El actual contexto que estamos atravesando nos lleva a pensar con toda seguridad que la inteligencia artificial (IA) dejará en breve de ser una simple herramienta para convertirse en un pilar fundamental de nuestra sociedad. Desde el ámbito empresarial hasta el sector público, la IA está presente en casi todos los aspectos de nuestras vidas. Sin embargo, con su crecimiento exponencial, surge la necesidad urgente de impulsarla de manera responsable, justa y equitativa.
En primer lugar, es crucial que la IA se desarrolle bajo principios éticos que garanticen su uso para el beneficio colectivo y no para intereses particulares que puedan generar desigualdades. Los algoritmos de IA son creados por humanos y, como tales, están sujetos a los mismos prejuicios, sesgos y limitaciones que quienes los desarrollan. Si no se toman las medidas adecuadas, estos sesgos pueden perpetuar y amplificar las desigualdades existentes en áreas tan cruciales como la justicia, la salud, el empleo y la educación. Por ejemplo, el uso de IA en procesos judiciales o en la selección de personal puede resultar en decisiones discriminatorias si no se gestionan adecuadamente los datos y las variables involucradas.
En este sentido, la justicia en el diseño y la implementación de la IA es fundamental. La falta de transparencia en los algoritmos y la opacidad en el proceso de toma de decisiones son factores que alimentan la desconfianza de la sociedad. Es necesario que las empresas y gobiernos trabajen juntos para establecer normativas claras y rigurosas que aseguren la responsabilidad y la equidad en el uso de la inteligencia artificial. De nada sirve tener una tecnología avanzada si sus efectos sobre la sociedad son perjudiciales para ciertos grupos o individuos.
Además, la equidad debe ser un valor esencial en el diseño de la IA. No podemos permitir que el acceso y los beneficios de esta tecnología queden limitados a una pequeña élite o a ciertos países desarrollados. La distribución de los avances tecnológicos debe ser inclusiva, ofreciendo oportunidades para todas las personas, independientemente de su contexto social, económico o geográfico. La brecha digital y la falta de acceso a estas herramientas pueden acentuar las desigualdades globales y generar nuevas formas de exclusión.
En conclusión, es necesario impulsar una IA que esté guiada por principios éticos sólidos, que promueva la justicia y que garantice una distribución equitativa de sus beneficios. Solo así podremos asegurar que esta poderosa herramienta contribuya a un futuro más inclusivo y justo para todos. Y en el presente Dossier Corresponsables ‘Por una IA responsable, justa y equitativa’ encontraremos numerosas buenas prácticas en este sentido.
Este editorial forma parte del Dosier Corresponsables: Por una IA responsable, justa y equitativa