Entrevistamos a Ramón Pueyo, socio responsable de Sostenibilidad y Buen Gobierno de KPMG en España, sobre los retos y oportunidades que afrontan las empresas en un contexto de cambio regulatorio y transformación sostenible. Ramón Pueyo asegura que la Sostenibilidad responde a una demanda social muy transversal y consolidada.
¿Cómo valora el debate actual sobre la supuesta incertidumbre regulatoria en sostenibilidad? ¿No cree que pueda llegar a frenar el compromiso empresarial en esta materia?
La regulación es sin duda uno de los factores que impulsan a las compañías a avanzar hacia la Sostenibilidad. Sin embargo, conviene matizar que la incertidumbre existente afecta solo a una parte muy concreta de las obligaciones que deben asumir las empresas.
Desde febrero vivimos cierta indefinición sobre qué información deberán o no publicar las compañías europeas en respuesta a los requerimientos de la UE y la Directiva de Información sobre Sostenibilidad, pero esto no afecta al conjunto de la regulación.
Es importante destacar que esta incertidumbre está circunscrita a una pequeña parte de un marco normativo mucho más amplio. La Unión Europea sigue manteniendo firmemente la descarbonización y la Sostenibilidad como ejes clave de su acción política, y nada indica que vayan a dejar de ser prioritarios. Por tanto, aunque existen dudas en ámbitos muy específicos, no hay señales de que la Sostenibilidad vaya a perder peso en la agenda empresarial.
El informe que presentáis apunta que las empresas líderes siguen apostando por la sostenibilidad, incluso ante cambios políticos o regulatorios. ¿Qué factores explican esa determinación?
Podemos ir un poco más atrás. Hace unos meses, Forética publicó un informe que arrojaba un dato revelador: más del 80% de los ciudadanos españoles quieren compañías más sostenibles. Y, además, considera que la Sostenibilidad es una cuestión de interés general, no ideológica.
Incluso al desglosar estos datos por afinidad política, encontramos que, en las opciones menos favorables a estas agendas, más del 70% sigue apoyando que las empresas actúen con criterios sostenibles. Esto demuestra que el impulso no viene solo de la regulación, sino de la propia opinión pública, de los consumidores y, por extensión, de los directivos e inversores. La Sostenibilidad responde, en definitiva, a una demanda social muy transversal y consolidada.
El documento señala que la Sostenibilidad ya no solo se asocia al cumplimiento normativo, sino que se ha convertido en una herramienta estratégica. ¿Qué impacto tangible está teniendo en la competitividad y rentabilidad de las empresas?
La Sostenibilidad permite tomar decisiones más informadas y gestionar con una mayor sensibilidad hacia los impactos generados. Ofrece una visión más amplia que ayuda a anticiparse a tendencias y a entender las nuevas percepciones del mercado. Tanto consumidores como inversores demandan hoy compañías sostenibles.
En determinados sectores, esta transformación sostenible, que viene gestándose desde hace décadas y parece imparable, está generando cambios reales en los modelos de negocio.
Un buen ejemplo fue cuando, tras la presentación del borrador del Paquete Ómnibus, realizamos una consulta a grandes compañías europeas en la que se puso de relieve que más del 80% de las mismas no cambiaría sus planes de Sostenibilidad, incluso aunque se simplificaran los requerimientos regulatorios. Las organizaciones entienden que este proceso va mucho más allá de cumplir o no con determinados indicadores; es una transformación estratégica de fondo.
Precisamente, el informe habla de esa transformación transversal que afecta desde la estrategia hasta la cadena de suministro. ¿Cuáles son las principales barreras que encuentran las empresas para integrar esa visión 360?
Siempre decimos que la transformación sostenible se impulsa a través de tres “C”: la de cumplimiento (la regulación), la de convicción (la cultura de los equipos directivos) y la de conveniencia (el valor de mercado). Las compañías evolucionan porque el entorno lo exige; entienden que ya no pueden gestionar sus impactos sociales y ambientales como hace 50 años, y ser más sostenibles les aporta beneficios reales: atraen más talento, acceden a mejores condiciones en mercados financieros y responden mejor a las expectativas del consumidor.
