Paul Polman no es solo un líder empresarial de renombre mundial, sino un pionero en el ámbito de la Sostenibilidad que ha transformado para siempre la manera en que concebimos el papel de las empresas en la sociedad. Desde su infancia, marcada por valores profundamente humanos como la dignidad, la equidad y la compasión, hasta su trayectoria al frente de Unilever, Polman ha demostrado que el éxito económico y el compromiso social pueden ir de la mano. Como él mismo expresa, “el negocio tiene que estar allí para resolver los problemas del mundo, y no para crear los problemas del mundo”. Esta filosofía ha guiado su vida y ha impulsado un modelo de liderazgo responsable que ha inspirado a miles alrededor del planeta.
Su paso por Unilever fue mucho más que un mandato corporativo: fue un compromiso ético con el futuro del planeta y las generaciones venideras. Bajo su dirección, la compañía no solo creció económicamente superando a sus competidores, sino que se convirtió en un referente de sostenibilidad al integrar los Objetivos de Desarrollo Sostenible en el corazón de su estrategia. Polman enfatiza que esta transformación no fue sencilla, “es una gran transformación que necesita suceder en la sociedad”, y que el verdadero reto reside en cambiar la mentalidad empresarial para reconocer y asumir el impacto real que generan. Su visión va más allá de la rentabilidad inmediata, señalando que las empresas deben “ver estas acciones no como un costo, sino como una inversión, una oportunidad para innovar y mover el negocio más rápido”.
Respecto a si la Sostenibilidad es rentable o supone un gasto, lo tiene claro: “existe una creencia arraigada y errónea según la cual hacer las cosas mejor necesariamente implica un mayor costo. Pero hoy en día esta percepción ya no se sostiene” y detalla en esta entrevista en exclusiva para Corresponsables como “colocar los ODS en el corazón de la estrategia corporativa de Unilever fue un paso que no solo fortaleció nuestro compromiso ético y social, sino que también resultó beneficioso para nuestros accionistas, reflejándose en un retorno sobre la inversión del 300% en un período de diez años”.
Pero más allá de los éxitos corporativos, Paul Polman tampoco tiene problemas en admitir que, si comenzara nuevamente ahora desde cero, “sin duda, hay muchas cosas que abordaría de forma distinta”. “Reconozco que deberíamos haber actuado con mucha mayor anticipación para enfrentar los desafíos que hoy son tan evidentes. ¿Habría sido más fácil o más económico hacerlo antes? Probablemente no. Pero ahora nos encontramos ante un plazo mucho más acotado, casi límite, que requiere la participación y el compromiso de todos nosotros”. Por ello, tiene muy claro que “la transformación necesaria no puede ser un esfuerzo aislado, sino un trabajo conjunto entre el sector privado, la sociedad civil y los gobiernos”.
En definitiva, Paul Polman representa una voz potente y necesaria en un mundo que clama por responsabilidad y acción. Como él afirma con contundencia: “No se trata solo de un plan abstracto sobre el cambio climático, es sobre la gente, sobre las vidas, sobre las generaciones futuras”. Esa es la inspiración que su vida y obra ofrecen a quienes desean ser parte del cambio.
En primer lugar, Paul, ¿podrías contarnos cómo te involucraste en el ámbito de la RSE y qué circunstancias o motivaciones te llevaron a orientar tu trayectoria profesional hacia este campo?
Indudablemente, debo remontarme a mi infancia, a mis orígenes más profundos. Durante mi crecimiento, para mis padres no era primordial el aspecto económico ni la cantidad de dinero que pudiera ganar en el futuro; más bien, me inculcaron valores fundamentales que han sido pilares esenciales a lo largo de toda mi vida, entre los cuales destaca la importancia del impacto positivo que uno puede generar en la sociedad.
En el contexto posterior a la guerra, la mayor preocupación de mis progenitores residía en ofrecer una educación adecuada a sus hijos, quienes, en su mayoría, atravesaban por situaciones de profunda desdicha personal. Asimismo, estaban comprometidos con la estabilidad y la paz en Europa, así como con el correcto funcionamiento y la cohesión de las comunidades.
En este sentido, considero que ellos ejercieron un liderazgo genuino y ejemplar, al anteponer las necesidades y el bienestar de los demás por encima de los suyos propios. Lucharon incansablemente por valores trascendentales tales como la dignidad humana, el respeto universal, la equidad y la compasión.
