Lorelay Pricop, alumna del curso de Inteligencia Artificial de Samsung Innovation Campus en la Universitat Politècnica de València, descubrió en esta formación una forma práctica y equilibrada de adentrarse en el mundo de la IA. Con una base técnica en Tecnologías Interactivas y una gran motivación por comprender cómo la inteligencia artificial puede aplicarse a problemas reales, Lorelay ha desarrollado proyectos como DermaApp, una herramienta de apoyo para la priorización de consultas dermatológicas pediátricas. En esta entrevista comparte su experiencia, aprendizajes y visión sobre el papel transformador de la IA en ámbitos como la salud mental, la defensa o la exploración espacial.
¿Qué te llevó a interesarte por la inteligencia artificial y cómo descubriste el programa Samsung Innovation Campus?
Mi interés empezó con las películas: ver sistemas “inteligentes” me despertó la curiosidad. Con el tiempo entendí que no era magia, sino ingeniería, y por eso estudié Tecnologías Interactivas. Allí tuve contacto real con programación, algoritmos y datos; hice pequeños proyectos y comprobé cómo técnicas sencillas (regresión, árboles, k-NN) pueden resolver problemas concretos. Eso me llevó a querer profundizar, no solo en que un modelo funcione, sino en cómo se diseña, evalúa y despliega con criterio. Descubrí el Samsung Innovation Campus gracias a mi profesor de Inteligencia Artificial en la UPV, Juan Alberola, cuyas clases y recomendaciones nos acercaron a la IA aplicada y me animaron a apostar por el programa.
¿Cómo describirías la metodología del curso? ¿Qué destacarías de la forma en que Samsung y sus formadores os introducen en la inteligencia artificial?
Equilibrada y práctica. Primero se explican los conceptos clave de forma clara y breve (qué es, para qué sirve y cuáles son los límites), y enseguida se pasa a ejercicios y pequeños proyectos para aplicarlos. Se insiste en razonar decisiones: por qué una métrica y no otra, qué supuestos hacemos con los datos, dónde puede fallar el modelo y cómo interpretar resultados. El ritmo ayuda: teoría suficiente para entender lo esencial y práctica inmediata para consolidarlo, con ejemplos guiados, tareas aplicadas y correcciones con comentarios útiles. No te quedas en “funciona/no funciona”, sino en el criterio de por qué, cuándo no, y qué cambiar.
Has comentado que una de las cosas más valiosas fue aprender a aplicar la IA en contextos reales. ¿Podrías contarnos algún proyecto o ejemplo práctico que te haya marcado especialmente?
Mi proyecto final, DermaApp, lo desarrollé con mi equipo para apoyar a familias y pediatría en la priorización de consultas de piel. Detectamos una situación común: muchas dudas que generan saturación y, a la vez, podrían orientarse mejor desde casa con mensajes responsables. Diseñamos un flujo completo: recopilamos imágenes anonimizadas, entrenamos un modelo de clasificación y prototipamos una app que no “diagnostica”, pero sí ayuda a priorizar y dar orientación inicial.
La lección principal fue cerrar el ciclo con decisiones trazables: justificar por qué ese modelo, cómo evaluamos (poniendo el foco en minimizar falsos negativos en casos sensibles) y cómo traducimos el resultado en una experiencia segura y útil para el usuario.
Además de los conocimientos técnicos, ¿qué aprendizajes personales te ha aportado esta experiencia?
Me quedo con una forma de trabajar más sencilla y práctica: convivir con la incertidumbre (no hay modelos perfectos), explicar las cosas sin jerga para que cualquiera entienda por qué elegimos una métrica u otro enfoque y pedir feedback pronto para no perder tiempo. También aprendí a priorizar lo que aporta valor frente a lo “bonito de tener” y a tener siempre presentes temas de sesgos y privacidad.
