Durante los últimos tres años, la sostenibilidad ha dejado de ser un simple valor reputacional para consolidarse como un pilar estratégico y, más aún, como una obligación regulatoria en el ámbito asegurador. La irrupción de normativas como la CSRD, la CS3D, la Taxonomía Europea, el SFDR, la Ley de Cambio Climático o las disposiciones contra el greenwashing han reformulado por completo el contexto normativo europeo. Esta nueva realidad ha obligado al sector a replantear a fondo sus estructuras, operaciones y prioridades.
El impacto ha sido profundo: se ha producido una transformación estructural de calado, que afecta desde la gestión de riesgos hasta la manera en que las aseguradoras desarrollan productos, canalizan inversiones, se comunican, reclutan talento o interactúan con sus grupos de interés.
¿Reacción o transformación genuina?
Frente a esta creciente presión normativa, el sector asegurador español ha mostrado una respuesta madura y proactiva. En lugar de limitarse al cumplimiento formal, muchas entidades están adoptando una actitud adaptativa y estratégica. Según cifras de ICEA, un 63% de las aseguradoras se encuentran actualmente en fase de integración de criterios ESG, mientras que un 12% ya los han incorporado plenamente en su modelo estratégico.
Algunas compañías han optado por ir más allá, aprovechando el contexto como una oportunidad para rediseñar su modelo de negocio, alineándose con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y apostando por un liderazgo cimentado en la transparencia y la confianza.
De una gobernanza simbólica a un enfoque sistémico
La gobernanza ESG ha experimentado una evolución sustancial. Muchas aseguradoras han establecido comités especializados, han integrado la sostenibilidad en sus órganos de decisión y han definido políticas, funciones y responsabilidades que buscan una implementación efectiva y transversal.
Asimismo, se están reforzando mecanismos internos como los códigos éticos, las políticas de retribución responsable o la evaluación de riesgos no financieros, todo ello en consonancia con marcos internacionales como los Principios Rectores de la ONU y las exigencias de la CSRD.
Sostenibilidad desde los Recursos Humanos
La transformación también se está gestando desde el interior de las organizaciones. En este sentido, los departamentos de Recursos Humanos han asumido un rol clave en la integración de los valores ESG en la cultura corporativa. Entre las iniciativas destacadas figuran:
- La inclusión de la sostenibilidad en la propuesta de valor al empleado.
- La vinculación de incentivos y remuneraciones variables a objetivos sostenibles.
- El desarrollo de programas de diversidad, equidad e inclusión.
- La formación en competencias ESG en todos los niveles organizativos.
Un ejemplo destacado es el Programa de Especialización “Implementando la Sostenibilidad en la Gestión Aseguradora”, impulsado por ICEA, donde se están formando perfiles estratégicos para liderar comités de sostenibilidad y labores de reporte.
Evaluación de riesgos y suscripción con perspectiva ESG
Uno de los avances más significativos ha sido la incorporación de factores climáticos y otros criterios ESG en los procesos de suscripción. Las aseguradoras han comenzado a emplear modelos actuariales que consideran eventos extremos, vulnerabilidad territorial frente al cambio climático y conductas responsables del asegurado.
Este enfoque no solo mejora la precisión en la tarificación y la capacidad de anticipación, sino que también favorece el desarrollo de productos más personalizados, preventivos y sostenibles.
Inversión responsable para una economía verde
El rol de las aseguradoras como inversores institucionales adquiere una relevancia creciente en la transición hacia una economía sostenible. La gestión responsable de activos ha cobrado protagonismo, integrando criterios ESG en las decisiones de inversión y favoreciendo activos con impacto positivo.
Las entidades evalúan a las empresas en función de su desempeño ambiental y social, invierten en bonos verdes, infraestructuras sostenibles y energías limpias, al tiempo que miden la huella de carbono de sus carteras, en línea con marcos como la Taxonomía Verde de la UE, el SFDR y la TCFD.
Prestaciones con sensibilidad social
El momento del siniestro representa uno de los puntos de contacto más delicados entre aseguradora y cliente. En este ámbito, la perspectiva sostenible gana protagonismo. Varias compañías están implementando medidas como la atención preferente a colectivos vulnerables, una comunicación más empática, servicios basados en economía circular y la evaluación del impacto social de las compensaciones.
Este giro hacia prestaciones con impacto social busca equilibrar eficiencia, cercanía y compromiso responsable.
Reporting ESG: la transparencia como activo estratégico
Con la entrada en vigor de la CSRD, las aseguradoras están obligadas a reportar conforme a los estándares ESRS, aplicando el principio de doble materialidad y sometiendo los informes a auditorías externas. Pero, más allá del cumplimiento obligatorio, el reporting se está convirtiendo en una herramienta estratégica.
El informe de sostenibilidad se transforma en una guía para la toma de decisiones, un reflejo de la cultura empresarial, una vía para atraer inversión y talento, así como una plataforma para la innovación. Algunas compañías ya utilizan marcos como GRI, SASB o TCFD de forma anticipada para reforzar su posicionamiento.
Greenwashing: un riesgo que trasciende lo reputacional
Con la nueva normativa sobre “green claims” y la Directiva de Empoderamiento del Consumidor, se exige un mayor rigor en las afirmaciones sostenibles. El greenwashing no solo erosiona la reputación, sino que puede acarrear implicaciones legales.
Es crucial revisar etiquetas, campañas, algoritmos y canales digitales para asegurar que el discurso ESG sea coherente, verificable y fiel a la realidad corporativa.
Diligencia debida en la cadena de valor
La inminente Directiva CS3D obligará a las aseguradoras a ejercer un control más riguroso sobre su cadena de suministro. Ello implica detectar, prevenir y mitigar impactos negativos tanto internos como externos, incluyendo proveedores, talleres, centros médicos o reaseguradoras.
También se deberán evaluar los efectos de sus operaciones en los países donde tienen presencia. La sostenibilidad, por tanto, se convierte en una responsabilidad compartida que exige una mirada holística.
Una sostenibilidad arraigada en la convicción
El sector asegurador se enfrenta a una encrucijada crítica. Las entidades que no interioricen la sostenibilidad en su ADN corporativo podrían ver comprometida su competitividad, legitimidad y capacidad de respuesta frente a un entorno social y de mercado cada vez más exigente.
En contraste, aquellas que asuman el desafío con ambición, coherencia y visión de largo plazo estarán en mejor posición para construir organizaciones resilientes, atractivas para el talento, competitivas a nivel financiero y preparadas para afrontar los retos globales que se avecinan.
Este artículo forma parte del Dosier Corresponsables: la sostenibilidad en el sector del seguro