Uno de los principios que recibí de ellos fue la convicción de que toda existencia debe dejar una huella positiva, sin importar el ámbito en el que uno se desarrolle. Por ello, al incorporarme al sector privado y comenzar mi carrera profesional en el ámbito empresarial, siempre percibí la extraordinaria capacidad que tienen las compañías para generar un impacto significativo. Sin embargo, también sentí con firmeza que el propósito del negocio debía ser el de resolver los problemas globales y no, en ningún caso, contribuir a su creación.
“El negocio tiene que estar allí para resolver los problemas del mundo, y no para crearlos»
Más adelante, tuve el honor y la oportunidad de ser convocado por el entonces secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, para integrarme en un grupo selecto de expertos que colaboró en la formulación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), un conjunto de 17 metas orientadas a erradicar de manera irreversible la pobreza y a promover un desarrollo sostenible y equitativo para todo el planeta. Durante dos o tres años de intenso trabajo en la elaboración de estos objetivos, pude descubrir y comprender la inmensa fuerza y la oportunidad que el sector privado posee para involucrarse activamente en la solución de los desafíos globales.
Esta experiencia nos llevó a colocar los ODS en el corazón de la estrategia corporativa de Unilever, un paso que no solo fortaleció nuestro compromiso ético y social, sino que también resultó beneficioso para nuestros accionistas, reflejándose en un retorno sobre la inversión del 300% en un período de diez años.
¿Cuál fue el primer proyecto de Responsabilidad Social en el que te involucraste? ¿Qué significó para ti en ese momento?
¡Ah, esa es una excelente pregunta! De hecho, es la primera vez que alguien me la formula.
Creo que mi vínculo con la Responsabilidad Social Corporativa comenzó cuando me trasladé a Newcastle. En ese entonces, desempeñaba el cargo de gerente general, con responsabilidad sobre las operaciones en Inglaterra e Irlanda, para una compañía reconocida mundialmente llamada Procter & Gamble. Fue precisamente en Newcastle donde pude observar por primera vez una realidad alarmante: el desempleo hereditario que afectaba ya a la segunda generación de familias.
El sector industrial que había sido el motor económico de la ciudad, compuesto por la construcción naval, la minería del cobre y la producción de acero, se había desmantelado por completo. Esto dio lugar a una generación de jóvenes que jamás había visto a sus padres trabajando, una circunstancia profundamente preocupante. En ese contexto, si eras una adolescente de 12 o 13 años, la única fuente de autoestima y futuro que podías vislumbrar era, lamentablemente, el embarazo precoz, aunque por supuesto existían otras problemáticas aún más complejas.
Como la empresa que dirigía era el mayor empleador en Newcastle, tuve muy claro que nuestra responsabilidad iba más allá de la mera generación de empleo: debíamos contribuir activamente a revitalizar estas comunidades afectadas por la desindustrialización y el abandono. A raíz de ello, desde una edad relativamente temprana, me involucré profundamente con las universidades locales, convirtiéndome en un miembro activo y comprometido con la región.
“No se trata solo de un plan abstracto sobre el cambio climático, es sobre la gente, sobre las vidas, sobre las generaciones futuras»
Participamos en iniciativas dirigidas a rejuvenecer la ciudad, trabajando conjuntamente con el club de fútbol local y las escuelas para abordar problemáticas sociales de gran relevancia, como el consumo de drogas, entre otras. A través de estas acciones, comprendí el rol fundamental que las empresas pueden desempeñar en la sociedad, muchas veces mediante gestos aparentemente sencillos, pero que poseen un impacto genuino y transformador en la vida de las personas.
En el transcurso de tu extensa trayectoria, has tenido la oportunidad de compartir experiencias con diversas organizaciones e individuos que han sido clave en el ámbito de la sostenibilidad y la responsabilidad social. ¿A quiénes consideras pioneros o modelos ejemplares dentro de este campo?
Si hablamos específicamente de Sostenibilidad, hoy en día existen numerosas personas destacadas, pero me gustaría comenzar resaltando a Rachel Carson, quien en la década de los años 60 escribió el libro The Silent Spring (Primavera silenciosa). En esta obra pionera, Carson alertó al mundo sobre los peligros que representaban los desechos químicos vertidos en las aguas, advirtiendo que tales contaminantes no solo eran insostenibles, sino que también afectarían gravemente la salud de las personas. Ella fue, sin duda, una de las pioneras más influyentes en esta materia.
