorado, un punto de inflexión que marcaría su compromiso con una visión ética e integral de la gestión, donde lo económico no podía desligarse de lo social y lo ambiental. Desde entonces, ha mantenido una trayectoria académica centrada en visibilizar los desafíos de la Sostenibilidad desde una mirada crítica, colaborativa y humanista.
A lo largo de esta entrevista para Corresponsables, con motivo del 20º Aniversario, la profesora Cervantes Rosas subraya que “el principal reto que percibo es que necesitamos ser más ambiciosos, porque el planeta ya no puede esperar”, y que no basta con buenas intenciones: es necesario generar transformaciones urgentes, estructurales y colaborativas. También pone el foco en las nuevas generaciones, a quienes interpela con claridad: “Deben comprometerse activamente con los desafíos de su tiempo… No basta con la conciencia”.
Con una visión latinoamericana profundamente conectada con los retos del presente, valora el papel de Corresponsables como un referente clave en el impulso de la Responsabilidad Social: “Me sorprendió gratamente encontrar un medio tan especializado en estos temas, con un enfoque riguroso y comprometido”. En su paso como jurado de los Premios Corresponsables, ha podido conocer de primera mano el impacto de las iniciativas que promueve el medio, y destaca su capacidad para “visibilizar, generar comunidad y ofrecer herramientas prácticas” que ayudan a avanzar hacia modelos más responsables, inclusivos y sostenibles.
Profesora María de los Ángeles, ¿cómo y cuándo comenzó a interesarse por la Responsabilidad Social y la Sostenibilidad, y qué motivaciones marcaron ese primer acercamiento?
Mi interés por la Responsabilidad Social y la Sostenibilidad se remonta al año 2012, cuando comencé mis estudios de doctorado. Desde entonces, este campo se ha convertido en una línea transversal de investigación y reflexión que me ha acompañado hasta la actualidad. Considero que fue un momento clave en mi formación profesional, ya que me permitió vincular mi perfil administrativo con una preocupación más amplia por el impacto social y ambiental de las decisiones económicas.
A lo largo de ese proceso inicial, fui descubriendo no solo marcos teóricos, sino también las profundas implicaciones éticas que conlleva pensar la empresa desde un enfoque de corresponsabilidad. Me resultaba fundamental entender cómo se podía construir una visión más integral de la gestión, donde los resultados financieros no fueran el único parámetro de éxito, sino que también se consideraran las necesidades del entorno y de las personas.
¿Recuerda alguna experiencia significativa o vivencia que marcara especialmente sus primeros pasos en este ámbito?
Sí, una de las cosas que más me impactó en aquellos años fue la reacción de mis colegas y compañeros cuando manifesté mi interés por estos temas. Les extrañaba mucho que, teniendo un perfil administrativo, me preocupara por el planeta y por la sociedad. Según ellos, mi foco debería estar puesto exclusivamente en la dimensión económica, en la eficiencia de los procesos y en la maximización de los beneficios.
Ese tipo de comentarios no me desanimó; al contrario, me impulsó a seguir profundizando en un enfoque que justamente busca superar ese reduccionismo.
Hablar de Responsabilidad Social implicaba romper un paradigma profundamente arraigado en la teoría utilitarista y economicista
¿Cómo describiría el panorama de la Responsabilidad Social cuando usted comenzó, y qué principales transformaciones ha observado hasta la actualidad?
En aquellos primeros años, hablar de Responsabilidad Social implicaba romper un paradigma profundamente arraigado en la teoría utilitarista y economicista que dominaba el pensamiento empresarial. La idea de que las organizaciones debían preocuparse también por sus impactos sociales y ambientales resultaba, para muchos, ajena o incluso secundaria. Fue necesario abrir espacios de diálogo, formación y sensibilización para comenzar a plantear una lógica distinta, basada en el equilibrio entre lo económico, lo social y lo ambiental.
Con el paso del tiempo, ha habido una evolución tangible en esta materia. Las empresas han comenzado a reconocer que su sostenibilidad a largo plazo no puede desvincularse del bienestar de su entorno. Esta transformación ha sido especialmente visible en los sectores más dinámicos, donde ya no basta con operar conforme a la ley: se espera una actitud proactiva en materia de ética, inclusión, cuidado del medioambiente y compromiso social.
¿Cuándo conoció a Corresponsables y qué valoración hace de su contribución en el impulso de la Responsabilidad Social durante estos 20 años?
Tuve mi primer contacto con Corresponsables durante una capacitación en Responsabilidad Social. Recuerdo que me sorprendió gratamente encontrar un medio tan especializado en estos temas, con un enfoque riguroso y comprometido. Más adelante, tuve la oportunidad de participar como jurado en los Premios Corresponsables, lo cual me permitió conocer más de cerca el alcance de su labor y el impacto que genera.
[Corresponsables] ha logrado posicionarse como un referente que promueve un cambio cultural hacia modelos más responsables e inclusivos
Considero que Corresponsables ha tenido un papel decisivo en la difusión y consolidación de la Responsabilidad Social con enfoque en la Sostenibilidad. Su trabajo ha sido clave para visibilizar iniciativas, generar comunidad y ofrecer herramientas prácticas a profesionales, académicos y organizaciones que desean avanzar en este camino. En el contexto iberoamericano, ha logrado posicionarse como un referente que promueve un cambio cultural hacia modelos más responsables e inclusivos.
¿Qué cambios significativos ha observado en el campo de la Responsabilidad Social desde sus inicios?
