Hoy las empresas no solo compiten en productos o mercados: compiten en su capacidad de adaptarse y sostenerse en un entorno incierto. Competitividad, resiliencia y sostenibilidad ya no son temas separados, se están redefiniendo al mismo tiempo y de forma estructural. Y eso exige liderazgo y gobernanza real, verdadera.
En mi experiencia en 9altitudes, acompañando a empresas industriales en procesos de transformación digital, he comprobado que la gobernanza corporativa —bien entendida— puede ser un catalizador de cambio, innovación y sostenibilidad… y que su ausencia genera fricciones, pérdida de confianza y desconexión interna.
En este artículo me animo a compartir algunas de las prácticas que he visto funcionar y que pueden ayudar a cualquier organización a fortalecer su gobernanza para afrontar los retos actuales.
Gobernanza: más allá del compliance
Tradicionalmente, la gobernanza se ha asociado con el cumplimiento normativo, la gestión de riesgos y la rendición de cuentas. Sin embargo, en el contexto actual, su alcance va mucho más allá. La gobernanza moderna implica definir principios éticos, establecer mecanismos de participación, fomentar la transparencia y garantizar que las decisiones estratégicas estén alineadas con los valores de la organización.
En otras palabras, la gobernanza no solo regula el “qué” se hace, sino también el “cómo” y el “por qué”. Y ese enfoque es clave para construir culturas corporativas sólidas, coherentes y resilientes.
Cultura corporativa: el reflejo de cómo se gobierna
La cultura corporativa no se impone, se vive. Es el conjunto de comportamientos, creencias y dinámicas que definen el día a día de una empresa. Y aunque muchas veces se habla de cultura como algo intangible, lo cierto es que está profundamente influenciada por las decisiones de gobernanza.
Cuando una empresa promueve la participación, escucha activa y toma de decisiones basada en datos y valores, está cultivando una cultura de confianza y responsabilidad. Cuando, por el contrario, se prioriza el control sin diálogo, o se toman decisiones opacas, la cultura se resiente y se vuelve frágil.
Hoy las personas estamos rodeadas de datos, mensajes y aparente certeza, pero al final solo confiamos y nos comprometemos con aquello que sentimos honesto y real, lo que nos hace sentir que evolucionamos y mejoramos. Por eso la gobernanza no puede ser solo un marco técnico: debe conectar la estrategia con las personas. Cuando hay coherencia entre gobernanza y cultura, todo fluye y se multiplica el impacto.
Gobernanza inteligente: datos, tecnología y propósito
En 9altitudes, trabajamos con empresas que están digitalizando sus operaciones, automatizando procesos y aplicando inteligencia artificial para mejorar su competitividad. Pero siempre insistimos en que la tecnología, por sí sola, no transforma una organización. Lo que realmente genera impacto es cómo se gobierna esa tecnología, cómo se integra en la cultura y cómo se alinea con los objetivos sostenibles.
La llamada “gobernanza inteligente” implica utilizar los datos no solo para optimizar procesos, sino para tomar decisiones éticas, inclusivas y sostenibles. Significa aplicar inteligencia artificial con responsabilidad, garantizando la trazabilidad, la equidad y el respeto por las personas. Y, sobre todo, significa que cada avance tecnológico debe estar al servicio de un propósito claro y compartido.
Este enfoque es especialmente relevante en el contexto de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), donde la gobernanza empresarial juega un papel clave en la transición hacia modelos más responsables.
Liderazgo y gobernanza: una relación inseparable
No podemos hablar de gobernanza sin hablar de liderazgo. Los líderes son los principales agentes de cultura, y su forma de gobernar marca el tono de toda la organización.
A lo largo de mi carrera he aprendido —a veces con aciertos, otras con errores— que liderar con gobernanza implica mirar más allá del corto plazo, escuchar activamente a los equipos y sostener una cultura de aprendizaje continuo. Hoy, como Directora General de 9altitudes España, pongo ese aprendizaje en práctica cada día.
También significa reconocer que la gobernanza no es estática: debe evolucionar con el entorno, adaptarse a los cambios y anticiparse a los riesgos. En este sentido, el liderazgo debe ser flexible, empático y estratégico, capaz de equilibrar la eficiencia con la integridad, la innovación con la responsabilidad.
Gobernanza colaborativa: el poder de la conexión
Otro aspecto fundamental es la dimensión colaborativa de la gobernanza. En un mundo interdependiente, ninguna empresa puede gobernarse en solitario. La colaboración con clientes, proveedores, instituciones y comunidades es parte esencial de una gobernanza moderna.
En 9altitudes promovemos ecosistemas de innovación donde la gobernanza compartida nos permite avanzar más rápido y con mayor impacto. Un ejemplo es la creación de 9 equipos globales que integran personas de distintas áreas —marketing, producto, ventas, entre otras— y de diferentes países y culturas. Esto hace que los datos, las buenas prácticas y los objetivos comunes se conviertan en logros compartidos, fortaleciendo la cultura corporativa y generando confianza entre todos los actores. Este tipo de gobernanza colaborativa es especialmente valiosa en procesos de transformación digital, donde la interconexión entre sistemas, personas y decisiones requiere una visión holística y coordinada.
Conclusión: gobernar para transformar
La gobernanza empresarial ya no es una función aislada: es el corazón de la cultura corporativa. Es lo que permite que las organizaciones sean coherentes, responsables y sostenibles. Y en un momento en que los desafíos globales exigen respuestas valientes y coordinadas, la gobernanza se convierte en una herramienta estratégica para liderar el cambio.
Desde 9altitudes, seguiremos apostando por una gobernanza inteligente, colaborativa y alineada con los valores que nos definen. Porque creemos que solo las empresas que gobiernan con propósito pueden construir culturas sólidas y generar impacto real.

