¿Por qué es necesario hablar hoy del futuro del Tercer Sector?
Porque estamos en un momento clave. El Tercer Sector ha demostrado ser esencial en los momentos más críticos: durante la pandemia, en emergencias climáticas, en crisis sociales y económicas. Ha estado en primera línea, acompañando a quienes más lo necesitan, allí donde no llegan otros actores. Pero no podemos quedarnos en la respuesta urgente. Es el momento de mirar al futuro y consolidar un modelo en el que nuestras entidades tengan un papel estructural en la transformación del país.
Hablar del futuro del Tercer Sector es hablar de cómo construir una sociedad más justa, cohesionada y sostenible. Es reconocer que sin el Tercer Sector no hay garantía de derechos, ni inclusión real, ni cohesión social. Necesitamos avanzar hacia un marco que reconozca el valor estratégico del Tercer Sector, que lo integre en las políticas públicas y que proporcione las herramientas necesarias para que podamos seguir cumpliendo nuestra misión con eficacia y estabilidad.
¿Qué avances se han logrado en el reconocimiento institucional del Tercer Sector?
En los últimos años hemos dado pasos importantes hacia el reconocimiento del Tercer Sector como un actor estratégico en la construcción de políticas públicas. Uno de los hitos más relevantes ha sido la firma del Acuerdo Marco con el Ministerio de Derechos Sociales, Consumo y Agenda 2030, que nos reconoce como interlocutor estable en el diseño, seguimiento y evaluación de las políticas sociales. Este acuerdo no solo nos da voz, sino que nos sitúa como parte activa en la definición de soluciones a los grandes retos sociales.
Además, hemos logrado consolidar espacios de diálogo con distintas administraciones, tanto a nivel estatal como autonómico y local, y participar en órganos consultivos clave. Este avance en la institucionalización del Tercer Sector permite que nuestras entidades no solo ejecuten programas, sino que contribuyan desde su experiencia y conocimiento a mejorar las respuestas públicas. También hemos fortalecido nuestra interlocución con otros actores, como el sector empresarial y académico, lo que refuerza nuestra capacidad de incidencia y nos permite construir alianzas más sólidas para el cambio social.
¿Qué desafíos persisten para consolidar ese papel estructural?
El principal desafío sigue siendo la financiación: insuficiente, fragmentada y poco predecible. Muchas entidades trabajan con recursos limitados, sin garantías de continuidad, lo que dificulta la planificación, la innovación y la mejora de los servicios que prestamos. Esta precariedad financiera pone en riesgo la sostenibilidad del propio Tercer Sector y, con ello, la atención a miles de personas.
También enfrentamos un reto de visibilidad. Aunque nuestra labor tiene un impacto profundo en la vida de las personas, no siempre es reconocida ni comprendida por la sociedad ni por algunos ámbitos institucionales. Necesitamos que se valore el trabajo que realizamos, no solo en la atención directa, sino en la defensa de derechos, la cohesión social y la transformación comunitaria.
Además, persisten barreras normativas que limitan nuestra capacidad de acción. Por ejemplo, la Ley de Desindexación de la Economía Española, que afecta a la viabilidad de los contratos públicos de servicios requiere una reforma urgente porque garantizar condiciones justas en la contratación pública es clave para fortalecer el papel estructural del Tercer Sector. Por último, necesitamos avanzar en la profesionalización, la digitalización y el relevo generacional dentro de nuestras entidades. Consolidar nuestro papel estructural implica también adaptarnos a los nuevos tiempos sin perder nuestra esencia.
¿Cómo puede el Tercer Sector contribuir a la transformación del país en los próximos años?
El Tercer Sector tiene una capacidad única para impulsar cambios profundos y sostenibles en la sociedad. En los próximos años, puede y debe ser un motor de transformación desde múltiples frentes: como generador de empleo inclusivo, como defensor de derechos fundamentales, como promotor de participación ciudadana y como actor clave en la innovación social.
Nuestras entidades están presentes en los territorios, conocen las realidades diversas del país y trabajan con las personas desde la cercanía y la confianza. Esa capilaridad nos permite detectar necesidades emergentes, diseñar respuestas adaptadas y construir comunidad y, además, en este proceso, el voluntariado representa un valor añadido y complementario fundamental para el Tercer Sector.
En un contexto de creciente desigualdad, polarización y crisis de confianza institucional, el Tercer Sector representa una garantía de estabilidad, humanidad y justicia.
Además, podemos contribuir a la transición ecológica desde una perspectiva social, asegurando que nadie quede atrás. Podemos fortalecer el tejido social, impulsar modelos de economía solidaria, y acompañar procesos de inclusión que hagan posible un desarrollo verdaderamente sostenible. Para que todo esto sea posible, necesitamos reconocimiento, recursos y espacios de participación real. Pero, sobre todo, necesitamos que se entienda que el Tercer Sector no es un actor complementario: es un actor imprescindible para construir un país más justo, cohesionado y resiliente.
¿Qué dificultades enfrenta el Tercer Sector de cara al futuro?
Aunque el Tercer Sector ha avanzado en reconocimiento y articulación, los próximos años presentan desafíos complejos que debemos abordar con visión estratégica. Uno de los más importantes es garantizar nuestra sostenibilidad en un contexto de incertidumbre económica y transformación social. La falta de un modelo de financiación estable y estructural sigue siendo una amenaza, especialmente ante posibles recortes presupuestarios o cambios en las prioridades políticas.
También enfrentamos el reto de adaptarnos a un entorno cada vez más digitalizado, sin perder nuestra cercanía con las personas. La transformación tecnológica es necesaria, pero requiere inversión, formación y acompañamiento, especialmente para las entidades más pequeñas. En definitiva, el futuro exige que el Tercer Sector se fortalezca, se modernice y se mantenga fiel a su misión, sin perder su esencia transformadora.
¿Qué evolución se espera del Tercer Sector en el medio y largo plazo?
En el medio y largo plazo, se espera que el Tercer Sector avance hacia una mayor consolidación institucional, con un papel más estructural en el diseño y ejecución de las políticas públicas. Esto implica contar con un marco normativo que reconozca nuestra especificidad, una financiación estable y suficiente, y espacios de participación real en los procesos de toma de decisiones.
También se prevé una evolución hacia modelos organizativos más profesionalizados, digitalizados y sostenibles, sin perder la cercanía con las personas ni el compromiso con los territorios. En este camino, será clave, también, seguir incrementando el número de personas voluntarias. Actualmente contamos con más de 4,2 millones de personas voluntarias en España, una cifra que sigue creciendo y que refleja el compromiso ciudadano con la solidaridad y la justicia social.
Uno de los retos emergentes más preocupantes es el de la desinformación y los bulos, que afectan directamente a la percepción social del Tercer Sector y a la confianza en las organizaciones. Combatirlos requiere una estrategia conjunta: mejorar la comunicación, reforzar la transparencia, formar a las entidades en alfabetización mediática y construir narrativas que visibilicen el impacto real de nuestra labor. Abordar la desinformación y los bulos no es solo una cuestión reputacional, es una defensa activa de los derechos, la cohesión social y la democracia.
Además, también será clave reforzar la legitimidad social del sector, ampliar las alianzas con otros actores, empresas, universidades, medios de comunicación, y abordar los grandes retos colectivos desde una lógica de corresponsabilidad.
Esta evolución no será automática: requerirá voluntad política, inversión pública, compromiso ciudadano y una estrategia compartida entre las propias entidades del sector. El Tercer Sector ya está demostrando que tiene la capacidad, la legitimidad y la vocación para un pilar fundamental de un modelo de país más justo, inclusivo y sostenible.