Ahora bien, no todas las empresas reaccionan igual. Hay compañías más ágiles que saben leer las señales que envía la opinión pública, y otras que no. La diferencia está en quién logra alinear sus órganos de dirección en torno a dos motivaciones clave: una ética (hacer las cosas bien, generar un impacto positivo, no dañar) y otra de negocio (entender que esto también es una oportunidad).
Cuando los comités de dirección comprenden que la Sostenibilidad no es solo una gestión de riesgos, sino también una palanca de oportunidad es cuando realmente se produce el cambio.
¿Qué papel juegan los stakeholders en la evolución de la Sostenibilidad como elemento clave de gestión empresarial?
Todos los grupos de interés son fundamentales. Los activistas, aunque a veces puedan pecar de excesivos, marcan el rumbo del cambio. Los inversores y financiadores han sido clave: fueron los primeros en llevar estos temas a las salas de juntas. Han desempeñado un papel de impulso muy relevante.
También los consumidores y la opinión pública, dependiendo del sector, influyen poderosamente en las decisiones de las empresas. Y, por supuesto, los reguladores. Todos estos actores están empujando en la misma dirección. Esa alineación de fuerzas es lo que está provocando que la Sostenibilidad gane peso en la gestión empresarial.
En este contexto, ¿cuáles son las tres prioridades que toda empresa debería abordar ya para avanzar en Sostenibilidad, sin esperar a que se resuelva la incertidumbre regulatoria?
La primera es cumplir la ley, por supuesto. Pero también hay que ir más allá. Las compañías deben preguntarse dónde está el valor para ellas. Tienen que identificar sus riesgos, pero también sus oportunidades.
Esto implica revisar el modelo de negocio, las relaciones con los clientes y los empleados, la propuesta de valor en el mercado y su posicionamiento en el ecosistema competitivo. Es imprescindible entender qué significa de verdad la Sostenibilidad para su compañía, dadas sus particularidades sectoriales y geográficas.
Además, deben observar con atención qué reclaman hoy los activistas, porque lo que hoy puede parecer radical o exagerado, en cinco o diez años será probablemente ley. Anticiparse a esas demandas es una forma inteligente de gestionar.
Desde KPMG impulsáis la Sostenibilidad como eje estratégico transversal. ¿Cómo está integrada en vuestra propia organización y en los servicios que ofrecéis a los clientes?
Llevamos más de 25 años trabajando en Sostenibilidad, mucho antes de que existiera la Directiva CSRD o el paquete legislativo actual. En todo este tiempo hemos acompañado a muchas compañías en su proceso de transformación, y nos sentimos muy orgullosos de ello.
Pero no nos limitamos a asesorar. También predicamos con el ejemplo. Hemos pasado de tener un equipo técnico especializado a contar con abogados, contables, tecnólogos, expertos forenses o en control interno con conocimientos en Sostenibilidad. Lo hemos transversalizado en toda la firma.
Además, establecemos objetivos públicos en los temas que son materiales para nosotros, los medimos, los seguimos desde nuestros órganos de gobierno y estamos alineados con las expectativas que pedimos a nuestros clientes. Si decimos que hay que descarbonizarse, también nos lo aplicamos a nosotros mismos.
¿Qué impacto está teniendo esta apuesta de KPMG en términos de reputación, posicionamiento y valor para vuestros grupos de interés?
No es una pregunta sencilla. Como firma de servicios profesionales, buscamos que las organizaciones sean más eficientes, más productivas y, en última instancia, mejores. Creímos desde el inicio que trabajar en Sostenibilidad ayudaba a las empresas a mejorar en todos estos aspectos.
Nuestra visión combina una motivación ética, que compartimos la mayoría de los ciudadanos, y una motivación empresarial: estamos convencidos de que una adecuada gestión de estos temas hace mejores a las compañías. Las hace más robustas, más sofisticadas y atractivas para terceros.
En cuanto al impacto sobre nuestra reputación, probablemente sea positivo, pero no tenemos indicadores específicos. Nos centramos más en el valor que generamos en nuestros clientes y en la sociedad a través del trabajo que realizamos.
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