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En 2019, mientras trabajaba en banca de inversión, Máximo Sánchez comenzó a notar una desconexión inquietante: los informes financieros proyectaban negocios a largo plazo, pero ignoraban por completo los límites del planeta. “Me chocaba ver cómo, en muchos de esos análisis financieros, el clima y los límites del planeta simplemente no existían”, señala. Esa contradicción fue el punto de partida de un cambio profesional que lo llevó a cofundar airCO2 Climatech, una iniciativa centrada en ayudar a empresas a integrar la Sostenibilidad con rigurosidad, sin caer en el greenwashing.
En esta entrevista para Corresponsables, Sánchez analiza cómo ha cambiado el enfoque empresarial hacia la Responsabilidad Social en apenas unos años, y lo resume con claridad: “La Sostenibilidad ha pasado del departamento de RSE al comité de dirección”. También destaca cómo los avances regulatorios, la presión de los mercados y una ciudadanía más consciente han acelerado una transformación profunda, aunque no exenta de confusión: “Ha aumentado la conciencia… pero también la confusión”.
Con motivo del 20º aniversario de Corresponsables, reconoce su papel como referente en el sector: “Fue una de las primeras fuentes que consulté para entender mejor el ecosistema de la Responsabilidad Social en el entorno iberoamericano”. Valora especialmente su labor como “plataforma de difusión y sensibilización”, y añade: “Sin ese trabajo constante, muchas conversaciones importantes no habrían llegado tan lejos”.
Máximo, ¿cómo comenzaste a interesarte e involucrarte en el ámbito de la Responsabilidad Social y Sostenibilidad?
Mi interés por la Sostenibilidad comenzó en 2019, mientras trabajaba en banca de inversión. Fue un momento de contraste: por un lado, analizábamos planes de negocio ambiciosos, con proyecciones de crecimiento a diez años; por otro, yo ya estaba leyendo con preocupación los informes científicos sobre la crisis climática y sus impactos irreversibles. Me chocaba ver cómo, en muchos de esos análisis financieros, el clima y los límites del planeta simplemente no existían.
«Mi interés por la Sostenibilidad comenzó en 2019, mientras trabajaba en banca de inversión»
Ese desajuste entre la lógica del capital y la realidad ambiental me empujó a dar un giro profesional. Sentí que no podía seguir ignorando el problema desde una posición cómoda. Ahí empezó mi involucramiento activo: primero formándome, luego colaborando con proyectos vinculados a la transición ecológica, y finalmente lanzando iniciativas propias para ayudar a las empresas a integrar la Sostenibilidad de forma rigurosa, sin greenwashing, con impacto real.
¿Cómo era el panorama de la RSE cuando comenzó en comparación con cómo es hoy?
Cuando empecé a interesarme por la Sostenibilidad en 2019, la Responsabilidad Social todavía era percibida por muchas empresas como algo accesorio o meramente reputacional. Se trataba de un enfoque más reactivo que proactivo, donde las acciones que se emprendían no necesariamente estaban integradas en la estrategia del negocio, sino que funcionaban como complementos, muchas veces con fines de comunicación o marketing.
«Me chocaba ver cómo, en muchos de esos análisis financieros, el clima y los límites del planeta simplemente no existían»
Se hablaba de Sostenibilidad, sí, pero muchas veces en términos muy vagos: una memoria, unas acciones puntuales de voluntariado, algún sello en la web… Elementos que contribuían a una cierta apariencia de compromiso, pero que rara vez implicaban un cambio estructural o una reflexión profunda sobre el impacto social y ambiental de las operaciones empresariales. En ese contexto, la RSE se entendía más como una herramienta de imagen que como una palanca real para transformar modelos de negocio.
¿Cuándo conociste a Corresponsables? ¿Qué papel consideras que ha tenido en el impulso de la RSE en las últimas dos décadas?
Conocí a Corresponsables poco después de comenzar mi recorrido en el ámbito de la Sostenibilidad. Fue una de las primeras fuentes que consulté para entender mejor el ecosistema de la Responsabilidad Social en el entorno iberoamericano, y me ayudó a identificar actores clave, enfoques y buenas prácticas de empresas referentes.
