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Isabel Garro Hernández, Chief Executive Officer de Lyminar y ex Directora General de la Red Española del Pacto Mundial de Naciones Unidas durante 14 años, reflexiona sobre la evolución de la Responsabilidad Social y el papel crucial que juega en el desarrollo de modelos de negocio sostenibles. Para Garro, el cambio en las empresas ha sido radical, pasando de una visión teórica a una práctica que aboga por un “modelo de negocio responsable” que garantice la sostenibilidad a largo plazo.
“La transformación ha pasado de un ‘debería ser’ a un ‘cómo lo hacemos’”, destaca Garro, subrayando cómo la Responsabilidad Social se ha convertido en una oportunidad en un mundo empresarial cada vez más cambiante. En este sentido, resalta que las grandes crisis y eventos históricos han empujado a la sociedad a replantearse la necesidad de actuar sin demora. “El cambio climático no va a esperar a que decidamos entre usar el término RSE o RSC, tenemos que actuar”, añade con firmeza.
Garro también hace hincapié en la importancia de “convencer” a las empresas de que “la Responsabilidad Social no es una opción, sino una necesidad”. Aunque reconoce que aún queda mucho por hacer, especialmente en las pymes, afirma que “la clave está en traducir la RSE a un lenguaje sencillo y accesible”.
En esta entrevista, Isabel Garro ofrece una visión detallada sobre el futuro de la Sostenibilidad, la necesidad de transparencia en los informes y cómo la Agenda 2030 ha impulsado un cambio fundamental en las empresas españolas.
Isabel, ¿cómo llegó al mundo de la Sostenibilidad?
Venía del mundo financiero y aterricé en la Sostenibilidad por casualidad, cuando la Responsabilidad Social estaba arrancando, en el año 2004. Fue la época en la que se puso en marcha la oficina del Pacto Mundial y era todo mucho más informal. Eran 130 firmantes en España, actualmente son 2.400. Tanto el volumen como el nivel de actividad y profesionalización eran otros.
«La Responsabilidad Social no es una opción, sino una necesidad»
Empezamos con grandes apoyos como el Instituto de Empresa y la Fundación Rafael del Pino, entre otros, lo que nos ayudó a que el comienzo del Pacto Mundial fuera relativamente potente. Los visionarios de entonces creyeron que el camino era este y fue un acercamiento entre Naciones Unidas y el sector privado para transformar el mundo.
¿Cómo era el nivel de Responsabilidad Social de las empresas cuando surgió el Pacto Mundial?
Había mucho debate en cuanto a qué significaba el concepto, si era voluntario o no, en qué consistía, si era RSE o RSC… Se trataba de definir dónde estábamos, a quién se involucraba, a qué departamentos implicaba y por dónde había que aproximarse. Ese debate, muy académico, reflexivo y quizás menos práctico, nos ha acompañado durante muchos años. Todo ello con el fin de responder a lo que se espera de una empresa en el siglo XXI.
¿Qué destacaría de esa evolución de la Responsabilidad Social en estos 20 años?
Las personas que en torno al año 2000 creyeron que esto era algo bueno lo vieron con tal clarividencia que no han dejado su implicación y empeño. La transformación ha pasado de un ‘debería ser’ a ‘cómo lo hacemos’, se ha pasado de un concepto teórico a un concepto práctico y una instrumentalización concreta.
«La transformación ha pasado de un ‘debería ser’ a un ‘cómo lo hacemos’»
En estos 20 años también hemos vivido grandes crisis y acontecimientos históricos que han hecho que la gente reflexione: “no tenemos tiempo para hacer un planteamiento teórico durante mucho tiempo, hay que aterrizar”. Y esto se ve muy claramente en 2015 con la puesta en marcha de la Agenda 2030. El cambio climático no va a esperar a que decidamos entre usar el término RSE o RSC, tenemos que actuar. Además, la Responsabilidad Social se está viendo cada vez más como una oportunidad en un mundo cambiante, no hay otro modelo de negocio en las empresas del futuro.
Querida Isaberl, ¿cuál es el principal reto al que se enfrentó el Pacto Mundial?
