Recientemente tuve la oportunidad de participar en un evento (Foro Mujeres Poderosas Perú) que busca visibilizar y fortalecer el liderazgo femenino a lo largo y ancho del país. Escuchar a emprendedoras de la Amazonía, la sierra y la costa coincidió con una certeza que vengo constatando desde hace años: si de verdad queremos hablar de independencia económica para las latinas, debemos mirar más allá de la capital del país.
En América Latina, según datos del Banco Interamericano de Desarrollo y ONU Mujeres, el 59% de las mujeres que trabajan lo hacen en condiciones de informalidad, y más del 70% de ellas tienen empleos con ingresos inferiores al salario mínimo. Las más afectadas viven en zonas rurales o alejadas de los centros urbanos. En este contexto, descentralizar el acceso a oportunidades no es solo una política económica: es una estrategia de justicia y equidad.
Y en el Perú, la desigualdad territorial condiciona no solo los ingresos de las mujeres, sino su posibilidad real de decidir sobre su futuro. Según el Índice Regional de Brechas de Género del IPE (2024), regiones como Cajamarca, Amazonas y Huancavelica se encuentran entre las más rezagadas en acceso al mercado laboral y participación en espacios de decisión. A esto se suma que el 94.1% de las mujeres rurales trabaja en la informalidad, muchas sin ingresos propios ni redes de seguridad financiera.
La centralización del desarrollo económico, educativo, institucional ha generado brechas que se profundizan año tras año. Las mujeres en provincias enfrentan doble barrera: la de género y la territorial. Tienen menos acceso a empleo formal, menor conectividad digital, y están más expuestas a economías de subsistencia. Esto limita no solo su crecimiento profesional, sino su poder de decisión en casa, en su comunidad y en el país.
Pero también es en esas regiones donde florecen historias de resiliencia y liderazgo. Cuando se brindan las condiciones mínimas acceso a herramientas, formación básica, autonomía del tiempo muchas mujeres logran generar ingresos sostenibles desde sus propios contextos. En Perú, zonas como Iquitos, Puno o Cajamarca, son la cuna de casos de emprendedoras que lideran economías familiares y comunitarias.
La digitalización ha sido un factor clave para este cambio. Herramientas como WhatsApp, plataformas virtuales de venta o educación a distancia han permitido que mujeres en zonas remotas puedan generar ingresos sin migrar ni renunciar al cuidado de sus familias. Según el INEI, desde 2022 ha aumentado significativamente el número de mujeres que utiliza canales digitales para actividades productivas en regiones como San Martín, Piura y Ayacucho.
No basta con cerrar brechas de género en la capital. Necesitamos abrir caminos en todo el país. Porque la verdadera independencia económica no es solo poder ganar dinero: es poder elegir, liderar y construir una vida con propósito desde donde estés.
En Yanbal, llevamos más de 50 años apostando por este modelo. Con una red de más de 190,000 Consultoras Independientes en el Perú, el 60% fuera de Lima, impulsamos una Carrera de Liderazgo sin barreras geográficas, educativas ni económicas. A través de un modelo flexible, digital que elimina brechas gracias al acceso al crédito y que supera las tradicionales barreas de la educación tradicional, brindamos a las mujeres el poder de emprender, ganar y crecer desde cualquier parte del país. Descentralizar no es un reto: es una realidad que transforma vidas todos los días.
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