Cada 20 de noviembre se celebra el Día Mundial de la Infancia, una fecha que conmemora la aprobación de la Convención sobre los Derechos del Niño en 1989 y que recuerda al mundo entero que los niños y niñas no solo son el futuro, sino también el presente. En 2025, esta jornada cobra una importancia especial ante los múltiples desafíos que amenazan la infancia: las guerras, la pobreza, el cambio climático, la desigualdad educativa y la creciente crisis migratoria.
En muchos lugares del mundo, cientos de miles de niños siguen siendo víctimas del trabajo infantil, la desnutrición, la violencia o la falta de acceso a una educación de calidad, etc. Mientras algunos disfrutan de derechos plenamente garantizados, otros luchan por sobrevivir en entornos marcados por el conflicto y la injusticia. Esta desigualdad pone en evidencia que la defensa de la infancia debe ser una prioridad universal, no una meta lejana.
En este contexto, la labor de organizaciones como UNICEF resulta indispensable. Desde su fundación en 1946, UNICEF ha trabajado incansablemente para proteger los derechos y el bienestar de todos los niños, sin importar su origen o situación. Su trabajo abarca desde la vacunación y la atención sanitaria hasta la educación, la protección frente a la violencia y la promoción de políticas públicas que garanticen la igualdad de oportunidades. Además, en los últimos años ha intensificado su acción frente a emergencias humanitarias, asegurando agua, alimentos y refugio a millones de menores afectados por desastres naturales o conflictos armados.
Sin embargo, más allá de la acción institucional, el Día Mundial de la Infancia invita a reflexionar sobre la responsabilidad colectiva que tenemos como sociedad. Proteger la infancia implica escuchar a los niños, respetar su voz y crear entornos seguros donde puedan crecer y desarrollar todo su potencial. Garantizar sus derechos no es solo un acto de justicia, sino también una inversión en un mundo más humano, solidario y sostenible.
En definitiva, este día no debería ser solo una celebración, sino un compromiso renovado con la esperanza, la dignidad y el futuro de todos los niños y niñas del planeta.

