Respirar un aire más limpio en casa, evitar la exposición a sustancias nocivas, disfrutar de calma y de vistas a un espacio exterior verde, son aspectos del exposoma que suman en términos de salud, y la arquitectura supone una gran herramienta para conseguirlo.
El entorno construido incide de forma clara en la salud, la de las personas y del medioambiente. Edificios y viviendas constituyen el lugar en el que, con el estilo de vida actual, la población pasa aproximadamente el 90% de la jornada, y por ello es tan relevante desde la arquitectura poner el foco en ello a fin de garantizar la calidad ambiental de espacios interiores como oficinas, escuelas, guarderías y casas.
La ciencia afirma que, en términos de salud, más que el código genético influye el código postal. El lugar en el que vivimos, y los factores ambientales asociados y de estilo de vida, son responsables de aproximadamente el 80% de la carga de enfermedad, y el 20% restante tiene relación con el genoma. En este contexto, si el lugar en el que vivimos actúa de forma tan clara en la salud parece lógico abordar cómo diseñar y crear entornos que favorezcan el equilibrio de los sistemas biológicos, que alejen las causas evitables de la enfermedad. La buena noticia es que el entorno, a diferencia del genoma, sí lo podemos modificar, y la arquitectura y también el urbanismo se postulan como herramientas a favor de la salud pública y del medioambiente.
Para alcanzar con éxito esta propuesta es preciso abordar el exposoma, un término que hace referencia a la totalidad de las exposiciones ambientales a lo largo de la vida de una persona. Dos décadas después de que en 2005 el epidemiólogo Christopher Wild lo acuñara, la ciencia del exposoma está en auge, y se vislumbra como clave para abordar cómo disminuir la carga de enfermedad y construir un futuro más saludable, sostenible y justo.
Bajo el concepto de exposoma, se engloba un exposoma externo general (condiciones climáticas, contaminación atmosférica, espacios verdes, entorno urbano); un exposoma específico personal (alimentación, actividad física, sueño, relaciones sociales, ser fumador, exposición a productos químicos, casa); y un exposoma interno en relación a las respuestas biológicas que ocurren en el cuerpo (metabolismo, inflamación, estrés oxidativo, microbioma, cambios epigenéticos).
El exposoma supone un cambio de paradigma en el abordaje de los factores ambientales de riesgo en la salud, y dado el tiempo que se pasa en espacios interiores, el exposoma en el entorno construido merece ser atendido. Desde… ¿Cómo afecta la exposición a determinadas sustancias químicas presentes en materiales de construcción, el ruido o las radiaciones en la salud humana a lo largo de la vida? ¿Cómo impacta un edificio enfermo a sus ocupantes? ¿Cómo considerar en el diseño de un dormitorio los factores ambientales que pueden ayudar a conciliar mejor el sueño?
Para crear entornos saludables se hace necesario un enfoque multidisciplinar y holístico, considerando la población más sensible, las dosis bajas y el efecto combinado de los diferentes factores. Desde la disciplina de la biohabitabilidad se viene abordando esta mirada, aunando el conocimiento del exposoma para diseñar, rehabilitar, construir y habitar poniendo la biología –como ciencia que estudia la vida– en el centro del diseño y como vector transversal en todo el proceso de construcción, interiorismo y mantenimiento del espacio. El bienestar se puede medir, y es a través de mediciones ambientales que se hace visible lo invisible, se puede conocer los diferentes factores presentes en el ambiente, y así tomar decisiones de mejora si fuera necesario.
Con esta mirada de actuación, y cuando la vida se pone en el centro del proyecto arquitectónico, los materiales naturales se priorizan frente a los que incorporan en su composición formaldehídos y otros compuestos orgánicos volátiles tóxicos, así como los plásticos y sus plastificantes; se abordan sistemas de instalaciones biocompatibles para disponer de las prestaciones de la tecnología evitando exposiciones crónicas a radiaciones artificiales innecesarias; se recurre a soluciones de diseño biofílico, a opciones basadas en la naturaleza; a una iluminación cronobiótica acorde con los ritmos circadianos; a diseños activos que fomenten la actividad física… Porque, en definitiva, todo ello repercute en la salud física, mental, emocional y social.
Los estudios que abordan el exposoma residencial muestran cómo un entorno saludable puede promover personas saludables, o bien al contrario. Por ejemplo, el aire interior puede estar hasta cinco veces o más contaminado que el aire exterior de la calle; alergias, enfermedades respiratorias y cardiovasculares pueden ser atribuibles a los contaminantes en el aire interior; o los espacios verdes y la contaminación atmosférica pueden afectar la función cognitiva y motora en la infancia.
La arquitectura constituye una herramienta para crear entornos bellos, saludables y sostenibles, que aporten las condiciones ambientales que promuevan la vida en todas sus dimensiones, que sean inclusivos considerando todos los grupos de población, con especial atención a los más sensibles, como la infancia, las personas con neurodivergencia, las personas convalecientes o las afectadas por alguna enfermedad de tipo ambiental. El abordaje del exposoma en el diseño arquitectónico y también urbanístico supone una gran oportunidad para transformar los espacios según los principios de la biología y apostar por la salud de toda la población.
Este artículo forma parte del Dosier Corresponsables: Arquitectura Saludable