La economía circular se ha convertido en un enfoque clave para la transformación de la actividad económica en su conjunto, fundamental para lograr la sostenibilidad y la competitividad a largo plazo. No es, en realidad, un concepto nuevo, pero su reformulación y la ampliación de enfoque le está proporcionando una potencia que nunca antes tuvo. Sectores tan diversos como la industria, los servicios, la agricultura, la energía y la construcción están afrontando un proceso de cambio impulsado por nuevas normativas y requerimientos. Estas regulaciones exigen a las organizaciones repensar sus modelos productivos y de gestión, incorporando criterios sostenibles en todas las áreas de su actividad. Y la circularidad es el soporte desde el que llevar a cabo esta tarea.
Me gusta decir que, si el mundo fuese lineal, la economía lineal tal vez estaría bien, pero que, como es una esfera (aunque les pese a los terraplanistas), la economía que toca es la circular, pues, si avanzamos nos acabaremos encontrando los residuos que desechamos y los recursos que necesitamos ya no estarán. El modelo circular implica pasar de esa economía lineal basada en “extraer, producir, usar y desechar”, a una economía en la que los recursos se usan de forma más eficiente, diseñando productos y servicios para que puedan reutilizarse, repararse y reciclarse. Pero es un modelo transformador que trasciende el reciclaje. Su objetivo es replantear de forma integral la producción, el consumo y la gestión de los recursos, impulsando un cambio estructural hacia sistemas más eficientes, resilientes y sostenibles. Su implantación fomenta la innovación, reduce la dependencia de materias primas escasas, disminuye la generación de residuos y promueve la eficiencia en el uso de la energía y los materiales, impulsando una economía más competitiva y resiliente frente a desafíos globales como el cambio climático y la escasez de recursos. La circularidad mejora el uso eficiente de recursos mediante el ecodiseño, fomenta negocios de reutilización y reciclaje, y responde a consumidores más informados sobre el impacto ambiental. Además, promueve autonomía económica y nos hace menos dependientes de mercados o de cadenas de suministro poco fiables, aportando estabilidad.
La Directiva CSRD exige a las empresas informar de manera detallada y estandarizada sobre su desempeño en sostenibilidad, cubriendo aspectos ambientales, sociales y de gobernanza. Este marco amplía los requisitos anteriores y refuerza la transparencia y responsabilidad empresarial.
El sector de la construcción, por ejemplo, es uno de los mayores generadores de residuos en Europa, representando alrededor del 30% del total, con España produciendo 37 millones de toneladas anuales, en su mayoría destinadas a vertedero. Aunque la normativa europea exige valorizar, reciclar o reutilizar al menos el 70% de los RCD no peligrosos, esto no basta. Se necesita cambiar hábitos de consumo, procesos productivos, tecnología, investigación, fiscalidad y promover certificaciones de calidad y trazabilidad.
La Comunidad Sostenibilidad de la Asociación Española de la Calidad (AEC) representa un punto de encuentro para organizaciones y profesionales de todo tipo de sectores, orientado a facilitar la transición hacia modelos circulares y sostenibles. Esta comunidad impulsa la formación, el diálogo y la colaboración para compartir conocimiento, buenas prácticas y soluciones innovadoras que ayuden a cumplir con las exigencias normativas y a generar ventajas competitivas. Mediante su actuación, se potencia la integración de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) en el mundo económico y se fomenta el liderazgo en sostenibilidad en empresas grandes y pequeñas, públicas y privadas, promoviendo, por ejemplo, estrategias como la de “Residuo cero”, una palanca muy relevante de la economía circular y puede aplicarse en cualquier ámbito económico. Consiste en minimizar la generación de residuos y maximizar su valorización mediante la reutilización, el reciclaje o la integración en nuevos procesos productivos. Este enfoque no solo contribuye a preservar el entorno natural, sino que también suele traducirse en reducción de costes y mejora de la imagen social de las organizaciones.
Un ejemplo de esta estrategia en acción lo encontramos en FCC Construcción, que ha puesto en marcha planes de gestión integral de residuos, reutilización de materiales y promoción de la economía circular en sus proyectos, obteniendo en varias de sus obras el certificado “Residuo cero” que, auditado por AENOR, acredita que se ha evitado llevar a vertedero más del 90% de los residuos generados en la obra.
La economía circular abre oportunidades inéditas para las empresas y el conjunto de la sociedad, permitiendo avanzar hacia una economía que favorece la equidad, la eficiencia y el respeto al entorno. La combinación de normativa, responsabilidad empresarial, junto al impulso de entidades como la Comunidad Sostenibilidad de la AEC y ejemplos prácticos de compañías líderes, marcan una hoja de ruta clara. Adoptar el enfoque circular mejora la resiliencia frente a crisis, impulsa la innovación y ayuda a crear valor compartido, consolidando la sostenibilidad como motor de desarrollo económico y social.

