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La quinta parte de la población española tiene obesidad, una enfermedad que eleva el riesgo de cáncer, enfermedades cardiovasculares o diabetes. Hasta hace poco se ha asumido que ese riesgo deriva del peso de su grasa, “pero eso no es así” afirma Guadalupe Sabio, Jefa del Grupo de Interacciones Metabólicas del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO). “Lo que importa no es la cantidad de grasa sino su calidad y su buen funcionamiento. La grasa es un órgano cuyas células cumplen una función, y el riesgo aparece cuando no la realizan de manera adecuada. Sin embargo, aún no sabemos cómo se comporta la grasa y cómo influye eso en otros órganos y tejidos”.
Para avanzar en ese estudio, el Consejo Europeo de Investigación (ERC, por sus siglas en inglés) acaba de conceder una ayuda ERC Synergy de 10 millones de euros al proyecto ‘Descifrando el papel del tejido adiposo en la salud y la enfermedad cardíacas: ADIPOhealth’. Se trata de una colaboración internacional de seis años de duración, coordinada por Sabio. Al grupo del CNIO le corresponden unos 3 millones de euros para descifrar cómo la grasa se comunica con el resto de nuestro organismo.
Es una convocatoria muy competitiva. De los 712 proyectos presentados, solo 66 han recibido financiación; serán desarrollados por grupos de investigación en 26 países europeos y también Estados Unidos, informa el ERC.
El tejido adiposo realiza una función clave para mantener nuestra salud
El tejido adiposo —la grasa corporal— es un órgano endocrino: sus células secretan moléculas que viajan por la sangre y regulan el metabolismo de otros órganos. Cuando la grasa funciona bien, esas señales son beneficiosas; cuando se vuelve disfuncional, pueden desencadenar enfermedades.
El proyecto investiga la influencia del tejido adiposo en el corazón, pero los resultados ampliarán el conocimiento de la función de la grasa en el organismo en general, y su papel en enfermedades como el cáncer.
La población con sobrepeso y obesidad es muy heterogénea. Entender en qué es disfuncional la grasa de cada persona indicará la probabilidad de sufrir las enfermedades asociadas, por ejemplo, quién es más susceptible de tener un infarto o de desarrollar cáncer. “Esto es importante también para los médicos, que ahora no tienen herramientas para diagnosticar la enfermedad del tejido adiposo y, en consecuencia, saber los riesgos reales a los que se enfrenta ese paciente”, afirma la investigadora.
Si la obesidad aumenta el riesgo de fallo cardíaco, también pueden hacerlo los tratamientos antitumorales. De hecho, un 60% de los casos de abandono de tratamientos de cáncer se deben a problemas cardíacos. Comprender cómo las células de grasa controlan el corazón permitiría adaptar los tratamientos antitumorales en las personas con sobrepeso y obesidad.
El primer objetivo del proyecto ADIPOhealth es identificar cambios que se producen en la grasa disfuncional y cómo estos cambios son capaces de alterar la comunicación de las células de grasa, o adipocitos, con el corazón. Para ello buscarán biomarcadores: sustancias que secreta el adipocito cuando es disfuncional. Como estas sustancias van por la sangre, podrán ser utilizadas como dianas terapéuticas y tratamientos muy accesible.
Personas delgadas con grasa disfuncional
Los biomarcadores permitirán detectar qué grasa está sana y qué grasa no, para así diferenciar cuáles de las personas con sobrepeso u obesidad tienen mayor riesgo cardiovascular, “porque sus adipocitos funcionan mal, y cuáles mantienen bajo ese riesgo, porque sus adipocitos funcionan bien”, explica Sabio.
“También hay personas delgadas con adipocitos disfuncionales sin saberlo”, declara la especialista en metabolismo, y añade: “si tu adipocito no es capaz de almacenar grasa, esa grasa se va al hígado. Eres una persona delgada, pero con mayor riesgo de tener hígado graso y, por tanto, cáncer hepático”.
Para determinar los biomarcadores que indiquen cuál es el riesgo real de cada persona, el equipo de Sabio en el CNIO estudiará en modelos animales y muestras humanas por qué y en qué medida es disfuncional el adipocito, y qué sustancias secreta cuando no funciona bien. El grupo de Jesper Olsen, de la Universidad de Copenhague (Dinamarca), aportará el análisis de proteínas de las diferentes muestras.
Objetivo último: fármacos en nanocápsulas
Dale Abel, de la Universidad de California en Los Angeles (EE. UU.), comprobará junto a Sabio cuáles de esas sustancias detectadas por sus colegas afectan a las células del corazón, cuáles a otros tejidos y cuáles sirven como biomarcadores. “En el tejido adiposo no tenemos ningún marcador que nos diga: tu tejido adiposo está mal”, afirma Sabio.
Los biomarcadores seleccionados se contrastarán en muestras humanas. Los resultados definirán las moléculas clave sobre las que actuar para evitar los efectos perniciosos del mal funcionamiento de los adipocitos.
En una última fase, el grupo de Sabio intentará desarrollar un fármaco dirigido a esas moléculas diana, y después Mauro Giacca, del King’s College de Londres (Reino Unido), diseñará nanopartículas que puedan administrarse y llegar directamente hasta el corazón.
Sobre las ayudas ERC-Synergy
Las ayudas ERC-Synergy –o Synergy Grants –financian a entre dos y cuatro grupos de diferentes disciplinas y países, para que, juntos y aportando diferentes habilidades y recursos, aborden problemas ambiciosos que no podrían ser afrontados individualmente. Esta financiación forma parte del Programa de Investigación e Innovación de la Unión Europea Horizonte Europa.
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