“La transformación necesaria no puede ser un esfuerzo aislado, sino un trabajo conjunto entre el sector privado, la sociedad civil y los gobiernos»
Posteriormente, quisiera destacar el nacimiento del movimiento del Earth Day o Día de la Tierra, que se inició en la década de los 70, específicamente en 1976, en Estados Unidos, y que con el tiempo se ha convertido en un movimiento global de gran envergadura. Además, tuvimos la primera gran conferencia sobre desarrollo sostenible en Río de Janeiro en 1992, evento en el cual tuve el privilegio de participar, así como también en la cumbre realizada en 2012.
A lo largo de las décadas, han surgido numerosos actores que han formado parte activa de este movimiento global. Entre las empresas pioneras, me gustaría citar la de Ray Anderson, Fundador y Expresidente de Interface, una compañía dedicada a la fabricación de alfombras. Ray expresó en una ocasión que no podía vivir en paz consigo mismo si obtenía ganancias a costa de dañar la vida de otras personas, destruyendo el planeta para las generaciones futuras o contaminando el agua y el aire hasta el punto de dificultar la respiración de la gente.
Por ello, transformó a Interface en, probablemente, la primera empresa que se propuso ser una entidad netamente positiva, una empresa regenerativa cuyo objetivo fuera reparar y restaurar el medioambiente. Hoy, por ejemplo, me enorgullece enormemente que Interface produzca alfombras que absorben dióxido de carbono. Esto significa que al adquirir una de sus alfombras, en realidad estás retirando carbono del aire. La empresa recolecta ese carbono para reciclarlo y convertirlo en nuevas alfombras, implementando así un modelo completamente circular y regenerativo.
Este ejemplo resulta especialmente valioso porque pertenece a una industria que históricamente ha sido altamente contaminante, pero que hoy demuestra que puede transformarse en una fuerza positiva para el planeta. Y como consecuencia, la empresa no solo contribuye al bienestar ambiental, sino que también prospera económicamente, pues cuanto más crece, mejor es el estado del planeta.
En base a tu experiencia, ¿cuáles dirías que son los principales obstáculos que enfrentan las empresas cuando deciden integrar los criterios ESG en el núcleo mismo de su ADN corporativo? ¿Cómo crees que pueden superar estos desafíos?
Existen numerosos obstáculos que con frecuencia se señalan como barreras importantes. Por ejemplo, a menudo se menciona que los costes asociados son excesivamente altos; en otras ocasiones, la política pública puede ir en una dirección contraria a la Sostenibilidad, dificultando así el avance. También puede darse el caso de que las tecnologías necesarias para implementar estos cambios estén todavía en desarrollo o se estén perdiendo oportunidades tecnológicas cruciales. Otro factor que genera resistencia es el temor a la pérdida de competitividad: muchas empresas piensan que si adoptan prácticas responsables mientras sus competidores no lo hacen, terminarán en desventaja en el mercado.
Sin embargo, considero que el verdadero desafío, la verdadera meta a alcanzar, si me permites llamarlo así, es la mentalidad. Existe una creencia arraigada y errónea según la cual hacer las cosas mejor necesariamente implica un mayor costo. Se piensa que, si una empresa tiene un propósito sólido, no podrá ser rentable; o que un modelo de negocio sostenible debe, por definición, ser más caro.
“El verdadero desafío es cambiar la mentalidad empresarial»
Pero hoy en día esta percepción ya no se sostiene. Las empresas que realmente prosperan son aquellas que adoptan lo que yo denomino la “mentalidad de la Tierra” (Earth mentality), una forma de pensar que reafirma sus valores fundamentales y que les permite gestionar sus operaciones de manera que crean ventajas competitivas genuinas, a la vez que contrarrestan las desventajas tradicionales.
En definitiva, este cambio de mentalidad es el gran reto que enfrentamos actualmente, y también la oportunidad más prometedora para transformar los negocios y el mundo.
¿Cómo trasladaste esa filosofía a Unilever y qué resultados obtuviste?