Una de las tareas que siempre han estado pendientes en todas las organizaciones es que tenemos que ser mucho más exigentes con nosotros mismos en cómo trasladamos las ideas. Si yo no soy capaz de convencer a una empresa de que esta es la vía, el error es mío. La crisis económica de 2008 sirvió al Pacto Mundial para darse cuenta de que teníamos que llegar a mucha más gente y de una manera mucho más rápida. Considero que es además una responsabilidad, tanto profesional como personal.
¿Cómo se debe impulsar la Responsabilidad Social en las pymes?
En todos estos años no he conocido a nadie que me haya dicho “queremos hacer las cosas mal”, pero sí es cierto que la mayor petición de esas organizaciones son recursos. Hay que priorizar y su máxima prioridad es mantener puestos de trabajo. Tenemos el reto de convencerlas de que esto son oportunidades para la supervivencia del negocio a largo plazo, de diferenciación, de retener talento, de generar más empleo.
«La mejor manera de impulsar la RSE es que los propios empresarios que estamos dentro lo transmitamos eficazmente»
La mejor manera de impulsar la RSE es que los propios empresarios que estamos dentro lo transmitamos eficazmente y, en la medida de lo posible, promover el desarrollo sostenible. También tenemos que hacer hincapié en el diálogo, ser capaces de traducir en un lenguaje sencillo lo que estamos tratando. Desde un punto de vista práctico, llevamos tiempo proporcionándoles en la medida de nuestras posibilidades acceso a herramientas, conocimiento y buenas prácticas.
¿Cree que se han cumplido las expectativas tras el lanzamiento de los 10 Principios del Pacto Mundial, la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible?
Cuando surge un concepto lo más difícil es explicarlo. Creo que los conceptos que subyacen bajo la Agenda 2030 no son nuevos, pero el plantearlo como tal sí lo es. Hemos trabajado en acercar esa Agenda al sector privado y enseñando una nueva hoja de ruta. Las empresas españolas han sido muy receptivas ante este nuevo reto. El 74% de las empresas del Ibex 35 en sus memorias de 2017 ya declaraban haber tenido algún tipo de alineamiento con la Agenda 2030. El ritmo de interiorización también está creciendo y a partir de ahora el nivel de aceleración va a ser mayor.
«La Agenda 2030 ha dado una nueva ventana de energía para seguir avanzando»
Isabel, ¿cómo está ayudando el reporting a las empresas a ser socialmente responsables?
Los Informes de Progreso (COP) han supuesto para la pequeña y mediana empresa un antes y un después en cuanto a cómo ser transparente y contar a sus grupos de interés lo que se está haciendo en materia de Responsabilidad Social o materia no financiera. Nos ha llevado tiempo acercar esos indicadores a la realidad de una pyme. Ha sido un gran reto y a día de hoy en torno a 2.000 organizaciones lo hacen de manera actualizada. Hemos conseguido un nivel de transparencia mayor y más sencillo. Nos queda llegar a los que no lo hemos hecho y conseguir que el reporte no sea solo anual, sino que sea constante y sirva como herramienta que retroalimente a las compañías en oportunidades de negocio.
¿Cómo definiría el papel de la comunicación en la RSE?
Antes que de la propia comunicación hablaría de un concepto asociado: confianza. El mayor reto que tenemos en el siglo XXI es la generación de confianza. El informe de progreso ha ayudado mucho, pero considero que tenemos que hacer más simple el lenguaje y facilitar las vías de comunicación. La comunicación responsable basada en la confianza va a ser la clave de futuro de las operaciones de las organizaciones. Por otro lado, creo que tanto las empresas como los profesionales de la comunicación han de ser responsables y ejemplares al transmitir informaciones y ser autoexigentes consigo mismos en términos de claridad y veracidad.
«El cambio climático no va a esperar a que decidamos entre usar el término RSE o RSC, tenemos que actuar»
Para finalizar, ¿cómo ve el futuro del Pacto Mundial?
Con mucho optimismo. Cada vez son más las personas que se implican o que quieren formar parte de la Responsabilidad Social. Antes, cuando explicaba en qué trabajaba la gente se quedaba extrañada, no lo terminaba de comprender. Ahora entienden en qué consiste y les gusta. No hay un plan B para seguir por un camino que no sea este y estoy segura de que seguiremos creciendo.
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