Me uní a la causa de la Fundación Pasqual Maragall movida por una certeza: la investigación es la única vía para lograr un futuro sin Alzheimer. Desde la farmacia vivo cada día muy de cerca la importancia de la salud y el impacto que tienen las enfermedades en las familias y sé que, con pequeños gestos, podemos contribuir a un gran cambio.
Formar parte de esta causa me permite aportar mi granito de arena a un reto que nos afecta a todos como sociedad, un reto que no entiende de edades, que golpea a las familias en lo más profundo y que nos recuerda lo vulnerables que somos cuando la memoria empieza a borrarse.
La investigación es la única herramienta capaz de cambiar esta realidad, de abrir la puerta a un futuro donde recordar, reconocer y compartir momentos siga siendo posible. Es un desafío común, y solo unidos, con cada gesto, con cada aportación, podremos avanzar hacia ese mañana sin Alzheimer.
Colaborar con la Fundación Pasqual Maragall es una experiencia profundamente humana y enriquecedora. La Fundación transmite cercanía, compromiso y una energía que contagia ilusión. Desde el primer momento me sentí parte de un proyecto común, en el que cada paso, por pequeño que parezca, suma en un camino colectivo hacia la esperanza.
Lo que más me emociona es comprobar cómo las personas se implican cuando se les da la oportunidad de hacerlo. Muchos clientes han compartido conmigo historias personales vinculadas al Alzheimer, y eso me ha recordado que detrás de cada aportación hay un gesto de amor y solidaridad.
También es muy especial poder ofrecer apoyo a los cuidadores, esos grandes olvidados, que desde el silencio y la sombra sostienen día a día el peso de una enfermedad tan devastadora. Ellos acompañan, cuidan y entregan todo su cariño y amor, a menudo renunciando a su propio bienestar sin pedir nada a cambio. Reconocerlos y apoyarlos es una forma de devolverles un poco de la fuerza y el amor que dan sin medida, porque detrás de cada persona con Alzheimer hay una familia entera que también lucha en silencio.
Estoy convencida de que este tipo de alianzas fortalecen la relación con los clientes. La farmacia no solo es un lugar de dispensación de medicamentos: es un espacio de confianza y acompañamiento. Iniciativas como esta refuerzan ese vínculo, porque nuestros clientes ven que compartimos sus preocupaciones y trabajamos juntos por un bien común. La solidaridad crea comunidad, y eso nos acerca todavía más.
A otras farmacias que aún no se han unido, les diría que no subestimen el valor de su aportación. Ningún gesto es pequeño cuando se trata de luchar contra una enfermedad que afecta a tantas familias, ya son un millón solo en España.
Cada farmacia puede ser un motor de cambio, un punto de luz en este camino hacia un futuro sin Alzheimer. Si todos nos unimos, lograremos que los “muchos pocos” remando en la misma dirección se conviertan en un gran impulso de esperanza.
Este artículo forma parte del Dosier Corresponsables: Día Mundial del Alzheimer