En América Latina, hablar de enfermedades prevenibles por vacunación muchas veces parece cosa del pasado. La mayoría de las personas asume que dolencias como la difteria, el tétanos o la tosferina han sido erradicadas. Sin embargo, esa percepción no solo es equivocada, sino peligrosa.
La tosferina, también conocida como coqueluche, es una enfermedad respiratoria bacteriana que ha resurgido en varios países de la región. En 2024, la Organización Mundial de la Salud (OMS) emitió una alerta epidemiológica para América Latina debido al aumento sostenido de casos. La infección, altamente contagiosa, afecta con especial gravedad a lactantes, personas inmunosuprimidas y comunidades con limitado acceso a servicios de salud.
Frente a este contexto, la doctora Tamara Rosales, especialista en salud pública y vocera del área médica de GSK, brindó una visión integral del problema en conversación con Corresponsables. Desde su experiencia, advierte que la desinformación y la baja cobertura vacunal podrían estar abriendo las puertas al regreso de enfermedades que nunca se fueron del todo.
La fragilidad del control sanitario
“La tosferina tiene un altísimo poder de contagio. Aunque llevamos décadas aplicando estrategias para su control, basta con una caída en la cobertura de vacunación para que resurjan brotes”, explica Rosales. La enfermedad, que suele manifestarse con una tos severa y persistente, puede derivar en complicaciones graves, especialmente en recién nacidos.
En países con sistemas de salud sobrecargados o con dificultades logísticas para llegar a zonas rurales o marginales, este tipo de enfermedades se convierte en una amenaza latente. “Estamos viendo cómo, en regiones donde la vacunación es gratuita, aún cuesta llegar al público objetivo. No basta con tener las vacunas; necesitamos acceso real y campañas educativas efectivas”, señala.
Nuevas estrategias para una nueva realidad
Un elemento clave que destaca la especialista es el cambio demográfico. América Latina está envejeciendo, y eso exige adaptar las estrategias de inmunización. “Ya no solo hablamos de vacunar a los niños. Hoy es necesario incluir a adolescentes, embarazadas, adultos mayores y personas con enfermedades crónicas en los planes de vacunación”.
Este enfoque preventivo más amplio busca avanzar hacia un modelo de salud pública equitativa y resiliente, en línea con el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) número 3: Salud y Bienestar. Invertir en prevención no solo alivia la carga de los sistemas sanitarios, también mejora la productividad, reduce el ausentismo escolar y permite que las comunidades se desarrollen con mayor igualdad de oportunidades.
Vacunarse es también construir sostenibilidad
Desde el punto de vista de impacto social, el efecto de la vacunación va mucho más allá del ámbito médico. “Un niño que no enferma puede asistir al colegio, desarrollarse adecuadamente, alcanzar su talla y aprovechar mejor su formación académica. A largo plazo, eso se traduce en empleabilidad, reducción de pobreza y movilidad social”, enfatiza Rosales.
Incluso en la población adulta, las vacunas pueden prevenir complicaciones que no siempre asociamos con enfermedades infecciosas. Se ha identificado, por ejemplo, que infecciones respiratorias pueden desencadenar eventos cardiovasculares graves, como infartos o accidentes cerebrovasculares. “Evitar una infección no solo salva vidas, también puede reducir el riesgo de enfermedades no transmisibles. Ese es el poder de la prevención”, afirma la experta.
El reto pendiente: información y compromiso
Pese a la existencia de vacunas seguras y efectivas, muchos sectores de la población siguen sin recibirlas, especialmente las embarazadas, en quienes la inmunización no solo las protege a ellas, sino también al recién nacido en sus primeros meses de vida.
“Hay mucho trabajo por hacer para generar conciencia. Las vacunas tienen un perfil de seguridad altísimo, especialmente las indicadas durante el embarazo. Debemos redoblar los esfuerzos para comunicarlo con claridad, y garantizar que ninguna persona quede fuera por desinformación o desconfianza”, sostiene Rosales.
En ese sentido, si bien organismos como la OMS y diversas entidades públicas lideran campañas, también se necesita un rol más activo por parte del sector privado, los medios y la sociedad civil. Porque la salud colectiva es una construcción social y requiere colaboración continua entre actores públicos y privados.
Un llamado a no retroceder
Rosales concluye con un mensaje directo a autoridades, empresas y ciudadanía: “No podemos dar por sentada la erradicación de ninguna enfermedad. La tosferina es un ejemplo claro de cómo un pequeño descuido puede traer graves consecuencias. Hoy tenemos las herramientas para protegernos. Usémoslas”.
En un mundo donde las crisis sanitarias globales nos han enseñado la importancia de actuar con previsión, la vacunación vuelve a ocupar un lugar clave no solo en la agenda de salud, sino también en la de desarrollo sostenible. Invertir en prevención es, más que nunca, una decisión ética, política y estratégica.