Además, pude hacer prácticas de empresa, así que muchas ideas del curso las apliqué en un contexto real: definir objetivos medibles, documentar decisiones para el equipo y ajustar el trabajo a plazos reales. En paralelo, a nivel personal salgo más segura y tranquila: pido ayuda antes de atascarme, doy y recibo feedback con naturalidad, y gestiono mejor el tiempo y la energía. También controlo mejor el “síndrome del impostor”: valoro lo que ya sé y doy espacio a lo que aún tengo que aprender, manteniendo un mejor equilibrio entre estudiar, trabajar y descansar.
El curso reúne a jóvenes de distintos perfiles y edades. ¿Cómo ha sido para ti compartir este espacio de aprendizaje y trabajo colaborativo?
Muy enriquecedor. Había edades y perfiles distintos, incluso gente fuera del sector IT, y eso te obliga a explicar mejor lo que haces, escuchar más y adaptar tu forma de trabajar. La energía de los más jóvenes se complementó con la experiencia de quienes ya veníamos de empresa y, a parte, esa mezcla de perfiles te expone a problemáticas distintas y a maneras alternativas de abordar un mismo reto, porque cada mente funciona de forma diferente. Me llevé buenas prácticas muy simples y una red con la que sigo en contacto por LinkedIn. Al final, siempre puedes aprender de otros y también nutrir tu entorno con tu experiencia.
¿Qué dirías que ha cambiado en la Lorelay que empezó el Samsung Innovation Campus respecto a la que lo ha finalizado?
Antes era más perfeccionista, me costaba priorizar y me organizaba peor. Compaginar el curso con las prácticas me “obligó” a poner orden: planificar la semana, fijar plazos realistas, trocear tareas y decir “no” a lo que no aporta. Eso me ha dado más calma y eficacia.
También entendí el valor de la red: compartir dudas, pedir ayuda a tiempo y mantener el contacto con compañeros y profes aporta visibilidad, buen feedback y oportunidades de colaboración. No digo que por sí misma te dé un trabajo, pero sí marca la diferencia a medio y largo plazo.
¿De qué manera crees que esta formación, que te ha brindado Samsung de manera gratuita, te ha preparado para afrontar tu siguiente etapa académica o profesional? ¿Ha supuesto un antes y un después en tu carrera?
No me ha supuesto, todavía, un cambio profesional inmediato, pero sí un antes y un después en mi rumbo formativo. El curso me confirmó que quería profundizar y por eso decidí cursar un máster en Inteligencia Artificial. Además, me dio claridad sobre qué áreas quiero explorar más, me aportó método para estudiar con criterio y la confianza necesaria para abordar proyectos más ambiciosos durante el máster.
La inteligencia artificial se está convirtiendo en una herramienta clave para muchos sectores. ¿Dónde te gustaría aplicar tus conocimientos en el futuro?
Me gustaría centrarme en tres ámbitos: salud mental, defensa y exploración espacial. En salud mental, quiero aportar en la detección temprana de señales, el apoyo entre sesiones y un mejor seguimiento, siempre con supervisión profesional, privacidad y uso responsable. En defensa, me atrae trabajar en soluciones que protejan a las personas y mejoren la toma de decisiones en situaciones críticas, con foco en seguridad y fiabilidad. Y en exploración espacial, me motiva contribuir a proyectos que hagan las misiones más seguras y eficientes, desde el análisis de datos hasta apoyar sistemas que operan en entornos extremos.
Por último, ¿qué le dirías a alguien que esté pensando en apuntarse al curso Samsung Innovation Campus? ¿Qué consejo le darías desde tu experiencia personal?
Que vaya con curiosidad y ganas de trabajar. No es una varita mágica, pero si lo aprovechas es una muy buena base. Organízate el tiempo desde el principio, avanza un poco cada día y pide feedback, aunque no lo tengas perfecto. Convierte cada bloque en algo que puedas enseñar (un mini-proyecto, una nota clara) y pregunta mucho. Habla con los compañeros y los profesores: la red que haces ahí ayuda más de lo que parece. Y, sobre todo, céntrate en entender cómo plantear un problema y medir lo que haces, más que en memorizar recetas. Eso es lo que te llevas cuando el curso termina.
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