Lo primero que me viene a la mente es que, durante nuestra gestión en Unilever, logramos crecer año tras año, tanto en los ingresos como en las utilidades, a un ritmo superior al del mercado, superando a nuestros competidores y también al desempeño general de la economía. Esto demostró que un negocio puede ser exitoso sin renunciar a un modelo responsable y comprometido con la sociedad y el medio ambiente. Espero sinceramente que nuestro ejemplo haya inspirado a muchas otras empresas y les haya brindado argumentos sólidos para replantear su forma de hacer negocios, orientándola hacia la resolución de los problemas globales en lugar de ser parte del problema.
Además, hemos trabajado incansablemente para desarrollar modelos de negocio no solo sostenibles, sino incluso regenerativos. No es una tarea sencilla, somos plenamente conscientes de ello. La transformación que exige nuestra sociedad es profunda y urgente.
“Colocar los ODS en el corazón de la estrategia corporativa fue rentable: logramos un retorno del 300 % en diez años»
Nunca antes en la historia habíamos logrado descarbonizar nuestras economías globales. Tampoco habíamos sabido cómo restaurar la biodiversidad en lugar de destruirla, ni cómo abordar con eficacia los problemas profundos de desigualdad e injusticia que persisten.
Y, lo que es más, todos estos desafíos deben ser abordados simultáneamente. Es evidente para todos que estamos excediendo los límites planetarios y que la naturaleza moderna nos está enviando señales claras y preocupantes. Recientemente, en Valencia, pudimos constatar el costo real del cambio climático y el sufrimiento que provoca en miles de personas.
También somos testigos del impacto devastador de las lluvias extremas, la escasez de agua potable y el desplazamiento de refugiados que llegan a diferentes países huyendo de estas condiciones adversas. La dependencia política de los combustibles fósiles, especialmente en ausencia de fuentes suficientes de energía renovable, es otro desafío crítico.
Por ello, la transformación de nuestras economías es una necesidad urgente y apremiante. Lamentablemente, hemos pospuesto demasiado esta tarea y ahora solo disponemos de un breve periodo de tiempo para actuar con determinación.
Este reto exige la colaboración de todos nosotros, ya que ningún negocio individual puede afrontarlo en solitario. Se requiere un esfuerzo conjunto y coordinado, donde cada actor juegue su papel para garantizar un futuro viable para las próximas generaciones.
¿Cómo visualizas el futuro de la Sostenibilidad? ¿Qué cambios consideras imprescindibles para asegurar que el impacto positivo se mantenga como una constante en todas las industrias?
Lo que hoy resulta absolutamente claro es que el sector privado representa un espacio más propicio para la generación de innovaciones, debido a que cuenta con los recursos, la capacidad financiera y el talento humano necesarios para impulsar la transformación que la sociedad demanda con urgencia.
Muchas de las innovaciones que actualmente están en desarrollo provienen precisamente de este ámbito privado. Sin embargo, es fundamental reconocer que el sector privado también constituye parte del problema. Nuestra manera tradicional de producir y consumir basada en un modelo lineal y destructivo que consiste en extraer recursos de la Tierra, procesarlos en fábricas para fabricar productos y luego desecharlos, ya sea vertiéndolos en océanos o incinerándolos es, simplemente, insostenible.
No podemos sostener un crecimiento económico ilimitado en un planeta con recursos finitos. Por definición, aquello que no puede mantenerse indefinidamente es insostenible. Por ende, aunque el sector privado sea una fuerza colosal para el cambio, también debe asumir plenamente la responsabilidad por las externalidades, es decir, los costos negativos que actualmente se descargan sobre la sociedad y el medio ambiente. El cambio esencial que necesitamos implementar es que estos costos sean plenamente reconocidos y asumidos.
“Las empresas que niegan la realidad climática están empezando a parecerse a los dinosaurios»
En la actualidad, el enfoque principal está puesto en el retorno inmediato para los accionistas, lo que conduce a comportamientos empresariales cortoplacistas. Este paradigma dificulta la solución de problemas estructurales como la inseguridad alimentaria, el cambio climático, la pérdida de biodiversidad o las cadenas de suministro insostenibles. Por ello, es indispensable crear espacio para que las empresas puedan obtener retornos a más largo plazo.
En este sentido, las empresas familiares son particularmente relevantes, dado que tienden a adoptar una visión a largo plazo más sostenible. Para que las empresas sean exitosas en el futuro, deben, en primer lugar, asumir la responsabilidad integral por el impacto total que generan en el mundo, y en segundo lugar, enfocar sus esfuerzos en cuatro áreas clave: las cadenas de suministro climáticamente responsables, la protección y restauración de la biodiversidad, la circularidad en el uso de materiales, y, finalmente, la lucha contra la injusticia y la desigualdad social.