Uno de los avances más notorios ha sido el paso del discurso a la acción. Si bien durante mucho tiempo se hablaba de la Responsabilidad Social como un ideal deseable, en la práctica eran pocas las empresas que la integraban de forma real y sostenida. Hoy en día, aunque el camino aún es largo, sí se aprecia un mayor involucramiento por parte del sector empresarial. Cada vez son más las organizaciones que adoptan prácticas responsables como parte de su gestión cotidiana y no únicamente como iniciativas aisladas o de imagen.
Esta evolución, sin embargo, no ha sido lineal ni suficiente. Aún queda mucho por hacer para consolidar una cultura empresarial verdaderamente comprometida con el desarrollo sostenible. La clave está en que las acciones no se queden en lo superficial, sino que se integren en la estrategia, los procesos y la toma de decisiones, generando valor compartido para la sociedad y el entorno.
¿Cuáles considera que han sido los hitos más relevantes en esta evolución y ¿qué factores cree que han impulsado estos cambios?
Desde mi punto de vista, uno de los elementos más importantes ha sido el reconocimiento creciente de la urgencia de actuar ante los desafíos ambientales y sociales. La realidad del cambio climático, la desigualdad estructural o la pérdida de biodiversidad han dejado de ser preocupaciones abstractas para convertirse en problemas concretos que demandan respuestas inmediatas. Este nivel de conciencia ha comenzado a permear en la agenda empresarial, empujando a muchas organizaciones a replantearse su rol y responsabilidad.
A lo largo de su trayectoria en el ámbito de la Responsabilidad Social, ¿qué lecciones destacaría y qué experiencias le han marcado especialmente?
Una de las lecciones más valiosas que he aprendido es que no podemos transformar el mundo solas; es necesario construir redes de colaboración para generar un impacto real. La Responsabilidad Social requiere de alianzas, de diálogo, de voluntad compartida para encontrar soluciones conjuntas a problemas complejos. En este campo, cada acción suma, y el cambio es posible cuando logramos que más actores se involucren activamente.
Recuerdo con claridad una anécdota que ilustra bien los desafíos de los inicios. Un empresario de Durango me dijo una vez que para nosotros —los académicos y promotores de la Responsabilidad Social— era muy fácil hablar de estos temas, porque no teníamos empleados esperando su nómina ni estábamos lidiando con los problemas operativos del día a día. Aquella frase me hizo reflexionar profundamente. Comprendí que parte del reto consiste en saber comunicar la viabilidad y el valor estratégico de la Responsabilidad Social incluso en contextos complejos.
La Responsabilidad Social no se mide únicamente por el tamaño de las acciones, sino por su coherencia, su intención y el impacto real
¿Cuáles han sido para usted los principales referentes en materia de Responsabilidad Social, y ¿qué casos o aportes considera especialmente inspiradores en este ámbito?
En el contexto mexicano, considero que una figura clave ha sido la filósofa Adela Cortina, cuyas reflexiones han ayudado a conectar la ética con la práctica empresarial desde una perspectiva profundamente humanista. A nivel latinoamericano, destaco especialmente a François Vallaeys, quien ha sentado bases conceptuales y metodológicas que hoy siguen orientando muchas de las iniciativas más serias en materia de Responsabilidad Social Universitaria y empresarial. Ambos han sido referentes que me han acompañado a lo largo de mi camino, y cuyos enfoques siguen siendo pertinentes para pensar la Sostenibilidad con sentido crítico y transformador.
En cuanto a casos concretos, me resulta difícil destacar uno solo, ya que estoy convencida de que todos los aportes, por mínimos que parezcan, son importantes. La Responsabilidad Social no se mide únicamente por el tamaño de las acciones, sino por su coherencia, su intención y el impacto real que generan en las personas y en el entorno.
¿Cómo vislumbra el futuro de la Responsabilidad Social y la Sostenibilidad, y ¿qué retos y oportunidades anticipa para los próximos años?
El principal reto que percibo es que necesitamos ser más ambiciosos, porque el planeta ya no puede esperar. No basta con buenas intenciones o acciones simbólicas; se requieren transformaciones estructurales, urgentes y profundas. Las consecuencias del cambio climático, la desigualdad y la degradación ambiental son ya demasiado visibles como para seguir postergando decisiones que sabemos necesarias.
¿Qué rol considera que deben asumir las nuevas generaciones en la continuación y evolución del legado de la Responsabilidad Social?
Las nuevas generaciones tienen una responsabilidad enorme, no solo de preservar lo avanzado, sino de cuestionar, reformular y mejorar lo existente. Deben comprometerse activamente con los desafíos de su tiempo, como es el caso de la crisis del plástico y sus impactos ambientales. No basta con la conciencia; es necesario traducir esa conciencia en acciones concretas que minimicen el daño y promuevan nuevos modelos de producción y consumo.
La Responsabilidad Social no puede descansar en unos pocos actores comprometidos
¿Desea añadir alguna reflexión final o mensaje para quienes trabajan o se interesan por este ámbito?
Sí. A pesar de los avances logrados, todavía queda mucho por hacer. La Responsabilidad Social no puede descansar en unos pocos actores comprometidos; es necesario trabajar de la mano, desde distintos sectores, disciplinas y enfoques. Solo así será posible alcanzar transformaciones reales, sostenidas y justas.
Mi invitación es a no desistir. A reconocer que cada pequeño paso cuenta y que el trabajo colaborativo es la única vía para construir un futuro más equitativo, inclusivo y sostenible para todas y todos.
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