En la actualidad, las enfermedades no transmisibles suponen un auténtico desafío de salud pública a nivel global. Entre ellas, las enfermedades cardiovasculares (ECV) constituyen la principal causa de morbilidad y mortalidad a nivel mundial. Si bien, tradicionalmente hemos tenido en cuenta factores de riesgo cardiovascular denominados “clásicos” como la diabetes y la obesidad, la dislipemia y la hipertensión arterial; hoy en día, la evidencia nos confirma que existen otros factores de riesgo responsables de un riesgo cardiovascular “residual” o bien llamado también “persistente”. La inflamación, el estrés oxidativo y alteraciones en la función endotelial de nuestras arterias, juegan un papel fundamental en el desarrollo de la placa de ateroma y el desarrollo de un evento cardiovascular. Pero ¿son un factor de riesgo o un factor etiológico? Cada vez más conocemos las sinergias e interacciones entre estos procesos fisiopatológicos y los factores medioambientales que favorecen su génesis como el consumo de una dieta rica en grasas saturadas y azúcares refinados combinada con una baja actividad física. Pero más allá de estos factores, hoy reconocemos una amenaza global igualmente responsable del desarrollo de ECV como es la contaminación medioambiental y el cambio climático.
La contaminación medioambiental, una amenaza silenciosa para nuestra salud cardiovascular.
La contaminación medioambiental es un factor determinante en el desarrollo de ECV. La polución atmosférica, la contaminación hídrica, la contaminación acústica y lumínica y el cambio climático han demostrado mediante evidencia científica, correlacionarse con el desarrollo de esta y otras patologías como las enfermedades neoplásicas y procesos neurodegenerativos.
De entre todos ellos, la polución atmosférica es el principal factor relacionado con la ECV cifrándose más de 9 millones de muertes anuales a nivel global debido a su exposición. Componentes como las partículas en suspensión, especialmente las PM2.5 y el monóxido de carbono (CO) entre otras muchas constituyen desencadenantes de los distintos procesos patogénicos que desencadenan en la formación de la placa de ateroma y la ECV, de manera que la exposición a estos componentes puede aumentar hasta en un 51% el riesgo de muerte por esta causa. Por otro lado, la contaminación hídrica tiene un impacto directo en nuestra salud cardiovascular al exponer a nuestro organismo a elementos químicos derivados de fenómenos naturales como por ejemplo de erupciones volcánicas hasta sustancias procedentes de vertidos residuales y procesos industriales con un efecto nocivo para nuestra salud.
Pero no solo la polución atmosférica y la contaminación hídrica participan en el daño a nuestra salud cardiovascular. Otros factores derivados de la industrialización y la globalización como son la exposición al ruido y a la luz artificial también tienen un efecto en nuestro cuerpo. La contaminación acústica y la exposición en exceso al ruido ambiental generado principalmente por medios de transporte y actividades industriales se han asociado a respuestas de estrés en nuestro cuerpo que favorecen la aparición de alteraciones en la tensión arterial, diabetes y por supuesto la ECV. Por otro lado, la contaminación lumínica con una exposición constante a la luz artificial altera el funcionamiento de nuestros ritmos circadianos y los distintos procesos endocrinometabólicos que regulan como el ciclo sueño-vigilia o la regulación del apetito entre otros. De esta forma ambos fenómenos pueden relacionarse de forma independiente con hasta un incremento del riesgo del 10% aproximado en el desarrollo de ECV.
El cambio climático un factor de riesgo cardiovascular emergente.
No cabe duda de que la industrialización ha traído un gran avance a nuestro estilo de vida en múltiples esferas, aunque por otro lado, ha determinado el incremento en la exposición a sustancias nocivas no solo para nuestra salud, sino para la propia salud del planeta. Y un fiel reflejo son los incendios forestales que per se generan gran cantidad de partículas en suspensión con el efecto que eso conlleva a nivel cardiovascular, y que han asolado España este verano. Este fenómeno no es ni más ni menos que otra manifestación del cambio climático, que con sus fenómenos extremos como olas de calor, sequías e incendios forestales generan un daño en nuestra salud. Las temperaturas extremas son especialmente peligrosas en este sentido. Tenemos evidencias de que fenómenos climatológicos como las olas de calor favorecen la descompensación de patologías crónicas y alteran nuestra fisiología incrementando de forma promedia en hasta un 17% el riesgo de mortalidad especialmente asociada a la ECV.
La Dieta Planetaria: un compromiso entre salud y sostenibilidad.
Una de las mejores noticias es que podemos mitigar el efecto de estos factores medioambientales sobre nuestra salud cardiovascular y un ejemplo paradigmático es la dieta. La industria alimentaria, es responsable de más del 22% de la producción mundial de gases con efecto invernadero. Por ello, adaptar nuestro consumo a un modelo equilibrado para nuestra salud y sostenible con el medioambiente es un elemento clave a tener en cuenta en las políticas sanitarias de los próximos años. Este nuevo patrón de dieta denominada Dieta Planetaria o dieta flexivegetariana, se basa fundamentalmente en el consumo de alimentos de origen vegetal como frutas, verduras, cereales y hortalizas; minimizando el consumo de proteínas de origen animal. Por otro lado, plantea la reducción en el consumo de alimentos procesados que de forma directa contribuyen a la contaminación medioambiental a través de los procesos industriales implicados en su producción. Y no menos importante es el consumo de alimentos de temporada y de cercanía que ayudan a reducir la emisión de productos contaminantes derivados tanto de su producción como de su transporte. Adoptar la Dieta Planetaria ayudaría no solo a la prevención de ECV, sino que en un futuro puede evitar millones de muertes prematuras a nivel mundial relacionadas con esta y otras enfermedades no transmisibles. En nuestro país, partimos con ventaja al disponer de la Dieta Mediterránea que a pesar de tener una importante alineación con la Dieta Planetaria, debe replantear el consumo de productos de origen animal para aproximarse a este modelo.
¿Qué podemos hacer para mitigar el binomio contaminación medioambiental-ECV?
Actuaciones como la adquisición de modelos de Dieta Planetaria, entre otras medidas constituyen una inversión de presente para un enorme beneficio futuro. Fomentar el uso de energías renovables o promover medidas que reduzcan el uso de medios de locomoción terrestres y aéreos, la planificación urbanística limitando el tráfico y la actividad industrial próxima a los núcleos urbanos, incentivar los elementos de protección frente a la contaminación medioambiental, el desarrollo de políticas que preserven el medio ambiente y nuestras reservas hídricas y no menos importante, regular la contaminación acústica reduciendo su exposición en núcleos urbanos (limitar medios de transporte o tecnologías de baja emisión acústica) así como la contaminación lumínica (reducir la exposición a luz artificial en ambientes domésticos durante la noche o limitar la iluminación pública innecesaria) son cruciales para que este desafío global al que nos enfrentamos pueda ser mitigado por la sociedad actual. Esta tarea debe incluir e implicar a todos los estratos de la sociedad, desde el ciudadano de a pie, los profesionales sanitarios y educativos, medios de comunicación y responsables políticos gubernamentales que deben de actuar como motor de cambio para mejora de la salud de la población.
Por eso en el día mundial del corazón, más que nunca debemos de concienciar y alertar sobre la necesidad de aplicar medidas de sostenibilidad y eficiencia a nivel medioambiental con el fin de preservar nuestra salud y especialmente la cardiovascular.
Este artículo forma parte del Dosier Corresponsables: Día Mundial del Corazón