En cada una de estas áreas, las compañías deben preguntarse: ¿cuál es nuestro impacto real en el mundo? ¿Dónde podemos, a través de nuestras marcas y operaciones, generar la mayor diferencia? Las empresas que responden a estas preguntas con compromiso no ven estas acciones como un coste, sino como una inversión estratégica. No las consideran meramente como medidas para mitigar riesgos, sino como oportunidades para innovar, acelerar el crecimiento y hacer que el negocio sea más dinámico.
Estas organizaciones son, además, más resilientes ante crisis, atraen talento de mayor calidad, operan con mayor eficiencia, innovan constantemente y, como resultado, poseen un valor significativamente superior en los mercados financieros. Por el contrario, las empresas que persisten en negar estas realidades son como avestruces enterrando la cabeza en la arena.
Creo firmemente que estas compañías están enfrentando un desafío similar al que enfrentaron los dinosaurios ante cambios drásticos en su entorno: están empezando a comprender la gravedad de la situación y la necesidad imperiosa de adaptarse para sobrevivir.
Con la sabiduría que otorga la experiencia acumulada a lo largo de los años, ¿hay algo que harías de manera diferente si tuvieras que comenzar nuevamente desde cero?
Sin duda, hay muchas cosas que abordaría de forma distinta. Cuando las personas me preguntan cómo llegué a convertirme en CEO, siempre respondo que probablemente he cometido más errores que la mayoría, pero que la clave ha sido aprender de cada uno de ellos. No obstante, reconozco que deberíamos haber actuado con mucha mayor anticipación para enfrentar los desafíos que hoy son tan evidentes.
¿Habría sido más fácil o más económico hacerlo antes? Probablemente no. Pero ahora nos encontramos ante un plazo mucho más acotado, casi límite, que requiere la participación y el compromiso de todos nosotros.
“No podemos sostener un crecimiento ilimitado en un planeta con recursos finitos»
Posiblemente habría planteado objetivos más ambiciosos durante mi etapa en Unilever, a pesar de que en aquel momento nuestra empresa era considerada una pionera en estos temas. Asimismo, habría impulsado la formación de más alianzas transformadoras y colaborativas. Al fin y al cabo, para lograr los cambios verdaderamente profundos que el mundo demanda, es imprescindible trabajar de manera conjunta, no solo con el sector privado, sino también con la sociedad civil y los gobiernos.
Esta tarea es compleja, pero sumamente crucial. Probablemente habría abordado algunos asuntos con mayor prontitud. Creo que todos estábamos todavía explorando qué implicaba realmente una transición justa.
En su momento, celebrábamos la globalización y nos sentíamos orgullosos de desarrollar nuestras empresas de manera más responsable. Sin embargo, si no cuidamos a las personas a las que servimos, si no respondemos a sus necesidades de manera efectiva, si no mejoramos sus condiciones, haciendo que sus experiencias sean más cómodas, inclusivas, seguras y confiables, no lograremos alcanzar nuestras metas. No se trata de un plan abstracto centrado únicamente en el cambio climático, sino que se trata de la gente, de las vidas, de las generaciones futuras.
Con mayor certeza, hoy pienso que deberíamos haber hecho un mejor trabajo desde un principio, colocando a las personas en el centro de todas nuestras acciones y decisiones.
Por último, Paul, ¿cómo te gustaría ser recordado en este campo?
En realidad, no me preocupa demasiado el legado personal. He observado en numerosas ocasiones cómo muchas personas se dejan guiar más por su legado personal que por su sentido de responsabilidad.
Creo firmemente que, si logramos demostrar que es posible llevar adelante un negocio de manera distinta, y si durante mi vida conseguimos abordar las cuestiones más urgentes como el cambio climático, la destrucción de la biodiversidad y la desigualdad, entonces podremos decir que fuimos la última generación obligada a enfrentar estos desafíos y que preparamos un futuro prometedor para quienes vendrán.
Espero sinceramente que esto pueda concretarse en los próximos años, quizás en las próximas pocas décadas, y me gustaría seguir siendo parte activa de ese proceso.
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