El laboral, el familiar como el entorno social. El cuidado de este aspecto asegura mantener un ecosistema de organizaciones saludables y de una sociedad sana. Es por ello que dentro de las responsabilidades de las compañías, el cuidado a las personas es un factor decisivo para lograr este fin común. Desde el ámbito de la empresa, la implementación de acciones que fomenten una buena salud mental será el motor para alcanzar la calidad de vida de las personas trabajadoras y, al mismo tiempo, para fidelizar el talento necesario dentro de una organización y la obtención de mejores resultados.
Si bien es cierto que cada vez se habla más de salud mental en el ámbito empresarial y tenemos la impresión de que, como sociedad, comprendemos cada vez más su alcance, las bajas laborales alcanzaron un máximo histórico en 2024. Se estima que casi un 10% de las ausencias laborales son por problemas de salud mental, con un total de 665.346 incapacidades temporales, según datos del Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones obtenidos por el Diario de Navarra a través del Portal de Transparencia, siendo una de las causas más comunes las relacionadas con estados elevados de estrés persistentes en el tiempo, provocando cuadros de ansiedad, depresión y bloqueos, inhabilitando a la persona para la continuación del desempeño de sus funciones en dichos entornos. Si bien, cuando hablamos de problemas de salud mental, no suele ser un único factor el desencadenante, sino el cúmulo de ellos.
El papel de las organizaciones es claro: promover entornos saludables que generen eficacia, eficiencia y fidelización de talento. Según la Hoja de ruta sobre salud mental y trabajo, un exhaustivo informe técnico publicado por el Ministerio de Sanidad, hasta el 25% de la productividad de una empresa puede perderse debido a los problemas de salud mental de sus trabajadores.
Con estos datos, es evidente la necesidad de establecer políticas que ayuden a identificar y abordar estos problemas, con el objetivo de garantizar espacios seguros, previniendo posibles situaciones de desigualdad y discriminación, cargas de trabajo excesivas, desorganización organizacional o inseguridad laboral.
Comprender el valor humano en una compañía es clave para mejorar esta situación. En el Día Mundial de la Salud Mental, apostamos por seguir trabajando en mejorar nuestras políticas, repasando las causas, el impacto y las soluciones para gestionarlas, con planes de acciones concretas que aporten avances objetivos en los resultados.
Causas principales y su impacto humano y empresarial
Como ya se ha señalado, el estrés laboral es uno de los desencadenantes más comunes. Factores como la sobrecarga de trabajo o la excesiva presión para llegar a objetivos poco realistas pueden generar ambientes de tensión permanente, lo que conlleva un gran estrés laboral. La constante sobrecarga de tareas, las jornadas laborales excesivas o la falta de reconocimiento derivan en baja autoestima, inseguridad y desmotivación.
La falta de equilibrio entre el trabajo y la vida personal es otro claro desencadenante, especialmente en contextos donde es común normalizar una disponibilidad constante, que obliga a los empleados a estar pendientes de las necesidades de la organización, impidiendo el descanso y la desconexión.
Un clima laboral hostil es otra de las principales causas de deterioro de la salud. Contextos en los que se den situaciones de acoso laboral, falta de apoyo en momentos determinados o conflictos constantes acaban llevando a las personas a un estado de agotamiento emocional, ansiedad y baja autoestima. La falta de autonomía en el trabajo o en la toma de decisiones también puede derivar en frustración y estrés. El miedo al despido es otra de las causas identificadas, altamente generadora de estrés en la persona.
Soluciones basadas en políticas de apoyo
Es tarea urgente aportar soluciones a las principales causas de deterioro de la salud mental en el entorno laboral a través de programas de acciones específicos de liderazgo y capacitación, centrados en generar entornos eficientes y seguros para las personas que trabajan en ellos, mitigando las principales causas. Estas acciones deben promover la mejora de habilidades en el ámbito de la inteligencia emocional, para la gestión eficaz de personas y equipos, aportando una cultura de bienestar profesional, mejorando la organización y actualizando las habilidades técnicas o directivas en caso de que se identifique como necesario.
Aprender a manejar los desafíos y la presión de una manera saludable, sin llegar a un estrés clínico, es clave para evitar gran parte de esta sobrecarga emocional de empleados y líderes. En este sentido, un programa de acciones que abarque los ejes fundamentales de la organización, trabajando en el proceso de mejora continua para avanzar en la eficacia y eficiencia organizacional, y promover la cultura de la confianza y el apoyo entre los equipos, ayudará a fomentar la confianza y el sentido de permanencia que tan atacado se ve en contextos laborales excluyentes.
Una comunicación asertiva en la organización es el eje de una buena relación profesional, que fomenta el trabajo en equipo basado en la confianza y el respeto, haciendo que los empleados se sientan mucho más cómodos expresándose.
Por último, es vital proteger el equilibrio entre el trabajo y la vida personal en estos programas. La desconexión laboral no solo permite a los empleados ser óptimos en sus tareas, sino que les protege del conocido “burnout”.
El desarrollo de estas competencias de manera transversal marcará la diferencia en la empresa y en la sociedad.
Los líderes actuales necesitan desarrollar una alta inteligencia emocional para saber aportar, desde su liderazgo, un cuidado emocional a los equipos de personas, a las organizaciones y a ellos mismos, como piezas clave del sistema. Ante esta necesidad, implementar programas efectivos de mentoring y coaching aporta las herramientas necesarias para los profesionales de la organización, sumando confianza y resultados al liderazgo de las organizaciones.
Tomar consciencia de que las empresas las formamos personas y, como tales, necesitamos cuidados, es clave. Cuando las personas alcanzamos un determinado potencial y bienestar, ello se traslada a los resultados de la empresa. Al mismo tiempo, un liderazgo profesional y emocionalmente inteligente es necesario para fijar objetivos claros y alcanzables, proporcionando una guía consistente y segura para los equipos de personas.
Atender a estas problemáticas es una obligación inherente a las organizaciones y es también uno de los mayores desafíos actuales, donde la exigencia en el ámbito empresarial está siendo cada vez más alta en multitud de aspectos. Sin embargo, nos encontramos ante una prioridad: la salud de las personas. Poner en marcha acciones adecuadas que promuevan la cultura del cuidado y un liderazgo eficaz y presente será la clave para conseguir los avances necesarios y sostenerlos en el tiempo.
Comprender el factor humano como indispensable para el éxito a largo plazo es solo el primer paso, llevarlo a la acción es el paso decisivo.
Este artículo forma parte del Dosier Corresponsables: Día Mundial de la Salud Mental