A lo largo de estos años, he valorado especialmente su papel como plataforma de difusión y sensibilización. Han sabido mantener un enfoque claro, riguroso y accesible, contribuyendo a dar visibilidad a temas que, durante mucho tiempo, no estaban en la agenda empresarial. Sin ese trabajo constante, muchas conversaciones importantes no habrían llegado tan lejos.
Querido Máximo, ¿qué cambios significativos has observado en esta materia desde que comenzaste?
Desde que comencé en este ámbito, he visto tres cambios fundamentales que marcan una diferencia clara respecto al punto de partida. El primero es que la Sostenibilidad ha pasado del «departamento de RSE» al comité de dirección. Es decir, ha dejado de ser un tema periférico para convertirse en parte de la estrategia central de muchas organizaciones. Hoy, en muchas empresas, los temas ESG se discuten al más alto nivel, y eso cambia todo: desde el presupuesto hasta la toma de decisiones.
«Sentí que no podía seguir ignorando el problema desde una posición cómoda»
El segundo gran cambio ha sido el enorme salto regulatorio. La presión normativa, tanto europea como internacional, ha obligado a las compañías a adaptar sus estructuras y procesos internos para cumplir con nuevas obligaciones de reporte, transparencia y gobernanza. Y, por último, ha habido un aumento de la conciencia general, tanto en la ciudadanía como en el sector empresarial. Sin embargo, esa mayor conciencia ha traído consigo también una mayor confusión, ya que el volumen de información, marcos de referencia y exigencias ha crecido de forma acelerada, generando cierta dificultad para priorizar y actuar con claridad.
¿Cuáles consideras que han sido los hitos más importantes en la evolución de la RSE y la Sostenibilidad en estas dos décadas y qué factores crees que han impulsado estos cambios?
En las dos últimas décadas, los hitos más importantes en la evolución de la Responsabilidad Social y la Sostenibilidad han sido claros y bien definidos. Uno de los más destacados fue la adopción de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (2015), que ofreció un marco universal y concreto para alinear los esfuerzos empresariales con los grandes desafíos globales. También fue clave el Acuerdo de París, que colocó la urgencia climática en el centro del debate internacional.
El auge de las finanzas sostenibles (ESG) ha sido otro hito, ya que los flujos de capital empezaron a guiarse no solo por criterios económicos, sino también por impactos sociales y ambientales. A esto se suma la irrupción de una regulación europea mucho más exigente, como la CSRD, la Taxonomía verde y el CBAM, que están cambiando radicalmente la forma en que las empresas deben reportar y operar.
«La Responsabilidad Social se entendía más como una herramienta de imagen que como una palanca real para transformar modelos de negocio»
Estos avances no surgieron por casualidad, sino que fueron impulsados por factores clave: la evidencia científica sobre el colapso climático, cada vez más clara y contundente; la presión de los mercados financieros, que han entendido que el riesgo climático también es riesgo económico; una ciudadanía cada vez más consciente y activa; y la necesidad urgente de repensar el modelo económico dentro de los límites del planeta. Todo esto ha configurado un nuevo escenario que exige una transformación profunda y sostenida.
¿Qué papel crees, Máximo, que deben jugar las nuevas generaciones en la continuación de este legado?
Las nuevas generaciones tienen un papel clave como catalizadoras del cambio, y su influencia se manifiesta en múltiples frentes. No solo ejercen presión como consumidores exigentes, que valoran la coherencia y el compromiso real de las marcas, sino también como profesionales que eligen trabajar en organizaciones alineadas con sus valores, y como activistas que denuncian el greenwashing o la inacción institucional.
«Ha aumentado la conciencia… pero también la confusión»
Además, aportan una visión mucho más integrada, donde la Sostenibilidad, la justicia social y la tecnología no se entienden como elementos separados, sino como partes de un mismo sistema. Su mirada crítica, su demanda de transparencia y su capacidad para desafiar estructuras obsoletas son esenciales para que la Sostenibilidad deje de ser una estrategia reactiva y pase a ser una forma natural y estructural de operar desde el inicio. Son, sin duda, el motor del cambio cultural que necesitamos.
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