La protección de la infancia y la adolescencia en los entornos digitales se ha convertido en los últimos tiempos en un “must” de la estrategia de responsabilidad corporativa de todas las organizaciones; especialmente, como no puede ser menos, de aquellas que, como MasOrange, tienen en la tecnología su razón de ser.
En nuestra compañía estamos convencidos de que lo digital es una gran herramienta de desarrollo, de impacto positivo. Por eso recientemente me inicié en las labores de gestión de un equipo que tiene en el impacto social, en el más amplio sentido de la palabra, el eje de sus -nuestras- actuaciones.
Y una parte esencial de esta labor es precisamente asegurar que el uso de la tecnología por parte de las nuevas generaciones sea provechoso y seguro.
Desde MasOrange, nos hemos propuesto identificar los impactos negativos que nuestra industria puede tener sobre la infancia y actuar sobre ellos. Porque, igual que la tecnología, puede ayudar a crecer y madurar, también, si no se usa bien, puede generar ciertos riesgos psicosociales para los más pequeños, puede ampliar desigualdades… Por eso cada paso que damos está guiado por una pregunta: ¿esto que hacemos mejora de verdad la vida de niños y niñas?
En este sentido, hace muy poco viví una de esas jornadas que te reconcilian con el propósito de tu trabajo. Compartí espacio con María Jesús Villanueva, más conocida como “Susi Profe”, y con Nacho Guadix, responsable de educación y derechos digitales de la infancia en UNICEF España, en una conversación que fue al mismo tiempo inspiradora, honesta y profundamente necesaria para analizar entre todos los que allí estábamos cómo acompañar a niños, niñas y adolescentes en su vida digital.
Escuchar a Susi hablar de su experiencia en el aula, de cómo la tecnología puede ser una aliada o una barrera según cómo se utilice, fue un recordatorio de que la transformación digital no puede dejar atrás a la infancia; porque no nos engañemos, esa transformación es imparable y cerrar los ojos o evitarla no va a hacer que desaparezca.
En otras palabras, más que prohibir lo importante es acometer esa labor de acompañamiento en alianza de familias, docentes, autoridades… Y que los límites -porque ha de haberlos, evidentemente, en función de la edad y madurez del menor- han de establecerse desde el diálogo entre padres e hijos, ya que lo que se entiende es más fácil de asumir y asimilar. Porque, por supuesto, en todo lo que se regule y avance ha de estar presente la opinión y el punto de vista de los niños y adolescentes, que en muchos casos nos van a dar lecciones de comportamiento y de la mejor forma de ayudarles, siempre desde el respeto y la confianza.
Por su parte, Nacho Guadix, con la claridad que dan el conocimiento y la experiencia, nos recordó que los derechos de la infancia también se ejercen —y se vulneran— en el entorno digital.
Por ello, precisamente, en MasOrange nos hemos aliado con su organización, UNICEF, para ir de la mano en la defensa de los derechos digitales de la infancia. Y eso implica, entre otras cosas, revisar nuestros productos, servicios y políticas para garantizar que no solo no generan daño, sino que contribuyen activamente al desarrollo, la participación y la protección de los más jóvenes.
Porque sabemos que la tecnología no es neutra. Por eso trabajamos en rediseñar nuestros servicios para que tengan siempre impacto positivo y eliminar lo que creamos que puede ser nocivo. Y lo hacemos de la mano de quienes más saben, como UNICEF, pero también con expertos, educadores, familias y, por supuesto, los propios niños y niñas. Ya que ellos no son solo usuarios: son ciudadanos digitales con derechos.
Y entre esos derechos también está el de la educación, incluida la educación en digital. En este sentido, no basta con conectar escuelas: hay que hacerlo con propósito, con ética y con una mirada puesta en la equidad. Por eso apoyamos el proyecto Giga de UNICEF, que busca cerrar la brecha digital en las escuelas de todo el mundo para 2030.
La jornada con Susi y Nacho fue un espejo. Nos mostró lo que estamos haciendo bien, pero también lo que aún nos queda por recorrer. Y nos recordó que el cambio no vendrá solo desde las aulas, ni solo desde las empresas, ni solo desde las instituciones. Vendrá si trabajamos juntos, con humildad, con ambición y con una convicción firme: que ningún niño o niña se quede atrás en la revolución digital.